
“Es algo que siempre me llamó la atención y por eso me anoté para venir”, afirma Marcela Contreras, una docente que vivió toda su vida en Iglesia, San Juan. Su arraigo y compromiso con su lugar de origen es sustancial y fue lo que la motivó a formar parte de esta iniciativa junto a otros habitantes de su comunidad y del departamento vecino de Jáchal.
Este grupo de voluntarios tuvo la posibilidad de ser parte de un monitoreo participativo, que es un programa de la mina Veladero en San Juan. La actividad, que se realiza en los periodos de primavera y verano, les permite a las personas conocer el estado de los distintos ríos de la zona y chequear que no exista ningún elemento que altere la condición natural que tenían previa al desarrollo de la actividad minera.

La experiencia de este grupo de vecinos comprendió tres días. Los dos primeros fueron dedicados exclusivamente a la toma de muestras, mientras que el tercero consistió en llevarlas a un laboratorio certificado en la ciudad de San Juan. Allí se someten a un riguroso análisis en presencia de los voluntarios para comprobar que los resultados se encuentran dentro de los parámetros permitidos por las normativas vigentes a nivel nacional y provincial. El esfuerzo de la población es vital para sumar transparencia a la actividad de control medioambiental que también realizan las autoridades y la empresa constantemente.
A través de una caravana en camionetas todoterreno, la aventura comenzó en Jáchal y pasó a El Chinguillo: un pueblito habitado por una sola familia que se encuentra aproximadamente a 60 kilómetros de Rodeo, localidad cabecera de Iglesia. En este lugar, los voluntarios recibieron una explicación sobre cómo se lleva a cabo el proceso y definieron los puntos que desean monitorear en la primera jornada.
Luego, la travesía se dirigió hacia la confluencia del Río de la Palca y el Río Blanco, en lo que se conoce como la cuenca baja. “Tomamos muestras duplicadas en campo y en terreno que nos sirven para luego ser enviadas al laboratorio”, afirma Ricardo Cortez, supervisor de Medioambiente de Veladero.
Una vez que se extrae agua de los distintos puntos elegidos por los voluntarios, la primera jornada llegó a su fin y la caravana recorre 90 kilómetros para retornar a Rodeo y pasar la noche allí. El cronograma continúa al día siguiente con el traslado hacia la mina que comienza a la madrugada.

Luego de más de tres horas de viaje, con subidas y bajadas por el corazón de Los Andes, los vecinos arriban al denominado Campamento Los Amarillos de Veladero, donde los recibe el personal médico para chequear su frecuencia cardíaca y el oxígeno en sangre. Cabe destacar que este sitio se encuentra a 5.000 metros de altura aproximadamente.
“Me parece muy buena la iniciativa de convocar al pueblo a participar de esto. Al ser un tema que puede estar en constante crítica, es importante que la gente tenga la posibilidad de sumarse y aclarar ciertas dudas que tenga”, asegura Laila Luján, una voluntaria oriunda del departamento de Jáchal.

Tras un desayuno y una inducción en la que los voluntarios reciben las indicaciones necesarias para circular dentro de la mina, llega el momento de seleccionar los puntos de monitoreo sobre el Río de las Taguas y el Río Potrerillos. Allí se suelen elegir los sectores más críticos, que son LA-7, el punto donde puede medirse la influencia de Veladero, y el SW-6, ubicado aguas abajo del valle de lixiviación.
Cabe destacar que todas las muestras extraídas se guardaron en una conservadora que permanece bajo custodia de los vecinos durante todo el proceso: durmió con ellos la primera noche en Iglesia y hace lo propio en la segunda, cuando se encuentran en San Juan Capital, para llevarlas a analizar en la mañana siguiente.
El laboratorio elegido para realizar este trabajo es SGS, una red internacional que opera desde 1938 a nivel mundial y posee nueve sedes en la Argentina que trabajan para diferentes industrias. Particularmente, la que está ubicada en San Juan se especializa en medioambiente.

En este sitio, el proceso comienza con la recepción de las muestras y su correspondiente etiquetado. Luego, viene el momento del análisis, del cual también participan los voluntarios, y finaliza con la emisión del informe analítico completo que compara los resultados con valores de referencia previos a la actividad minera en distintos elementos como pH, conductividad y metales. Cada participante se lleva una copia del mismo.
De esta manera, los vecinos retornan a sus hogares en Iglesia y Jáchal con los resultados en la mano y la misión cumplida: vuelven con la tranquilidad de que el agua que llega a sus hogares no está impactada y de haber aportado un granito de arena para contribuir con el bienestar de sus familias y comunidades.
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