58 horas en vilo y varios planes que fallaron: el asombroso rescate de la beba de 18 meses que cayó a un pozo

Mientras Jessica McClure estuvo atrapada, millones de personas siguieron el acontecimiento por TV. Los detalles de cómo fue el accidente

Guardar
El momento exacto en que
El momento exacto en que los rescatistas salvaron la vida de la pequeña Jessica

No hubo gritos. Ni golpes. Solo un silencio repentino. Jessica McClure, de 18 meses, jugaba en el patio de la casa de su tía junto a otros niños, mientras su madre atendía una llamada telefónica en el interior. Era la mañana del 14 de octubre de 1987, en Midland, Texas. Allí, en ese jardín que funcionaba como una pequeña guardería familiar, todo parecía en calma, pero el silencio repentino de los demás niños pareció anticipar la tragedia.

Reba McClure lo supo apenas regresó al patio. Comenzó a buscar a su hija y no la encontró. El corazón se le paralizó... Buscó con desesperación en cada rincón, recorrió el terreno sin entender qué sucedía, hasta que se detuvo frente a un agujero semioculto entre las hierbas. Se acercó. Desde esa boca oscura brotaba un llanto débil, emergiendo desde lo profundo. Fue entonces cuando comprendió la magnitud del horror: su hija estaba atrapada a más de seis metros bajo tierra, dentro de un tubo angosto, casi invisible a simple vista.

Lo que había iniciado como un día cotidiano, se convirtió en el epicentro de un drama que conmocionaría a Estados Unidos. El patio de juegos se transformó en un escenario de rescate, angustia y tensión. La niña, inmovilizada en la profundidad de un pozo oscuro y húmedo, no podía gritar. Apenas lloraba. Así comenzó una carrera contrarreloj que se extendería durante 58 horas y mantendría en vilo a su familia, a su ciudad y, muy pronto, al mundo entero.

Así fue el conmovedor rescate de Jessica McClure, en 1987 (CBS)

Antes de caer al pozo

Jessica nació el 26 de marzo de 1986. Era hija de Reba McClure y Chip McClure, dos padres muy jóvenes que vivían en Midland, una ciudad marcada por las fluctuaciones económicas y las crisis del petróleo. Era una bebé más del vecindario, de carácter tranquilo, risueña, ajena a lo que el destino le tenía preparado.

Aquel 14 de octubre, Reba —a quien todos llamaban Cissy— cuidaba de su hija y de otros niños en la casa de su hermana. En esa zona de Texas no era extraño encontrar pozos antiguos, en desuso, muchos de ellos mal señalizados o sin cobertura segura. El pozo donde cayó Jessica había sido utilizado tiempo atrás y permanecía cubierto apenas por una piedra o una tapa improvisada. En aquellos años, la falta de regulación sobre estos pozos pasaba desapercibida. Después del accidente, esa realidad cambiaría para siempre.

Ese pozo, revestido con un tubo metálico angosto, había quedado olvidado. Nadie había reparado en el peligro que representaba. Aunque alguien había colocado una piedra grande sobre la abertura, nunca fue una protección real. La familia sostuvo siempre que el pozo estaba cubierto, pero no se pudo demostrar que esa tapa fuera lo suficientemente firme como para evitar lo que ocurrió.

La caída y las 58 horas del rescate

Cuando Reba escuchó el llanto débil que emergía desde lo profundo del pozo, llamó a la policía y al padre de Jessica, Chip McClure. Lo que parecía una confusión momentánea se confirmó pronto como una emergencia sin precedentes. La bebé estaba viva, pero atrapada a más de seis metros bajo tierra, en un tubo tan angosto que ni siquiera una persona adulta delgada habría podido descender para alcanzarla.

Los primeros en llegar fueron policías y bomberos locales, que jamás se habían enfrentado a una situación similar. Actuaron con urgencia, pero también con desconcierto. Intentaron bajar una cuerda con la esperanza de que Jessica pudiera aferrarse, aunque resultaba evidente que, con apenas 18 meses y casi inmovilizada, eso era imposible. Luego, se probó con un gancho hecho con un lazo, e incluso con una vara para intentar enganchar su ropa. Ninguno de esos métodos funcionó. El pozo era demasiado estrecho, el espacio insuficiente para maniobrar, y cada intento fallido generaba el temor de agravar su situación.

Con el correr de las horas, la escena se fue llenando de vecinos, familiares y voluntarios que llegaban para ofrecer ayuda. Como una nueva prueba de verla, bajaron una linterna atada a un cable, aunque la oscuridad y lo ajustado de la cavidad impedían ver con claridad dónde estaba exactamente la niña. Luego, utilizaron un tubo plástico para hablarle y comprobar si respondía. Pero Jessica lloraba, a veces cantaba, y por momentos parecía quedarse dormida. Esa frágil señal de vida mantenía en vilo a todos los presentes.

