Escritora, guionista, articulista, dramaturga y contadora. Esas son algunas de las pasiones que inspiran a Claudia Piñeiro a escribir un sinfín de maravillosas historias rodeadas de suspenso, emoción y la posibilidad de un final abierto. “En mis historias está la muerte como está la hipocresía, el silencio, el encierro y el lugar de la mujer en la sociedad”, revela la autora de “Betibú” en una charla con Alejandro Finocchiaro para una nueva entrega de “Vení que te leo”.
En el noveno episodio -tras haber dialogado con Mark Kent, Mateo Salvatto, Federico Andahazi, María Julia Oliván, Eduardo Sacheri, Diego Brancatelli Mario Pergolini y Carlos Rottemberg- el político y la escritora dialogan sobre la actualidad del lenguaje español en el mundo, los comienzos de Piñeiro en la ficción, el desafío de diseñar la siguiente historia y el rol de la interpretación de los lectores.
Como en cada capítulo de “Vení que te leo”, Finocchiaro introduce la charla con una lectura seleccionada. En este caso, las palabras elegidas pertenecen a una reflexión que Piñeiro realizó en el Congreso Internacional de la Lengua Española: “Soy escritora, y como dijo Reinaldo Arenas, los escritores estamos encaprichados en ponerle palabras al silencio, a los silencios actuales y a los anteriores; incluso a los que vienen desde 500 años atrás”.
Finocchiaro: -¿A qué silencio estás ahora buscando poner palabras?
Piñeiro: -En el Congreso Internacional de la Lengua Española estaba haciendo una apelación, quienes estábamos ahí éramos la mayoría latinoamericanos y algunos españoles, con mucho más poder que los latinoamericanos. Por eso, los silencios de 500 años tienen que ver con eso. No en un sentido exagerado o un sentido que no se pueda hablar más de lo que pasó, sino tomar conciencia que la lengua es de todos, no es solamente de los españoles. El español es la segunda lengua en el mundo por la cantidad de latinoamericanos que andan por todas partes trabajando y llevando esa lengua. Que se siga llamando la Real Academia Española, y que no se dé lugar a lo latinoamericano y a las distintas versiones del lenguaje, eso es lo que yo quería marcar. Además es un tema económico, la RAE pone los profesores en distintas partes del mundo y esos poderes también dan poderes económicos, políticos, etc.
Qué pasa con este lenguaje que excede al español y que incorporó un montón de otras palabras de distintos países. A mí me encanta escuchar un colombiano, un venezolano o un mexicano. Todos tienen tonadas, pero además, palabras distintas. Todo eso hace que se enriquezca un idioma. Lo que yo quería marcar es que siempre hay silencios, una de las cosas que opera en las sociedades para que determinadas situaciones se mantengan en un statu quo.

-Haruki Murakami tenía un bar de jazz y un día empezó a escribir. Vos sos contadora, y también un día empezaste a escribir y desarrollar tu vocación de escritora, ¿qué es lo que te hizo escribir para que te lean?
-La realidad es que yo escribí siempre, desde que sé escribir. El hecho de ser contadora son desvíos que uno tiene a veces por uno mismo, y a veces por terceros o circunstancias. Desde que soy lectoescritora escribo cuadernos con historias, con poemas; pero en mi familia no había artistas, no había gente relacionada con el arte ni con las letras, entonces a mí me costó pensarme escritora. Escribía, pero pensarme escritora era un paso que todavía no podía dar. Cuando terminé el colegio secundario quería estudiar sociología. Eso fue en el 1978, cuando la dictadura militar cerró en la UBA todas las carreras humanísticas. Sociología hubiera sido una carrera más cercana a como yo me planto al mundo y también en la literatura, que para contar la historia de una familia tengo que contar en la sociedad en la que vive esa familia. En ese momento, entre lo que había para estudiar estaba Ciencias Económicas, yo era bachiller, no tenía idea de lo que era la contabilidad, creo que eso fue fundamental para la elección de la carrera en un punto (risas) y que mis padres empezaron la carrera y no la habían podido terminar. Esas asignaturas pendientes que nadie te dice “tenés que hacer” pero están por ahí en el inconsciente de la familia. Había que elegir entre lo que había y elegí contadora. En algún momento el deseo fue más allá, y como la escritura es un acto de comunicación donde uno escribe para que otro lo lea, o por lo menos yo escribo para que otro lo lea, cerca de los 30 años mandé una novela a un concurso y quedé finalista. Ese fue el primer espejo. Recién ahí empecé a pensarme como escritora, con esfuerzo y trabajo.
-Escribís pensando en quien lo va a escribir y cómo va a reaccionar. Es algo que en general decís en tus reportajes y me hacés acordar a José Luis Borges, que solía decir que le maravillaba hacer la interpretación que hacía la gente de lo que él escribía, que en muchos casos era más rica de lo que había pensado. ¿Alguna vez te ha pasado algo así?
-”La viuda de los jueves” era un libro que había leído mucha gente, entonces en la Feria del Libro la mayoría de quienes estaban en esa sala ya lo habían leído, que no te pasa naturalmente porque cuando vos presentás un libro muy pegado a la salida muchas veces la gente va solo de curiosa. Algunos me hacían comentarios que pensaba “esto no tiene nada que ver con lo que yo quise escribir” y ahí es cuando sentís que el libro ya no es más tuyo. Uno apuesta a que el lector es un lector inteligente, activo, que no quiere el texto deglutido hasta el final.

-Tu obra tiene que ver mucho con el policial, ¿de dónde viene tu interés por el policial?
-Cuando me pongo a escribir -excepto “Betibú”- nunca pienso que voy a escribir una novela policial. Hay un interés por ver una sociedad y en ese interés aparecen crímenes. También hay una obsesión con la muerte, entonces en mis historias está la muerte como está la hipocresía, el silencio, el encierro y el lugar de la mujer en la sociedad.
-El nuevo policial tiene mucho que ver con lo que sucede en las estructuras sociales del lugar donde se producen, ¿no?
-Cuando escribís policiales tenés que contar las sociedades donde transcurren porque no todas las sociedades producen el mismo tipo de crimen, sino no terminás de contar la novela policial.
-¿Por qué pensás que elegimos ver policiales en series?
-El policial promete que te va a responder con la verdad, cosa que no pasa cuando uno está con determinada noticia periodística, donde sabe que a lo mejor nunca va a saber lo que pasó. El policial te promete que vas a saber qué pasó, por un lado está esa búsqueda de la verdad, y yo creo que hay otra cosa que surge por los algoritmos, donde las plataformas empiezan a medir qué cosas miden más. Además, el enigma de la muerte. El que va a leer un policial sabe que hay una historia, sabe que le van a contar un cuentito y que ese cuentito además va a tener suspenso, que es un gran gancho para los espectadores. No estoy de acuerdo cuando se le busca una cuestión de morbo, sino que -la historia- tiene grandes enigmas que responder. Hay otras razones por las que la gente se engancha con estas historias.
-Si tuvieras que elegir un escritor latinoamericano no argentino, ¿a quién elegirías para leer?
-Leería el último libro de Guadalupe Nettel, “El nido vacío”, que tiene que ver con una madre a la que le es difícil la maternidad. Guadalupe es una mexicana que me gusta mucho. Las mujeres latinoamericanas están arrasando todos los premios. No hay país en Latinoamérica donde no encuentres una escritora haciendo novelas que marcan.
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