
Hacía al menos 27 años que el filósofo Arthur Schopenhauer residía en Fráncfort del Meno. Fiel a su misantropía, llevaba una vida solitaria, acompañado únicamente por sus inseparables caniches.
El 21 de septiembre de 1860, una de las mentes más brillantes del siglo XIX murió de manera apacible, a causa de un fallo cardíaco, en su sofá, después de que su criada llamara a un médico. Días antes, el 9 de septiembre, había sufrido una grave dolencia repentina y le había confesado a Wilhelm Gwinner, amigo cercano y futuro biógrafo, que no temía la muerte, sino la posibilidad de ser enterrado con vida; por eso pidió que su entierro se demorara lo suficiente. Su deseo fue respetado: el cuerpo permaneció en observación cinco días en un depósito de cadáveres, y el 26 de septiembre, tras una ceremonia sencilla organizada por Gwinner a la que acudieron unos pocos amigos, fue sepultado bajo una losa plana de mármol oscuro, limitada a su nombre.
El filósofo alemán, célebre por su visión pesimista, murió un día como hoy hace 165 años. Su original pensamiento nunca perdió vigencia y dejó su impronta en filósofos, científicos y escritores como Kierkegaard, Nietzsche, Freud, Jung y Albert Einstein, quien lo admiraba profundamente. Junto con su obra, Arthur Schopenhauer también dejó en la memoria su temperamento difícil, su carácter misántropo y su marcada misoginia.
Era particularmente misógino. Para empezar, mantenía una relación tormentosa con su madre, con quien se cruzaba en duros intercambios epistolares. El vínculo llegó a tal grado de tensión que decidió dejar de verla y ni siquiera asistió a su entierro. También fue célebre su altercado con una anciana, a la que empujó y derribó: la mujer lo demandó, y tras un proceso judicial Schopenhauer debió pagarle una pensión hasta el final de sus días.
Siete idiomas y un temperamento difícil
Arthur Schopenhauer nació el 22 de febrero de 1788 en el seno de una familia adinerada en Danzig (antiguo nombre de Gdansk, ciudad del norte de Polonia), de origen holandés, que había gozado de gran prestigio social y económico durante generaciones.
Su padre, Heinrich Floris Schopenhauer, era un hábil comerciante, culto y políglota, que preparó a su hijo para sucederlo en los negocios, incluso con viajes de formación a Inglaterra y Francia. Su madre, Johanna Henriette Trosiener, veinte años menor que su marido, fue una reconocida novelista y muy sociable, a diferencia del padre, reservado y severo.

En 1805 la familia se instaló en Hamburgo y, por mandato paterno, Arthur debió iniciarse como aprendiz de comercio, un camino que lo aburría profundamente. Ese mismo año su padre murió en circunstancias trágicas: apareció ahogado en un canal cercano a su casa. Aunque los registros oficiales lo atribuyeron a un accidente, su esposa e hijo creyeron siempre que se trató de un suicidio, convicción que marcó la mirada sombría del futuro filósofo.

Educado en Londres y otras ciudades para convertirse en comerciante cosmopolita, Arthur demostró un talento intelectual extraordinario. Dominaba siete idiomas: alemán, su lengua materna; francés, que perfeccionó viviendo dos años con una familia francófona; inglés, que hablaba con fluidez; además de italiano, español, latín y griego clásico. También poseía conocimientos de sánscrito.
A pesar de que su padre había intentado apartarlo de la filosofía, Arthur agradeció siempre la seguridad económica heredada, que le permitió dedicarse a su verdadera vocación. Cuando su madre y su hermana se mudaron a Weimar, él permaneció en Hamburgo con la idea de seguir en el comercio, aunque pronto optó por iniciar estudios universitarios.
La relación con su madre, extrovertida y sociable, fue conflictiva desde un principio. Arthur era retraído, irascible y antisocial, con una marcada aversión al trato humano. Esto afectó también su vínculo con su hermana menor, Adele, nueve años menor. Durante su estadía en Weimar, Johanna organizaba veladas literarias a las que acudían figuras como Goethe, y allí Arthur empezó a vincularse con el mundo intelectual.
Primero se matriculó en Medicina en la Universidad de Gotinga, donde un profesor lo animó a leer a Platón y Kant. Ese contacto lo llevó a pasarse a Filosofía, aunque complementó su formación con cursos de filología clásica, historia, ciencias naturales, astronomía y psicología, convencido de que eran necesarias para cimentar su pensamiento. “La vida es un asunto desagradable... he decidido pasar la mía reflexionando sobre ella”, escribió.
“¿Y quién va a leer eso, Arthur?”
A los veinticinco años presentó su tesis doctoral La raíz cuádruple del principio de razón suficiente (1813), con la que obtuvo el doctorado en la Universidad de Jena. El título no convenció a su madre, que lo consideró pretencioso y poco atractivo. Cuando Arthur se lo comentó, ella respondió con sarcasmo:—“¿Y quién va a leer eso, Arthur? Ni siquiera entienden el título.”

