
Los visitantes que recorren la Casa Blanca cada año —una cifra que alcanza los 500.000— rara vez advierten la magnitud real de la residencia presidencial de los Estados Unidos: con una extensión de siete hectáreas en el número 1600 de la avenida Pensilvania, el complejo se convirtió en epicentro de eventos trascendentales en la vida política estadounidense.
La construcción, que se remonta a los tiempos de mandato de John Adams, ha funcionado de hogar y despacho presidencial durante más de dos siglos, integrando el Ala Este, el Ala Oeste y la Residencia Ejecutiva, donde se encuentra el conocido Despacho Oval.

La historia de la sede presidencial estadounidense comenzó con George Washington, quien tras ocupar residencias ejecutivas en Nueva York y Filadelfia, seleccionó la ubicación definitiva junto al arquitecto francés Pierre Charles L’Enfant. Aunque L’Enfant sugirió un edificio de dimensiones colosales —cuatro veces más grande que el actual—, fue descartado por el comité encargado y finalmente Washington, junto con Thomas Jefferson, convocó un concurso nacional para definir el proyecto final. En esa ocasión, Jefferson ofreció un premio de 500 dólares (o una medalla de similar valor), mientras que, según reportes históricos, participó de manera anónima bajo las iniciales “A.Z”.
En julio de 1792, Washington seleccionó el diseño propuesto por James Hoban, un arquitecto de origen irlandés que, basándose en modelos neoclásicos e inspirado por ejemplos como la Leinster House de Dublín y referencias del arquitecto James Gibbs, fue responsable del aspecto definitivo de la Casa Blanca. Según el libro de Robert P. Watson, el diseño de Hoban incorporó elementos de proyectos previos sugeridos por L’Enfant y referencias europeas relevantes.

La construcción comenzó el 13 octubre de 1792, hace 233 años, con la colocación de la primera piedra, y durante el proceso resultó esencial la mano de obra de personas esclavizadas, quienes trabajaron junto a artesanos europeos, asalariados y afroamericanos libres, según datos proporcionados por Sarah Fling de la Asociación Histórica de la Casa Blanca. El edificio incluyó materiales como piedra arenisca obtenida de la cantera Aquia en Government Island, ladrillos fabricados en hornos locales y madera procedente de Maryland y Virginia.
El inmueble fue habitado por primera vez en noviembre de 1800 cuando John Adams y su esposa Abigail Adams se trasladaron allí, a pesar de que no estaba completamente terminado. La dimensión de la residencia, aunque más modesta que la idea original, se mantuvo como la casa más grande del país durante las décadas siguientes, superando a otras construcciones hasta después de la guerra de Secesión. El costo total de la obra ascendió a 232.372 dólares, según la Asociación Histórica de la Casa Blanca.

A lo largo de los años, el edificio ha pasado por transformaciones estructurales como las realizadas por Thomas Jefferson, quien junto al arquitecto Benjamin Henry Latrobe agregó las columnatas que conectan el ala este y el ala oeste con la Residencia Ejecutiva. La primera intervención mayor devino tras la Guerra de 1812, cuando el 24 de agosto de 1814 fuerzas británicas incendiaron la Casa Blanca y otros edificios oficiales. Hoban encabezó la reconstrucción, que concluyó oficialmente en 1817, y luego dirigió las ampliaciones, como el pórtico sur para James Monroe en 1824 y el pórtico norte para Andrew Jackson entre 1829 y 1830.
Las modificaciones del siglo XX resultaron decisivas. La renovación de 1902, impulsada por Theodore Roosevelt y llevada a cabo por el estudio McKim, Mead & White, incorporó la transformación de antiguas oficinas en espacios habitables y eliminó decoraciones desiguales acumuladas con el tiempo. La presidencia de William Howard Taft culminó la ampliación del Ala Oeste con la construcción del Despacho Oval. En palabras de Sarah Fling, “la reforma de 1902 por Theodore Roosevelt es la que realmente introduce la Casa Blanca en la era moderna”.

