Tres adolescentes asesinadas, un criminal que se hizo humo y un escándalo mediático: a 33 años de los femicidios de Alcàsser

La noche del 13 de noviembre de 1992 tres jóvenes de un pequeño pueblo de Valencia hicieron dedo para ir a una discoteca y nunca más se las vio vivas. Sus cadáveres aparecieron en un pozo 75 días después. Uno de los asesinos confesó y pagó sus culpas, el otro desapareció y todavía hoy lo sigue buscando Interpol

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El Caso Alcàsser conmocionó a
El Caso Alcàsser conmocionó a España tras el secuestro, violación y asesinato de tres adolescentes en 1992. El asesino continúa prófugo. Se cree que podría estar en Brasil con una identidad falsa

En la página oficial de la Guardia Civil española, entre los criminales más buscados con pedido de captura en Interpol figura Antonio Anglés Martins, alias “Asuquiqu”, también conocido como “Rubén” o “Sugar”. Se dice allí que el sujeto ha utilizado -o quizás todavía utilice- cuatro identidades falsas: Francisco Partera Zafra, Rubén Darío Anglés Martins, Enrique Anglés Martins y Rubén Darío Romero Pardo. Se lo describe como de 1,75 metros de estatura, delgado, de ojos azules y se dice que habla con acento castellano. Para mayor abundancia, se incluyen algunas señas particulares, entre ellas tres tatuajes. En el brazo derecho lleva la figura de la muerte, personificada por un esqueleto con guadaña; en el izquierdo una leyenda que dice “amor de madre” y, más abajo, en el antebrazo, la imagen de una mujer china con paraguas. Las últimas fotografías que hay del sujeto son de poca utilidad para identificarlo: datan de 1993, cuando tenía 23 años y desapareció para siempre. No se sabe, en realidad, si está vivo o muerto. Aún así se lo sigue buscando, porque es el autor impune de uno de los crímenes más aberrantes perpetrados en la España posterior a la muerte del dictador Francisco Franco, el triple femicidio que ha pasado a la historia como “El Caso Alcàsser”, por el sitio donde ocurrió.

Hasta fines de 1992, Alcàsser era uno más de los muchos pequeños pueblos de la provincia española de Valencia, con una población de menos de diez mil habitantes, la mayoría de los cuales se ganaba la vida en los empleos municipales, los pequeños comercios, las pocas industrias y el cultivo de los naranjos que crecen en las tierras arcillosas de la región. Nadie que no tuviera asuntos concretos que resolver en el lugar se daba una vuelta por el pueblo, que tampoco contaba con más atractivos turísticos que una iglesia del siglo XVIII y dos retablos cerámicos, nada que justificara viajar hasta allí.

Todo cambió el 13 de noviembre de 1992, cuando María Deseada Hernández Folch (Desirée), Miriam García Iborra, las dos de 14 años, y Antonia Gómez Rodríguez (Toñi), de 15, no volvieron a sus casas. Las tres habían conseguido el permiso de sus padres para ir a bailar a la discoteca Coolor, en Picassent, un municipio lindante. Durante 75 días no se supo nada de ellas, hasta que sus cadáveres fueron encontrados el 27 de enero en un paraje montañoso cercano. Desde entonces, Alcásser suena a sinónimo de tragedia y de muerte.

Sobran razones para que así sea. Que tres adolescentes de entre 14 y 15 años fueran secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas ya es motivo más que suficiente. Si a eso se suma un tratamiento mediático sensacionalista que no tuvo pudor en mostrar hasta los detalles más escabrosos del sufrimiento de las víctimas, cuyas vidas fueron desnudadas por decenas de panelistas en programas de la telebasura, y que treinta años después el paradero de uno de los asesinos siga siendo un misterio, el cóctel se vuelve realmente explosivo.

Los femicidios de Alcàsser desataron un boom del turismo macabro: no son pocos los visitantes que, 33 años después de la desaparición de Toñí, Desirée y Miriam, van al pueblo exclusivamente para hacer el recorrido del secuestro de las chicas y ver el lugar donde fueron torturadas y asesinadas. Para eso requieren los servicios de algunos lugareños que no tienen reparo en oficiar de guías y contar hasta el último de los detalles escabrosos del caso.

De izquierda a derecha, los
De izquierda a derecha, los padres de Desi, Miriam y Toñi. Antonio Anglés, principal sospechoso del triple femicidio de Alcàsser, sigue prófugo y es uno de los criminales más buscados por Interpol

Tres niñas desaparecidas

El viernes 13 de noviembre de 1992 por la tarde Desirée, Miriam y Toñi visitaron a su amiga Esther, en Alcàsser, donde las cuatro vivían con sus familias. A las ocho de la noche se despidieron para ir a bailar a la discoteca Coolor, en el municipio de Picassent. Esther decidió quedarse porque no se sentía bien.

