
En el año 1957, la perra callejera Laika se convirtió en el primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra a bordo de la nave soviética Sputnik 2. Horas después del lanzamiento murió por hipertermia.
Seis años más tarde, el 18 de octubre de 1963, Félicette, una felina doméstica de pelaje blanco con negro hizo historia al volverse la primera gata que llegó al espacio y regresó con vida a bordo del cohete francés Veronique.
La operación fue llevada a cabo por especialistas de la agencia espacial Centre d’Enseignement et de Recherches de Médecine Aéronautique (Cerma), quienes se encargaron de reunir a 14 gatos callejeros, de acuerdo con reportes del periódico británico The Guardian.
Una gata que pasó a la historia

Quien resultó seleccionado para ir al espacio era conocido únicamente como el gato “C341″, pues los científicos a cargo de la misión decidieron no ponerles nombre para evitar que se encariñaran con ellos.
La misión se llevó a cabo, el cohete despegó y llegó hasta la órbita terrestre con éxito. Después descendió y trajo de regreso a C341 a salvo. Rápidamente la historia se convirtió en una importante noticia a nivel nacional e internacional, por lo que se decidió que el animal merecía un nombre.
El equipo llamó al felino Félix como referencia al popular personaje de dibujos animados con el que compartía muchas similitudes. Poco tiempo después descubrieron que el gato en realidad era hembra, cambiando así su nombre a Félicette.
Jake Foster, astrónomo del Real Observatorio de Greenwich, dijo durante una entrevista con el medio inglés que durante la década de 1960, muchos científicos e ingenieros que trabajaban en la carrera espacial buscaban comprender qué tan peligroso era para los seres humanos viajar a la órbita del planeta a bordo de una cápsula.
“La mayoría de los vuelos espaciales con animales se realizaron para ver si sufrían o si sus vidas estaban amenazadas por la ingravidez”, añadió el astrónomo.

Otro de los problemas que buscaban investigar los expertos tenía que ver con el aumento de radiación y otros efectos dañinos que pudieran experimentar los seres vivos a bordo.
“El hecho de que no sucumbieran allanó el camino para que los humanos iniciaran viajes al espacio”, dijo Foster.
Félicette, al igual que Laika, tuvo un destino desafortunado, pues fue sacrificada dos meses después de regresar del espacio para que así los científicos pudieran investigar cómo la radiación y el viaje a la órbita terrestre afectaron su cuerpo.
Poco tiempo después revelaron que no encontraron nada útil durante la autopsia y Francia jamás lanzó a ningún astronauta al espacio.
Como una forma de recordar su vida y legado en la ciencia, la Universidad Internacional del Espacio de Estrasburgo erigió en 2019 una estatua suya.
Cómo la vida cambia en el espacio

Jennifer Buchli, científica de la NASA, explicó para The Guardian cómo se desarrolla la vida, específicamente las plantas, en condiciones de “microgravedad”, pues “ya no saben” la dirección en la que están y no distinguen “hacia dónde es abajo”.
“Ya no tienen una señal de gravedad para la estructura de sus raíces. Por eso examinamos su ARN para saber cómo les da direcciones y señales, y en qué se diferencia de la forma en que se comportan las plantas en la Tierra”, dijo Foster.
La científica también citó un estudio realizado en ratones con el que buscaban averiguar cómo respondían sus intestinos y el horario de sueño a estar en el espacio durante 90 días.
Dicha investigación constó de un grupo de ratones que vivió en órbita y otro que se mantuvo en la tierra como grupo de control para que pudieran comparar sus resultados.
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