Su relación con Johanna se deterioró aún más con los años, hasta el punto de romper todo contacto y no asistir a su funeral.
Su obra más influyente, El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und Vorstellung), apareció en 1818 y fue ampliada en 1844. En ella planteaba que el mundo no era simplemente lo que percibimos con la razón, sino que estaba impulsado por una voluntad irracional y universal, que condenaba al sufrimiento constante. La libertad, sostenía, era una ilusión.

Esta idea dialogaba con principios budistas: vivir es sufrir, y el deseo es la causa. Como el budismo propone extinguir el deseo para alcanzar el nirvana, Schopenhauer planteaba que la redención consistía en negar la voluntad, es decir, renunciar a los impulsos que nos atan al mundo. Fue uno de los primeros filósofos occidentales en estudiar seriamente el hinduismo y el budismo, y encontró en ellos una confirmación luminosa de sus propias ideas.
En la experiencia estética hallaba un modo de suspensión de la voluntad. La música fue central en su vida: tocaba la flauta a diario y asistía con frecuencia a conciertos, óperas y representaciones teatrales, convencido de que en esos momentos se podía escapar de la crueldad del mundo.
Entre la misoginia y el deseo
La misoginia de Schopenhauer está ampliamente documentada, tanto en sus actitudes personales como en su obra. En su ensayo Sobre las mujeres (Über die Weiber), incluido en Parerga y Paralipómena, afirmaba que ellas eran intelectualmente inferiores, guiadas por la emoción y la astucia, y destinadas al ámbito doméstico. Escribió con desprecio:“Preciso ha sido que el entendimiento del hombre se obscureciese por el amor para llamar bello a ese sexo de corta estatura, estrechos hombros, anchas caderas y piernas cortas. (…) En vez de llamarle bello, hubiera sido más justo llamarle inestético.”
A los 33 años, mientras vivía en Fráncfort, Schopenhauer empujó a una vecina de su edificio que lo incomodaba al pasar por el pasillo frente a su departamento, algo que él consideraba una molestia constante. Caroline Luise Marguet, así como se llamaba, era una costurera jubilada quien cayó y sufrió lesiones. Tras un juicio, fue condenado a pagarle una pensión de por vida. Cuando la mujer murió, anotó con frialdad en sus cuentas:“Obit anus, abit onus”(“Muere la anciana, desaparece la carga”). El hecho denota su falta total de empatía ante el sufrimiento ajeno. Escribió en Parerga: “La mayor parte de nuestros sufrimientos proviene de la relación con los demás.”