Miriam llamó a su casa para preguntarle a su padre, Fernando, si las podía llevar, pero el hombre había vuelto con fiebre del trabajo y se había metido en la cama. Decidieron ir igual, haciendo dedo. A la salida del pueblo las levantaron Francisco Hervás y su novia Mari Luz, quienes las llevaron hasta la estación de servicio Marí Picassent, donde las tres chicas volvieron a hacer dedo hasta que, según los testigos, las levantó un auto blanco, posiblemente un Opel, en el que viajaban dos hombres jóvenes. Hasta ahí lo que después se pudo reconstruir.

Las tres chicas nunca llegaron a la discoteca y tampoco regresaron a sus casas. No se las había vuelto a ver. Esa misma noche, los padres de una de ellas fueron hasta Coolor, pero el local bailable ya había cerrado. Los empleados que se habían quedado ordenando el lugar les dijeron que no las habían visto. Entonces decidieron hacer la denuncia. Se las empezó a buscar al día siguiente, pero no se encontraron siquiera rastros de ellas. La Guardia Civil y los padres descartaban que se hubieran ido voluntariamente: no tenían problemas en sus casas y habían salido casi sin dinero.

La hipótesis más fuerte entre los investigadores era que las chicas habían caído en una red de trata y que quizás se las hubiera sacado clandestinamente de España. Por eso no sólo se las buscaba en territorio español sino también en Portugal, Francia y hasta en Gran Bretaña. Como sucede siempre en esos casos, las pistas se multiplicaban por llamados de personas que decían haberlas visto, a una de ellas, a dos o a las tres en diferentes lugares. Pero ninguna llevó a ninguna parte. Desirée, Toñi y Miriam se habían esfumado.

Durante 75 días no se
Durante 75 días no se supo nada de ellas, hasta que sus cadáveres fueron encontrados el 27 de enero en un paraje montañoso cercano

Un brazo y un reloj

Pasaron dos meses y medio sin que la investigación pudiera avanzar hasta que el 27 de enero de 1993, un hallazgo macabro hizo perder toda esperanza de encontrarlas vivas. Temprano a la mañana, dos apicultores de casi 70 años caminaban por el borde del Barranco de Tous, un paraje montañoso a unos cincuenta kilómetros de Valencia, para visitar sus colmenas. Al llegar al borde de una fosa cuya existencia no recordaban hicieron un descubrimiento que los dejó congelados: en el fondo emergía semienterrado un brazo con un reloj de hombre en la muñeca. El aterrador espectáculo los hizo olvidar del frío y de las colmenas mientras bajaban al pueblo para denunciar el hallazgo a la Guardia Civil.

Los dos hombres no asociaron ese brazo emergente que había visto con el caso de las tres niñas que llevaban ya 75 días desaparecidas. Encontramos un cadáver, les dijeron a los guardias. Recién horas más tarde, cuando el juez de Alcira, José Miguel Bort, ordenó al equipo forense desenterrar el cuerpo descubrieron que allí no había un solo cadáver sino tres, bastante descompuestos y envueltos en una alfombra. Eran los cuerpos de tres adolescentes, casi niñas. Las muertas estaban maniatadas y apiladas una encima de la otra. Dos de ellas tenían la cabeza separada del resto del cuerpo. A pesar del deterioro de los cadáveres y de sus ropas, los forenses no dudaron de que se trataba de las tres chicas del pueblo de Alcàsser a quienes buscaban desesperadamente desde hacía 75 días.

Miguel Ricart terminó confesando que
Miguel Ricart terminó confesando que Antonio y él habían levantado a las chicas en la segunda estación de servicio y que las habían secuestrado

Un nombre en una receta

Mientras los cadáveres de las tres niñas eran trasladados al Instituto anatómico forense de Valencia, esa misma tarde el rastrillaje policial en la fosa y los terrenos aledaños dio un primer resultado. Un guardia civil encontró una receta médica a nombre de Enrique Anglés. El nombre de Enrique no les decía nada a los investigadores, pero sí el de su hermano Antonio, de 27 años, que era bien conocido en el pueblo cercano de Catarroja y tenía antecedentes por robo y tráfico de drogas.

De inmediato, una patrulla se dirigió a la casa de la familia Anglés para interrogar a Antonio, pero los guardias no alcanzaron a hablar con él, porque cuando vio llegar el vehículo policial se escapó por la ventana. En la casa quedaron Enrique -que descubrieron que era discapacitado mental-, su hermana Kelly, el novio de la chica y Neusa Martins, la madre de los Anglés. Poco después llegaron otros dos hermanos, Mauricio y Ricardo, acompañados por un amigo, a quien un guardia identificó como Miguel Ricart, alias “El Rubio”, de 23 años, poseedor de un frondoso prontuario y socio de Antonio en sus actividades al margen de la ley.

