
Assassin‘s Creed es una de las sagas modernas más emblemáticas de la industria. Como tal, ha estado en el centro del debate desde el primer momento y no es ajena a la polémica. Desde la sobreexplotación con entregas anuales, pasando spin offs en cuanta plataforma exista y remasterizaciones de todo tipo, hasta reinvenciones de la experiencia base. La búsqueda de identidad es una de las características de la franquicia y las últimas entregas supieron adaptarse a los estándares modernos. Sin embargo, es inevitable sentir que la experiencia se modifica en base a lo que se “supone” que los jugadores quieren y no por un fin creativo.
Mirage es un Assassin‘s Creed de transición y, originalmente, había sido concebido como un DLC de Assassin’s Creed Valhalla. En algún momento del desarrollo, Ubisoft Bordeaux se dio cuenta que tenía algo importante entre sus manos, el proyecto tomaba vuelo propio y a la empresa madre se le encendió el signo de dólar en la mente. Pero lejos de caer en la tentación de hacer más de lo mismo, el estudio decidió ir en busca de la jugabilidad clásica de la saga. El problema es que “clásico” tiene un valor subjetivo, para mí sería volver a la época dorada de Ezio Auditore, pero otros hablarán de la épica pirata con naufragios y seguramente alguien querrá volver a Londres.

En este caso, Ubisoft Bordeaux se decantó por la jugabilidad de la primera entrega pero con algunas mejoras de calidad de vida. El resultado es un juego de acción que se aleja de lo propuesto en las últimas tres entregas y propone una vuelta hacia el sigilo, con herramientas no letales y varias formas de infiltrarnos en las locaciones más importantes. El parkour vuelve a cobrar relevancia y Bagdad está realizada con esta actividad en mente, el combate está simplificado pero retiene la agilidad moderna y el mapa es muchísimo más reducido. El problema es que, si bien se siente como un regreso hacia las raíces, hay un componente vital que falla en la fórmula: la narrativa.
Entrega tras entrega, la saga fue adquiriendo características de otros géneros que consiguieron hacer propia. Cambiaron el sistema de progresión del personaje, los árboles de habilidades y hasta renovaron el combate por completo. El tamaño del mapa, la cantidad y calidad de actividades y hasta la forma de abordar la narrativa, todo fue actualizándose. Sin embargo, hay un componente vital que siempre fue la columna vertebral de cada Assassin‘s Creed: el enfoque narrativo y la construcción de los personajes. Y es en este punto en que Mirage tropieza, entregando una historia intrascendente, protagonizada por un puñado de personajes olvidables.

Lejos quedaron los grandes momentos épicos de las primeras entregas, las vueltas de tuerca y la compleja trama que tantas horas de debate propició. Mirage encuentra el camino en cuanto a lo jugable y creo que el regreso al sigilo, dejando atrás los componentes de RPG, es un gran acierto. Pero descuida lo más importante, lo que nos llevó a juntar las cien plumitas de Assassin’s Creed II sin chistar y a soportar la ridícula progresión segmentada de Assassin’s Creed Revelations: una historia atrapante repleta de personajes memorables, icónicos y queribles. Por suerte no es un extremo, Basim demuestra crecimiento y todo lo que sucede cobra mayor relevancia para quienes hayan jugado toda la campaña de Valhalla. Pero para los que no pasaron por la aventura vikinga la narrativa será, en el mejor de los casos, entre intrascendente y pasatista.
Entonces, ¿cuál es la esencia real de Assassin‘s Creed? Cada uno tendrá su propia opinión, pero en mi caso se trata de proponer una historia fantástica con personajes queribles, bien escritos y memorables. Hay que basarse en eventos reales o mitos populares lo suficiente como para aprovechar esa mística irresistible y ofrecer un mapa grande, aunque no abrumador. La jugabilidad tiene que acompañar la acción, facilitar la libertad de desplazamiento y nunca entorpecer la infiltración. Finalmente, el combate debe ser ágil, divertido y garantizar un abanico de opciones que nos permita encontrar una solución acorde a cada situación planteada.

Mirage se acerca bastante a mi concepción de jugabilidad clásica, pero Ubisoft tiene mucho que pulir y mejorar si realmente quiere volver a la esencia original de su saga. Si esta nueva entrega también funcionará como un parámetro para medir el interés del público en este tipo de propuesta es, por ahora, un misterio. Pero tampoco sería para nada extraño suponerlo. Sabemos que están desarrollando el próximo gran Assassin‘s Creed y dudo que la desarrolladora francesa abandone del todo el estándar que estableció con Assassin’s Creed Origins, Assassin’s Creed Odyssey y Valhalla. Pero si deciden decantarse por una experiencia de exploración más concentrada, orientada al sigilo, con un combate simplificado y ofrecen una narrativa a la altura de sus mejores obras, creo que Mirage puede significar un paso necesario para ese fin.
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