
Durante décadas, el monstruo de Gila (Heloderma suspectum) ha sido objeto de temores y leyendas. Este lagarto robusto y de colores llamativos —negro con patrones anaranjados o rosados— habita los desiertos del suroeste de Estados Unidos y el norte de México. Es una de las pocas especies de lagartos venenosos conocidas, lo que alimentó su reputación de peligroso, aunque en realidad rara vez representa una amenaza para los humanos.
Este enigmático reptil se destaca por su veneno único, que no solo ha sido motivo de interés científico, sino que también ha tenido un gran impacto en el campo de la medicina. En particular, las proteínas contenidas en su veneno son cruciales en el desarrollo de tratamientos como Ozempic, utilizado en el tratamiento de la diabetes tipo 2 y la obesidad.
A pesar de su relevancia, esta especie está en grave peligro, con su población en la naturaleza disminuyendo rápidamente debido a factores como la destrucción de su hábitat y el cambio climático.
Un veneno transformado en medicina
El monstruo de Gila es un reptil robusto, con un cuerpo grueso cubierto de escamas de colores que varían entre el negro y el naranja, lo que le da una apariencia intimidante. Mide entre 35 y 50 centímetros de largo y pesa alrededor de 1.5 kilogramos. Su veneno, que secreta a través de glándulas en su mandíbula inferior, está diseñado para paralizar a sus presas y descomponer sus tejidos. Sin embargo, su mordedura no representa un peligro mortal para los humanos, aunque puede causar dolor intenso y síntomas similares a los de una infección.
Este lagarto tiene un metabolismo lento, lo que le permite sobrevivir con una dieta poco frecuente, alimentándose principalmente de pequeños mamíferos, aves y huevos. Adaptado a las condiciones áridas de su hábitat en los desiertos de Arizona y Nuevo México, es un animal solitario y territorial. Durante la mayor parte del año, permanece inactivo, emergiendo principalmente en los meses más cálidos para buscar alimento.
El veneno este reptil es objeto de estudio desde principios de la década de 1990, cuando los endocrinólogos Daniel J. Drucker y John Eng descubrieron una proteína en su saliva capaz de simular la acción de la hormona GLP-1, la cual regula el azúcar en la sangre. Sin embargo, la exendina-4, como se le conoce, tiene una ventaja significativa sobre la hormona natural, la cual es su mayor estabilidad. Esta diferencia le permitió ser utilizada en el desarrollo de medicamentos para la diabetes tipo 2, como el semaglutide (Ozempic), que también ha demostrado eficacia en el tratamiento de la obesidad.
El éxito comercial de medicamentos como Ozempic es notable. Según informó The New York Times, solo en Estados Unidos se despachan millones de recetas mensuales, generando ingresos multimillonarios para las compañías farmacéuticas.
A pesar de estos desafíos, este descubrimiento marcó un antes y un después en la medicina, pues no solo se identificó un nuevo tratamiento para enfermedades crónicas, sino que también se reveló el potencial de las sustancias naturales, como las proteínas del veneno, para proporcionar soluciones terapéuticas, según explica The Conversation. La exendina-4 es un ejemplo claro de cómo el estudio de organismos venenosos puede beneficiar a la humanidad, al mismo tiempo que subraya la importancia de conservar tales especies para seguir explorando sus propiedades científicas.
La especie “casi amenazada” y cómo devolver el favor

El monstruo de Gila está catalogado como “casi amenazado” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pues aun con su habilidad para adaptarse a ambientes áridos y su resistencia al calor extremo, la especie enfrenta una serie de desafíos que ponen en peligro su supervivencia. La principal de estas es la pérdida de su hábitat natural debido a la urbanización, la expansión agrícola y la fragmentación del ecosistema del desierto. Además, el tráfico ilegal de fauna también contribuye a la disminución de su población, con el reptil siendo capturado y comercializado por su veneno y su rareza.
El cambio climático también representa una amenaza creciente, ya que las temperaturas extremas y las alteraciones en los patrones de precipitación están afectando la disponibilidad de los recursos que este animal necesita para sobrevivir. Todo esto ha resultado en una reducción notable de las poblaciones en estado silvestre, lo que pone en riesgo el futuro de esta especie única.
A pesar de los peligros que enfrenta, el monstruo de Gila no es un caso perdido. Según The New York Times, el químico farmacéutico Tim Cernak, de la Universidad de Míchigan, está utilizando herramientas avanzadas de inteligencia artificial y robótica para desarrollar tratamientos dirigidos a enfermedades que afectan a animales y ecosistemas enteros. Este enfoque, que él denomina “química de la conservación”, busca aplicar los principios de la medicina humana al cuidado de la fauna y la flora.
Un ejemplode este trabajo es el caso de Pebbles, un monstruo de Gila que vive en Creature Conservancy, una organización educativa en Michigan, Estados Unidos. Pebbles contrajo un parásito llamado cryptosporidium, que suele ser fatal para los reptiles. Cernak y su equipo trabajan actualmente para encontrar un tratamiento eficaz, utilizando técnicas de descubrimiento de fármacos que combinan inteligencia artificial y experimentación robótica.
El desarrollo de medicamentos para animales y ecosistemas plantea retos únicos. En el artículo de The New York Times se explica que los patógenos que afectan a especies como las ranas, las tortugas marinas y las aves son poco estudiados, lo que dificulta la creación de tratamientos específicos. Además, la liberación de fármacos en el medio ambiente genera preocupaciones sobre posibles efectos secundarios en otras especies y en los ecosistemas.
A pesar de estas dificultades, Cernak y su equipo ya tienen avances prometedores. Por ejemplo, han identificado un compuesto eficaz contra el hongo quítrido, una enfermedad que está llevando a muchas especies de anfibios al borde de la extinción. Este compuesto, probado en ranas enanas africanas, podría ser un paso importante hacia la protección de estas especies.
Esta paradoja subraya la necesidad urgente de proteger la biodiversidad, no solo por razones éticas y ecológicas, sino también por el valor científico incalculable que aún puede ofrecer. El futuro del monstruo de Gila depende de la capacidad humana para equilibrar el progreso de la sociedad con la conservación del medio ambiente, asegurando que este legado biológico no se pierda para las generaciones futuras.
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