Todos ellos, menos la madre, fueron llevados al cuartel de la Guardia Civil en calidad de testigos a la vez que se libraba una orden de captura por Antonio. Al ser interrogados, todos demostraron tener coartadas sólidas y fueron liberados. Todos menos Miguel Ricart que empezó a contradecirse frente a los interrogadores.

Acorralado, “El Rubio” terminó confesando poco antes de la medianoche. Dijo que Antonio y él iban en el auto que levantó a las chicas en la segunda estación de servicio y que las habían secuestrado. Que Antonio las había violado y las había matado y que él solamente lo había ayudado.

Dos fotografías, antigua y reciente,
Dos fotografías, antigua y reciente, del presunto autor del asesinato de las niñas de Alcácer, en un cartel policial de localización

Confesión de un triple femicidio

No una sino tres veces, Miguel Ricart les relató a los investigadores que Antonio y él habían recogido a las chicas la noche del 13 de noviembre pero que en lugar de llevarlas a la discoteca -como ellas les pidieron- se dirigieron a una edificación abandonada ubicada a unos veinte kilómetros, en el Barranco de la Romana. Contó que allí las ataron a un poste de madera que había dentro del edificio y que Antonio las fue desatando de a una para violarlas. Aseguró que él solamente había violado a Desirée y que había ayudado a Antonio sosteniendo abiertas las piernas de las otras chicas para que no pudieran resistirse.

Después de violarlas, las volvieron a atar y las dejaron solas en el edificio mientras ellos iban a un bar en Caradau, otro pueblo vecino, donde compraron unos sándwiches porque -siempre según los dichos del rubio- la actividad “les había dado hambre”. Al regresar, Antonio volvió a violarlas una a una y que después, exhaustos, se quedaron dormidos. No “descansaron” mucho, porque los despertaron los llantos y quejas de las tres adolescentes. Contó que entonces Antonio les gritó que se callaran y que, como no lo hicieron, su amigo se levantó enfurecido y las golpeó con un palo. Después Antonio salió y cavó una fosa a unos 700 metros de la edificación. Cuando volvió, entre los dos sacaron a las tres chicas a punta de pistola y Antonio las asesinó disparándoles a la cabeza. Finalmente, las envolvieron en una alfombra y las cubrieron con tierra.

Unos meses más tarde Miguel Ricart se retractó ante el juez de sus tres declaraciones diciendo que se las habían sacado bajo tortura, pero los informes médicos posteriores al interrogatorio dejaban claro que no tenía herida alguna. Además, para entonces, su Opel blanco había sido reconocido por testigos como el auto al que habían subido Desirée, Toni y Miriam. Mientras tanto la policía española seguía buscando denodadamente al prófugo Antonio Anglés sin lograr ningún resultado.

Los femicidios de Alcàsser desataron
Los femicidios de Alcàsser desataron un boom del turismo macabro: no son pocos los visitantes que van al pueblo exclusivamente para hacer el recorrido del secuestro de las chicas y ver el lugar donde fueron torturadas (Netflix)

Autopsias y teorías

Las autopsias de las tres víctimas confirmaron a medias la declaración de Miguel Ricart. Se hicieron dos. La primera se hizo el 28 de enero y estuvo a cargo de un equipo de seis forenses oficiales, encabezado por Fernando Verdú Pascual. La segunda la realizó, a pedido de las familias, el perito Luis Frontela, que además hizo un estudio de ADN de 15 pelos encontrados en los cuerpos de las adolescentes. El examen demostró que doce de ellos no pertenecían ni a Ricart ni a Anglés y que podían ser de otras cinco o siete personas. Ese nuevo dato dio lugar a la hipótesis que -más allá de lo declarado por Ricart- en el crimen pudieron participar más personas, entre ellas, un hombre de pelo canoso.

Además, el estudio de las larvas halladas en los cuerpos, a las que Frontela solo tuvo acceso a partir de fotos y vídeos tomados durante la primera autopsia, sugirió que el tamaño de los insectos no se correspondía con el estado de putrefacción de los cadáveres. De este hecho, Frontela dedujo que las adolescentes habían sido enterradas en dos lugares diferentes.

