
Masters of the Universe, también conocido por sus siglas MOTU es una saga que nació en el mundo del merchandising: fueron unos muñecos creados en 1981 y que ante la falta de una narrativa que permita a los chicos jugar con ellos, se crearon un cómic y una serie animada para darle coherencia.
Mattel (hoy en la cresta de la ola) logró captar tantos los sentimientos de pertenencia cómo los lúdicos a través de una simple historia entre héroes y villanos, en el mágico mundo de Eternia. El héroe He-Man (literalmente traducido como Él - El hombre) blandía una espada y bíceps marcados mientras derrotaba a Skeletor (con uno de los mejores diseños de personajes) al gritar un juramento que finalizaba con “¡ya tengo el poder!”.
Para el público objetivo niños era una solución precisa, quirúrgica y efectiva. Luego arribó su prima She-Ra para captar el gusto femenino, y un tiempo después se colocó a la saga en la difícil decisión: había que realizar una película. El experimento animado de un episodio doble en formato directo a vídeo de He-Man y She-Ra funcionó bien, era el momento de intentarlo con actores.
En 1987 se estrena en cines Amos del Universo (Masters of the Universe).

Protagonizada por Dolph Lundgren, Frank Langella, y una jovencísima Courteney Cox, buscaba mezclar el universo de la serie con nuestra realidad. ¿El resultado? Un frankenstein bizarro sin sentido, que hubiese sido la comidilla de memes si se estrenaba hoy día.
En el planeta Eternia, Skeletor tomó el Castillo de Grayskull y capturó a la hechicera. Necesita que se cumpla un hecho astronómico que le termine dando la victoria definitiva. Tras ser vencidos, He-Man, Man-At-Arms y Teela usan una llave multidimensional para terminar cayendo en Estados Unidos durante los ochenta.
Dolph Lundgren, que venía de romperla como Ivan Drago en Rocky IV (1985) exagera hasta el paroxismo el gesto rudo y acartonado del príncipe de Eternia. Se siente como Schwarzenegger en sus inicios, cada vez que dice algo produce risa y cringe en partes iguales.

Los efectos visuales todavía estaban en una etapa temprana de desarrollo, y el poco presupuesto de la productora Cannon Films no ayudaba a la situación. La historia alrededor de la producción comenta que la casa de bajos presupuestos de donde bebían directores como Roger Corman estaba en un momento financiero complicado, y los resultados de su película anterior Superman: En busca de la paz (Superman IV: The Quest for Peace, 1987) redujeron la financiación de Masters of the Universe a un cuarto. Iba a realizarse incluso una secuela ya pactada, y los decorados se terminaron reutilizando para Cyborg (1989), que llevó a Jean Claude Van Damme a ser reconocido.
A pesar de tener a uno de los diseñadores de arte de Star Wars, la película nunca terminó de funcionar. La poca relación con el material original, la música ochentosa espantosa, los malos efectos y las pésimas actuaciones fueron los clavos que cerraron el ataúd. A pesar que al final Skeletor prometía regresar.
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