
Adoptar una mascota representa mucho más que abrir la puerta del hogar a un nuevo integrante. Esta decisión implica asumir una responsabilidad que debe estar tomada con conciencia, así como estar sustentada desde la planificación y el compromiso a largo plazo.
Cuando una persona decide incorporar un animal a su vida, debe considerar aspectos como el tiempo que podrá dedicarle, los recursos para su cuidado médico y alimenticio, la paciencia para su educación y, sobre todo, la disposición emocional para brindarle un entorno de afecto, seguridad y respeto. Este tipo de decisiones no puede tomarse a la ligera ni desde la emoción momentánea por tener un amigo peludo, ya que las consecuencias recaen directamente sobre seres vivos con necesidades, historias y vulnerabilidades particulares.
No es extraño que, en muchos casos, las primeras sensaciones de tener un nuevo compañero en casa lleven a adoptar con entusiasmo, sin una evaluación profunda de lo que esto implica. Sin embargo, cuando las expectativas no se ajustan a la realidad, algunos adoptantes terminan por devolver a los animales, generándoles un sufrimiento evitable y revirtiendo procesos de adaptación que requieren tiempo y estabilidad. Tal fue el caso de Botas, un gato rescatado en calles de Bogotá cuya historia refleja de manera clara los riesgos de adoptar sin estar verdaderamente listos.
El sinuoso recorrido de Botas

La historia de Botas comenzó en octubre de 2024, cuando fue encontrado en condiciones de abandono en una zona rural del barrio Bosa, al sur de Bogotá (Colombia).
El felino de pelaje atigrado se encontraba oculto entre la maleza, débil y temeroso en una situación precaria junto con otros hermanitos igualmente vulnerables. Fue una voluntaria de la Fundación Second Chances quien lo rescató, dándole el primer paso hacia una posible recuperación.
Desde el inicio se mostró particularmente desconfiado, pues evitaba el contacto humano y presentaba señales claras de haber vivido situaciones traumáticas, como ataques de perros y maltrato por parte de personas, según explicó la fundación a través de sus cuentas de redes sociales.
David Barrera López, miembro activo de la fundación, dijo a medios locales que siempre dan información transparente sobre el carácter de sus animales, así como de los procesos de adopción y cualquier acercamiento con los mismos. En el caso de Botas, debido a su timidez, se explicó que su proceso requeriría tiempo, paciencia y un entorno tranquilo y amoroso.
Aun con las advertencias, en marzo de 2025 una pareja expresó su interés en adoptarlo. Tras varias conversaciones y con la promesa de asumir el reto, se formalizó la adopción. La familia ya contaba con otra gata, y aseguraron estar preparados para convivir con un gato que requería una socialización gradual. No obstante, tan solo semanas después comenzaron las quejas. Botas no se dejaba tocar, su tamaño era mayor al esperado y no se llevaba bien con la otra mascota, por lo que la familia tomó la decisión de devolverlo.
Barrera recogió personalmente, y sin confrontaciones, al felino. Sin embargo, en su reencuentro se percató que Botas tenía un significativo deterioro en su estado emocional y físico. Debido a que tenía un grave malestar dental, Second Chance averiguó más y descubrieron que el minino estuvo confinado a un baño sin luz durante varios días y, a pesar de que ya tenía signos de dolor en su dentadura, no fue atendido. La fundación lamentó profundamente la manera en la que fue tratado, “como si se tratara de un objeto defectuoso y no de un ser sensible con antecedentes de sufrimiento”.
Por ello, se le practicó una cirugía dental y se le esterilizó, todo financiado con recursos de los propios voluntarios y con el apoyo de donaciones de la comunidad.
Si bien ya se encuentra en proceso de recuperación y su salud ha mejorado, aun tiene un carácter reservado, pero trabajan en recuperar su confianza en los humanos. El refugio comentó que ahora come bien, ya no se esconde con tanta frecuencia y muestra señales de curiosidad. Con una familia adecuada —sin otros animales, con paciencia y amor incondicional— Botas podría finalmente encontrar la estabilidad que tanto necesita.
Adopción y adaptación al nuevo hogar

Uno de los factores más importantes en toda adopción responsable es entender que cada animal necesita su propio tiempo para adaptarse a su nuevo hogar. En el caso de los gatos, este proceso es variable, dependiendo de su personalidad, edad, experiencias pasadas y del entorno que encuentran tras ser adoptados. Además, si en el hogar ya viven otros animales, la integración deberá realizarse de manera paulatina, para evitar conflictos y estrés.
Según el blog de Hill’s Pet, la popular “regla del 3-3-3” es una guía útil para entender las etapas generales de adaptación de un gato rescatado.
Durante los primeros tres días, el gato suele sentirse asustado, desorientado o inseguro. Es normal que se esconda, explore poco y evite el contacto. En este periodo es crucial proporcionarle un espacio tranquilo, con acceso a comida, agua, arenero y refugio, sin forzar interacciones.
En las primeras tres semanas, el gato empieza a explorar el hogar, a familiarizarse con los miembros de la familia y a establecer rutinas. Este es el momento oportuno para iniciar, si es necesario, presentaciones cuidadosas con otros animales, siempre respetando los ritmos del nuevo integrante.
Al llegar a los tres meses, muchos gatos ya se sienten parte de la familia y comienzan a mostrar una mayor confianza. Sin embargo, aquellos que han vivido situaciones difíciles o son especialmente tímidos pueden requerir incluso más tiempo, a veces hasta un año, para sentirse plenamente seguros y relajados.
Según Experto Animal, para facilitar este proceso, se recomienda mantener rutinas estables, evitar ruidos fuertes o visitas en los primeros días, y nunca forzar el contacto físico. Brindar un entorno seguro, comprensivo y amoroso es la mejor manera de permitir que el gato se sienta en casa.
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