Las diferencias en los resultados de las autopsias dieron lugar al surgimiento de nuevas teorías sobre el triple femicidio de Alcàsser. Fernando García, padre de Miriam, denunció en los medios de comunicación que Antonio Anglés y Miguel Ricart eran apenas unos perejiles dentro de una conspiración. Los programas de “telebasura” -como los llaman en España- le dieron espacio diariamente. Sostenía que “El Rubio” sólo se había encargado de ocultar los cadáveres y que a las chicas las habían asesinado en otro lugar, después de matarlas frente a una cámara de video para hacer una película snuff.

Según el padre de Miriam, el crimen había sido obra de una banda integrada por empresarios y políticos que pagaban fortunas para participar de ellos matando a mujeres secuestradas, y que la investigación policial había apuntado solamente a Ricart y Anglés para encubrir a gente muy poderosa. Decía también, ante quien quisiera escucharlo, que Antonio Anglés no iba a aparecer nunca, porque la misma banda lo había matado por temor a que revelara el secreto si era capturado. Sin embargo, nunca pudo presentar pruebas que sostuvieran sus dichos y la justicia española no los consideró plausibles.

El hallazgo de los cuerpos
El hallazgo de los cuerpos de Desirée, Toñi y Miriam en el Barranco de Tous marcó un antes y un después en la historia criminal española (EFE)

El condenado y el prófugo

El 5 de septiembre de 1997, la Audiencia Provincial de Valencia condenó a Ricart a una pena de 170 años de prisión por tres delitos de asesinato, tres delitos de secuestro y cuatro delitos continuados de violación. Sin embargo, “El Rubio” estuvo solamente 21 años preso. Fue liberado -gracias a un cambio en las leyes penales españolas- el 29 de noviembre de 2013.

En el fallo que condenó a Ricart, la Audiencia dictaminó que Antonio Anglés había sido el culpable principal del triple crimen, pero su paradero seguía siendo un misterio. El 27 de enero de 1993, después de escapar de su casa por una ventana y huir por los tejados de las viviendas vecinas, Anglés fue visto en la Estación del Norte de Valencia. Los investigadores supieron después que había ido a una peluquería, donde se había hecho cortar y teñir el pelo para no ser reconocido.

Cuando consultaron al médico que había extendido la receta y mostrarle fotografías de los hermanos Anglés, el hombre reconoció a Antonio como quien había ido a su consultorio, aunque se había identificado como Enrique para que le extendiera una orden por un medicamento psicotrópico.

El entierro de las menores
El entierro de las menores congregó a cerca de 30.000 personas en Alcàsser. El turismo macabro en Alcàsser persiste más de 30 años después, con visitantes interesados en los escenarios del crimen (EFE)

En febrero de 1993, Antonio Anglés fue rastreado en la localidad de Minglanilla, en Cuenca, donde escapó por un pelo de la Guardia Civil, y un mes más tarde volvió a eludir por cuestión de minutos a un grupo de Interpol. Los policías lo habían ubicado en la casa de un adicto a las drogas, pero llegó tarde: ya no estaba, huyó llevándose la documentación y el dinero del hombre. Subió como polizón en el barco City of Plymouth, que zarpaba del puerto de Lisboa con destino a Irlanda, pero fue descubierto y encerrado en un camarote. La tripulación no sabía que era uno de los criminales más buscados de Europa. Cerca de las costas irlandesas pudo salir del camarote -nunca se supo si había recibido ayuda para hacerlo- y se arrojó al mar. Al día siguiente encontraron un chaleco salvavidas flotando en el agua. Se creyó que había muerto ahogado, pero Interpol no lo sacó de la lista de los criminales más buscados.

Pasaron más de dos décadas sin ninguna novedad hasta que en 2006 se encontraron restos de un cuerpo no identificado en la isla de Lambay, situada en la costa norte del Condado de Dublín, la capital irlandesa. La reconstrucción digital de la cabeza del muerto dio un gran parecido con los rasgos de Anglés, pero el ADN que se pudo extraer de la dentadura no coincidió con el del prófugo.

Cuando se cumplen 33 años del secuestro de las Desirée, Toñi y Miriam, el triple femicidio de Alcàsser sigue siendo tema de debate y ha dado lugar a varios libros y a tres películas: El crimen de Peñasca, una ficción televisiva de Jaume Najarro; Las Niñas, de Manuel Giménez del Llano; y la serie documental El Caso Alcàsser, de Ramón Campos y Elías Siminiani, producida por Netflix.

Aunque no se sabe si está vivo o muerto, Antonio Anglés sigue siendo buscado por Interpol. Se cree que puede estar viviendo con una identidad falsa en Brasil. El misterio de su escape también ha merecido una serie documental, Anglés: historia de una fuga, que trata de reconstruir -así se la describe- “una huida favorecida por la incomprensible cadena de errores cometidos por la justicia, las fuerzas de seguridad y los responsables políticos del momento”.

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