El deterioro apareció décadas después. Tras la llegada de Harry S. Truman en 1945, se descubrieron graves problemas estructurales —incluido el colapso parcial de suelos y techos— que obligaron a trasladar a la familia presidencial a Blair House en 1948. El arquitecto Lorenzo Winslow dirigió la reconstrucción interna, que duró tres años, periodo en el que el interior fue demolido y reconstruido. Según Fling, “la renovación de Truman es la mayor reconstrucción de la Casa Blanca por la enorme cantidad de demoliciones y reconstrucciones que se ven en su interior”.

Otro hito histórico ocurrió con la llegada de Jacqueline Kennedy, esposa del presidente John Fitzgerald Kennedy, quien en 1961 impulsó la restauración del edificio con la colaboración del experto en arte y mobiliario Henry Francis du Pont y el diseñador parisino Stéphane Boudin de Maison Jansen. Según declaró a la revista Life en 1961, “Todo en la Casa Blanca debe tener una razón de ser... Sería un sacrilegio redecorarla, una palabra que odio. Hay que restaurarla, y eso no tiene nada que ver con la decoración”. La remodelación se mostró en una transmisión televisiva de alcance nacional en Estados Unidos a través de CBS en 1962. Ese mismo año, a propuesta de Kennedy, se fundó la Asociación Histórica de la Casa Blanca, organismo que adquirió un rol clave en el mantenimiento y la preservación del edificio. El Congreso también declaró la residencia como museo ese año.

En la actualidad, la Casa Blanca dispone de seis plantas, 132 habitaciones y 35 baños, distribuidos en 5.109 metros cuadrados. Entre sus áreas más representativas se encuentran la planta baja —que alberga la Sala de Recepciones Diplomáticas, la Biblioteca, la Sala de Mapas, la Sala Vermeil y la Sala China— y la planta de Estado con el Salón Este, los salones Azul, Rojo y Verde, el Comedor de Estado y el Comedor Familiar.
En la segunda planta se encuentran las habitaciones privadas de la familia presidencial y espacios como el Dormitorio de la Reina y el Salón Oval Amarillo. El ático, convertido en la tercera planta durante el gobierno de Calvin Coolidge, cambió de funciones según las necesidades de cada administración presidencial.

El Ala Oeste se consolidó a partir de 1902 y su sala principal, el Despacho Oval, donde el presidente firma las decisiones, ha visto a seis escritorios diferentes, siendo el más relevante el escritorio Resolute, elaborado a partir de la madera del barco británico HMS Resolute, que es el que se usa actualmente. En tanto, el Ala Este, reformada en 1942 sobre el Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia, es sede de los despachos de la Primera Dama y su equipo.
Los jardines, rediseñados en varias ocasiones, conforman otro de los símbolos del complejo. El sur está poblado por árboles conmemorativos plantados desde la década de 1870 y, durante el gobierno de Kennedy, Rachel Lambert Bunny Mellon rediseñó la emblemática Rosaleda del Ala Oeste. El Jardín Este, remodelado por la misma diseñadora, recibió el nombre de Jacqueline Kennedy. En 2009, Michelle Obama incorporó un huerto en los terrenos del sur de la residencia, sumando así una tradición más a la historia del hogar presidencial más famoso de Estados Unidos.
En su segunda presidencia no consecutiva, Donald Trump ya realizó algunas modificaciones. La alfombra azul del Salón Oval -con el sello presidencial- fue reemplazada por una de color marrón claro. Y en ese despacho el actual presidente puso más decoración dorada. También decidió que el Jardín de Rosas fuera transformado en una terraza transitable. Hay más reformas en marcha en la Casa Blanca.
Esa residencia cuenta con 412 puertas, 147 ventanas, 28 chimeneas, 8 escaleras y 3 ascensores. Alguna vez se llamó “Palacio Presidencial”, la “Casa Presidencial” y la “Mansión Ejecutiva”. Fue el presidente Theodore Roosevelt quien le dio oficialmente su nombre actual en 1901. La historia de la Casa Blanca comenzó cuando un español llamado Pedro Casenave colocó la primera piedra en la ceremonia de inicio de la obra, el 13 de octubre de 1792. Un dato curioso: es piedra fundacional jamás fue hallada por los historiadores de la Casa Blanca.
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