Algunos de los técnicos en el lugar evaluaron la posibilidad de usar tubos de succión o aspiradores industriales para intentar levantarla con eso, pero la idea fue rápidamente descartada por el alto riesgo de causarle heridas o provocar un colapso del pozo. Mientras tanto, los rescatistas estabilizaban los bordes del agujero para evitar desprendimientos de tierra. Finalmente, ante la imposibilidad de sacarla por el mismo camino por el que había caído, se tomó una decisión clave: perforar un pozo paralelo y, desde allí, excavar un túnel horizontal para llegar hasta ella de forma segura.

Esa estrategia, aunque más lenta, era la única opción viable. Así comenzaron las 58 horas más tensas que Midland había vivido jamás, marcadas por una combinación de esperanza, miedo, improvisación y una carrera contra el tiempo en la que nadie podía asegurar el final.

La imagen de Jessica, cubierta
La imagen de Jessica, cubierta de barro y en brazos de su rescatista, se convirtió en un ícono de solidaridad y supervivencia. Esta foto de Scott Shaw ganó el Pulitzer

La excavación paralela

Mientras el reloj no dejaba de correr, la operación de rescate tomó un nuevo rumbo. La decisión de abandonar cualquier intento directo por el pozo original implicó un desafío mayúsculo: perforar un pozo paralelo lo suficientemente cercano y profundo para poder excavar un túnel horizontal hasta Jessica. Pero la maquinaria y las técnicas disponibles no estaban preparadas para una tarea tan precisa y urgente.

Con el correr de las horas comenzaron a llegar distintos especialistas en el trabajo de la tierra (ingenieros, mineros y trabajadores del petróleo de la región) con experiencia en perforaciones profundas. Se turnaban para operar la maquinaria, principalmente excavadoras hidráulicas y perforadoras neumáticas prestadas por las empresas petroleras locales. Mientras tanto, otro grupo se encargaba de mantener con vida a Jessica: le enviaban oxígeno a través de un tubo e intentaban calmarla hablándole, cantándole, recordándole que no estaba sola. Algunos testigos afirmaron que, en ciertos momentos, se escuchó a la niña tararear canciones infantiles. Cualquier sonido, por débil que fuera, era una señal de esperanza.

La perforadora debía trabajar con extrema precisión, ya que el más mínimo error podía poner en riesgo la vida de Jessica o desestabilizar la tierra alrededor del pozo donde estaba atrapada. Pero la tarea se complicó porque el terreno estaba formado por capas de roca dura, mucho más resistentes de lo esperado. Además, muchas de las máquinas estaban diseñadas para perforar en línea vertical, no para abrir un túnel lateral, por lo que hubo que adaptar equipos y modificar estrategias sobre la marcha.

Más de 400 personas, desde mineros hasta ingenieros, trabajaron sin descanso para perforar un túnel lateral y rescatar a la pequeña Jessica

A las 24 horas del accidente, la historia de la niña atrapada en el pozo se había convertido en noticia nacional y llegó a otros países. Las cámaras transmitían en vivo desde Midland y millones seguían la cobertura minuto a minuto. Sin embargo, bajo la superficie, el avance del túnel lateral no era tan rápido como se esperaba, y a las 45 horas aún no habían logrado llegar hasta la niña.

El equipo de rescate enfrentó no solo los obstáculos técnicos, sino también el desgaste físico y emocional de una operación tan compleja. Los turnos se sucedían sin descanso, mientras la incertidumbre sobre el estado de Jessica generaba una presión constante y desgarradora.

En medio de esa desesperación, todo la comunidad se unió en una muestra de solidaridad pocas veces vista. Vecinos y voluntarios respondieron con donaciones de equipos, herramientas y alimentos, apoyando la operación desde todos los frentes. La cobertura de los medios mantuvo a todo el país informado, convirtiendo el rescate en un evento que conmovió a la nación.

Finalmente, tras superar todos los obstáculos, el paramédico Robert O’Donnell logró llegar hasta Jessica por el túnel lateral. Descendió arrastrándose y, con mucha paciencia, logró liberarla. A las 19:56 del 16 de octubre, después de 58 horas atrapada, Jessica fue rescatada. Un aplauso sostenido y emocionado de las cientos de personas que estaban allí reconoció el incansable trabajo de los rescatistas y la imagen de la niña cubierta de barro en brazos de su rescatista dio la vuelta al mundo, y por un momento, todo un país exhaló aliviado.

