
Desde hace décadas, los perros ocupan un lugar fundamental en las operaciones de seguridad y defensa de distintos países, particularmente en cuerpos militares como el Ejército, la Marina o la Fuerza Aérea. Estos animales no solo cumplen funciones estratégicas de búsqueda, rescate y detección, sino que también representan un invaluable apoyo emocional y operativo para sus manejadores. Su entrenamiento comienza desde que son cachorros y se extiende por meses o incluso años, según el nivel de especialización requerido.
Los perros seleccionados para integrar estos cuerpos caninos suelen caracterizarse por su inteligencia, docilidad, agilidad y agudo sentido del olfato, por lo que las razas más comunes para ser parte de las fuerzas del orden son el pastor alemán, pastor belga malinois, el labrador retriever y el golden retriever.
Tal es el caso de Ángel, una labrador retriever negra que dedicó casi una de su vida al servicio de los Estados Unidos, participando en operaciones militares para identificar explosivos bajo el mando del Cuerpo de Marines y la Fuerza Aérea.
La canina dejó una huella no solo en sus compañeros humanos, sino también en cada una de las misiones que ayudó a completar con éxito. Y después de muchos años en servicio, logró volver con quien tuvo una conexión genuina que trasciende el tiempo: su primer entrenador.
Ángel, años de servicio y un reencuentro amoroso

Ángel es una labrador retriever de pelaje negro brillante, dotada de una energía incansable, un olfato extraordinario y una personalidad entrañable. Desde temprana edad. fue seleccionada para formar parte del programa de Perros de Trabajo Militar del Departamento de Defensa de Estados Unidos, por lo que comenzó su adiestramiento formal en 2017.
Desde aquel momento, la canina fue entrenada como perro sin correa detector de explosivos, una especialidad que exige precisión, disciplina y confianza absoluta entre el perro y su guía. A lo largo de su carrera, fue asignada a distintas bases y operativos, desempeñando tareas clave en operaciones tanto en Japón como en Corea del Sur, en ambientes donde la seguridad dependía de su agudeza y temple.
Ángel tuvo varios manejadores durante sus años de servicio, pero ninguno marcó tanto su historia como su primer adiestrador: el sargento Justin, quien formaba parte del Cuerpo de Marinos.
La relación entre Justin y Ángel no fue fácil al principio. El sargento recordó que al inicio de su entrenamiento conjunto, ninguno de los dos destacaba en sus funciones: “Yo no era el mejor adiestrador, y ella no era la mejor perra sin correa”, relató entre risas a la organización.
A pesar de los tropiezos, su etapa inicial de errores compartidos fue la base para construir una relación de confianza, respeto y profundo afecto. “Fue extremadamente testaruda, pero fue la perra que me enseñó a tener paciencia. Se convirtió en mi chica desde el primer día”.
La vida en las fuerzas armadas implica desafíos constantes, desplazamientos y un nivel de exigencia emocional considerable. Para Justin, la perra se convirtió en un apoyo silencioso pero constante, un lazo afectivo en medio del rigor del entrenamiento y las misiones.
Después de varios años de separación, finalmente se reencontraron en Texas, gracias a la American Human Society, una organización que se encarga de reunir a perros de trabajo militar retirados con sus antiguos manejadores y que cubre su atención veterinaria de por vida. El reencuentro, ocurrido a inicios de abril de 2025, fue emotivo y simbólico. Ángel podrá disfrutar de una vida tranquila, alejada del rigor castrense, con la compañía del humano que fue su primer compañero de vida.
“Sinceramente, lo que más me gustaba de trabajar con Ángel era cuando la dejaba ser simplemente un perro y correr libremente para relajarse”, comparte Justin. Uno de los placeres favoritos de Ángel era nadar: reconocía de inmediato los sitios de entrenamiento que estaban cerca del agua y no dudaba en lanzarse al lago o al mar, lo cual ahora hará como una nueva rutina. Para Justin, tener de nuevo a Ángel es una forma de cerrar un ciclo y comenzar otro. “Solo quiero consentirla y darle todo lo que tienen los perros normales”, afirma con una sonrisa.
La jubilación de los perros en el servicio militar

Los perros de trabajo militar, como cualquier otro miembro de una fuerza operativa, tienen un límite en su vida laboral.
De acuerdo con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), la edad promedio para la jubilación de estos animales oscila entre los siete y nueve años, aunque este rango puede ajustarse en función de factores específicos como la raza, el estado físico, la salud general y la naturaleza del trabajo desempeñado. En instituciones como la Guardia Nacional de México, por ejemplo, los perros son retirados luego de completar más de siete años de servicio, mientras que en la Secretaría de Seguridad del Estado de México, el protocolo establece una evaluación física y psicológica al llegar a los ocho años de edad.
En el caso de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, el Departamento de Defensa establece un promedio de jubilación entre los ocho y 10 años por cuestiones de salud o alguna otra circunstancia que los imposibilite de sus labores. Algunos de estos animales son retirados con distinción honoraria cuando sufren lesiones o estrés mental a causa del trabajo castrense.
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