
En los años noventa, Canadá quedó en shock al descubrir que una joven pareja de apariencia encantadora—Paul Bernardo y Karla Homolka, apodados “Ken y Barbie” por su aspecto perfecto—era responsable de una serie de crímenes espeluznantes. Bajo la máscara de una relación ideal, escondían una historia de abusos, complicidad y asesinatos que destrozó varias familias.
Orígenes y el encuentro
Paul Bernardo nació en 1964 en Scarborough, Ontario. Detrás de su carisma y sus modales sofisticados se ocultaba una personalidad marcada por el rechazo familiar, la violencia y un temprano desprecio hacia su madre. Desde la adolescencia, desarrolló un deseo de control y fantasías sexuales sádicas. Su vida pública, sin embargo, era la de un estudiante responsable y de buen aspecto, tal como reconstruyó People.
Karla Homolka nació seis años después, en 1970, en Port Credit, provincia de Ontario. Era la mayor de tres hermanas, estudiante aplicada y de carácter fuerte. Sus años de colegio transcurrieron entre buenas calificaciones y una vida social activa. En 1987, cuando tenía apenas 17 años, conoció a Paul Bernardo en una convención de mascotas. Desde ese momento, la pareja inició una relación intensa en la que Karla, fascinada y sometida, estuvo dispuesta a dejarlo todo por él.

Apariencias y doble vida
Mientras sostenían una relación sentimental y planeaban un futuro juntos, Paul vivía una realidad paralela. Entre 1986 y 1990, aterrorizó a Toronto como el “violador de Scarborough”, perpetrando al menos una veintena de ataques a mujeres jóvenes. La policía llegó a interrogarlo un par de veces, pero su aspecto atractivo y su actitud tranquila lo mantuvieron fuera de sospecha.
Karla, quien había empezado a trabajar como asistente veterinaria, fue gradualmente involucrándose en los delitos de Paul. Su afán de complacerlo y su dependencia emocional la condujeron al borde de la complicidad total.
El punto de quiebre llegó cuando Paul manifestó su obsesión por Tammy, la hermana menor de Karla. En la Navidad de 1990, Karla robó anestésicos de su trabajo y participó, junto con Paul, en la agresión y muerte de Tammy. El hecho fue presentado como un accidente doméstico y la familia aceptó la explicación, sin conocer la verdad, según consignó People.

Crueldad sin límites: secuestros, torturas y asesinatos
Lejos de poner fin a la violencia, la muerte de Tammy Homolka marcó el comienzo de una escalada de crueldad. La pareja drogó y violó a otras adolescentes de su entorno, sin levantar sospechas.
El 15 de junio de 1991, Paul secuestró a Leslie Mahaffy, de 14 años, a quien mantuvieron cautiva, filmaron y asesinaron. Tras desmembrar el cadáver, ocultaron los restos en bloques de cemento, que arrojaron al lago Gibson. Ese mismo día, Karla y Paul celebraron su fastuosa boda, como si pudieran ocultar el horror tras la perfección.
En abril de 1992, la pareja actuó de nuevo. Engañaron a Kristen French, de 15 años, la mantuvieron cautiva durante tres días, la sometieron a constantes abusos y la asesinaron. El hallazgo del cuerpo de la adolescente, junto al de Leslie, provocó que la policía comenzara a ver un patrón, aunque la pareja seguía fuera del radar de los investigadores.

Las primeras señales y el inicio del fin
Durante meses, amigos y conocidos advirtieron comportamientos extraños y relatos inquietantes sobre Paul y Karla. Un acto violento dentro de la pareja precipitó los acontecimientos: en diciembre de 1992, Paul golpeó brutalmente a Karla, quien terminó hospitalizada.
Su familia la rescató y, al romper finalmente el silencio, ella comenzó a colaborar con la policía. Fue entonces cuando el análisis de ADN conectó a Paul con los casos del “violador de Scarborough” y la investigación avanzó rápidamente.
En febrero de 1993, Paul Bernardo fue detenido. Los registros y videos encontrados en su casa revelaron detalles escalofriantes de las agresiones y dejaron en claro que Karla no solo había sido cómplice, sino participante activa en los secuestros y asesinatos.
Juicio, condena y el destino separado de la pareja

Karla negoció un acuerdo con la fiscalía. Admitió su complicidad y colaboró a cambio de una condena de 12 años de prisión, aunque muchos consideraron este trato demasiado indulgente frente a la magnitud de los crímenes. Bernardo, por su parte, fue condenado en 1995 a cadena perpetua sin posibilidad de quedar en libertad y declarado delincuente peligroso.
Karla cumplió su condena completa y fue liberada en 2005. Posteriormente, se casó, tuvo tres hijos y volvió a Canadá después de vivir un tiempo en Guadalupe.
Reside en Montreal, donde ha intentado vivir de forma discreta, aunque los episodios de su pasado siguen generando rechazo y escándalo cada vez que sale a la luz, como ocurrió en 2017 cuando se supo que colaboraba como voluntaria en la escuela de sus hijos. Mientras que Paul Bernardo continúa preso en Quebec, sin perspectivas de libertad y con la condena social de por vida.
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