Jessica McClure en brazos del
Jessica McClure en brazos del presidente George H. W. Bush, que siguió su rescate en vilo y la recibió en la Casa Blanca (Landscape)

Después del rescate

Luego del rescate, Jessica fue trasladada al Midland Memorial Hospital en un estado crítico. Deshidratada, con daños en la circulación que ponían en riesgo su pie derecho, los médicos temían la amputación. Eligieron primero un tratamiento con terapia hiperbárica para salvarlo. Finalmente, perdió un dedo debido a la gangrena provocada por la presión prolongada y la falta de oxígeno. También quedó una cicatriz visible en la frente, producto del roce constante contra el tubo metálico durante las horas atrapada.

Con el tiempo, Jessica atravesó más de 15 operaciones vinculadas a aquella caída y su rescate. La familia sufrió profundas heridas a causa de la tragedia: sus padres se divorciaron en 1990. Por su parte, Robert O’Donnell, el paramédico que logró llegar hasta ella y sacarla del pozo, nunca logró superar el peso emocional y el estrés postraumático derivados de la experiencia. En 1995, se quitó la vida, dejando una sombra silenciosa tras el heroísmo. De la noche a la mañana, había dejado de ser un bombero de pueblo a ser un héroe nacional. Fue homenajeado por la Casa Blanca y Hollywood lo acosó. “He salvado la vida de otras personas antes”, declaró a la revista People. “Pero nunca volverá a ocurrir algo así”, dijo. Luego de otros salvatajes, se escondió en un campo familiar y se quitó la vida con un disparo en la cabeza.

Jessica McClure, ya adulta, junto
Jessica McClure, ya adulta, junto a su familia: su esposo, Daniel Morales, y sus dos hijos, Simon y Sheyenne

Con los años, Jessica se alejó del ojo público. En 2006 se casó con Daniel Morales y formó una familia con dos hijos, Simon y Sheyenne. Lo último que supo de ella, en 2018, fue que trabajaba como asistente de maestra de educación especial en una escuela primaria cerca de Midland, lejos del mito y más cerca de la realidad cotidiana.

A los 25 años, accedió al fondo fiduciario creado con las donaciones que recaudaron más de un millón de dólares, aunque gran parte se perdió en la crisis financiera de 2008.

A pesar de las marcas visibles —el pie reconstruido y la cicatriz en la frente— Jessica no tiene recuerdos claros de aquellas 58 horas bajo tierra. Solo ocasionales pesadillas que le recuerdan la pesadilla que vivió. En una entrevista que dio, dijo que haber sobrevivido fue “un milagro” y que su vida, sus hijos y su trabajo son el legado de quienes nunca la dejaron ir. Desde aquel año, se enfoca en su familia y su trabajo.

Últimas Noticias

Violó y asesinó a 8 enfermeras: la verdad detrás de Richard Speck, el “Hombre Pájaro” en “Monstruo: la historia de Ed Gein”

La serie de Netflix lo rescata como personaje, pero la pesadilla que desató fue tan real como inolvidable: marcó un antes y un después en la historia policial y el imaginario norteamericano

Violó y asesinó a 8

Dos segundos en un jardín y la obsesión de un inventor por capturar el movimiento: la trama de la primera película de la historia

“La escena del jardín de Roundhay” fue filmada el 14 de octubre de 1888, hace 137 años, por Louis Le Prince, un hombre fascinado por retratar las secuencias animadas. La tecnología que escondía su innovación, la vida del inventor francés, sus logros y su enigmática desaparición que aún despierta sospechas

Dos segundos en un jardín

La travesura de un niño de seis años que se convirtió en un fenómeno mediático: una “fuga” en globo y un escándalo familiar

Los Heene denunciaron que Falcon, de 6 años, se había subido al artefacto construido por el padre. La reconstrucción en un documental de Netflix

La travesura de un niño

El día que Martin Luther King recibió el Premio Nobel de la Paz por luchar para que termine “la larga noche de injusticia racial”

El 14 de octubre de 1964 el líder de los afroamericanos fue distinguido por su pelea por la igualdad de derechos en tiempos de racismo virulento en Estados Unidos. Fue asesinado en 1968

El día que Martin Luther

De héroe de guerra a ser acusado de traidor: cuando Hitler obligó a Erwin Rommel, el militar más popular de Alemania, a suicidarse

Hace 81 años, dos generales enviados por el líder nazi pusieron al “Zorro del desierto”, como se lo conocía, ante una alternativa de hierro: o se mataba con una pastilla de cianuro o su familia iría a parar a un campo de concentración. La despedida, el recuerdo de su hijo Manfred, sus últimos momentos y la maniobra para presentar su muerte como consecuencia de “una congestión cerebral”

De héroe de guerra a