Aunque nunca se casó y siempre estuvo rodeado de perros, no vivió apartado del deseo. Tuvo romances con actrices, bailarinas y mujeres de sociedad. Su primer gran amor fue la actriz Caroline Jagemann, mayor que él y amante del duque Carlos Augusto de Weimar. Más tarde convivió varios años con la bailarina Caroline Richter, con quien llegó a considerar el matrimonio, aunque la relación fracasó.
Últimos años
A pesar de la recepción fría que tuvo su obra durante gran parte de su vida, en sus últimos años Schopenhauer alcanzó prestigio y fue visitado por admiradores de toda Europa. Sorprendía su accesibilidad frente a la fama de su carácter difícil. Disfrutaba de buena comida, viajes y tertulias con amigos, donde desplegaba un ingenio conversador, satírico y entretenido.
Atribuía su longevidad a sus paseos diarios, sin importar el clima, y conservó la vista sin necesidad de anteojos, aunque su sordera fue en aumento. Tal vez lo celebraba: así tenía menos que escuchar.
10 citas de Arthur Schopenhauer
- “Los hombres se parecen a esos relojes a los cuales se les ha dado cuerda y andan sin saber por qué”.
- “Todo el tiempo que poseemos estos tres grandes bienes de la vida, que son salud, juventud y libertad, no tenemos conciencia de ellos. No los apreciamos sino después de haberlos perdido, porque también son bienes negativos. No nos percatamos de los días felices de nuestra vida pasada hasta que los han sustituido días de dolor... A medida que crecen nuestros goces, nos hacemos más insensibles a ellos: el hábito ya no es placer”.
- “Si no hubiera perros, no querría vivir”.
- “La conmiseración con los animales está íntimamente unida a la bondad de carácter de tal suerte, que se puede afirmar de seguro que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona”.
- “La felicidad está siempre en lo futuro o en lo pasado, y lo presente es cual una nubecilla obscura que el viento pasea sobre un llano alumbrado por el sol. Delante y detrás de ella todo es luminoso, sólo ella proyecta siempre una sombra”.
- “Quien no estima, llega a ser estimado”, dice un proverbio italiano. Si alguien tiene mucho valor real a nuestros ojos, es preciso ocultárselo como si fuera un crimen. Esto no es muy grato, pero es así. Apenas si los perros soportan la gran amistad: mucho menos aún los hombres".
- “Los amigos se dicen sinceros; los enemigos, en cambio, lo son de verdad. Por eso conviene escuchar sus críticas como medicina amarga.”
- “La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.”
- “El hombre es en el fondo un animal salvaje, una fiera. No le conocemos sino domado, enjaulado en ese estado que se llama civilización”.
- “El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.”
Últimas Noticias
Cinco escándalos que marcaron la vida y la caída de María Antonieta, la reina más polémica de Francia
El nombre de la esposa austríaca de Luis XVI quedó asociado a rumores, lujos excesivos y episodios que la convirtieron en un símbolo de decadencia de la monarquía francesa, hasta su ejecución en 1793

La caída del “asesino de las chicas glamorosas”: un falso fotógrafo, promesas de fama y un supuesto estudio convertido en una trampa
Harvey Murray Glatman las engañaba para llevarlas a su estudio, donde las fotografiaba antes de matarlas. Usó la cámara como herramienta de control y muerte. Fue ejecutado el 18 de septiembre de 1959, en la cámara de gas

La foto acertijo: ¿Quién es este niño que se destacó como imitador de Elvis y Michael Jackson y hoy es una gran estrella del pop?
De niño fue “el pequeño Elvis” en su Hawái natal, imitó a Michael Jackson en la secundaria y pasó noches enteras durmiendo en autos y edificios abandonados junto a su familia. Con una herencia musical marcada por el reggae, el rock y el R&B, nunca dejó de soñar con un escenario propio. Años más tarde, ese chico se transformaría en una de las estrellas más grandes del pop mundial

El sobreviviente del Holocausto que llevó ante la Justicia a más de mil criminales de guerra: Simón Wiesenthal, el cazador de nazis
Dedicó su vida a evitar que los responsables del horror quedaran impunes. Lo llamaban “cazador de nazis” sin embargo fue mucho más que eso: fue un fiscal sin jueces, un investigador sin estructuras y un tipo solitario que se encargó de enjuiciar a quienes no habían sido alcanzados por los juicios de la posguerra. A veinte años de su muerte, su labor implacable y obstinada en busca de algo que se pareciera a un castigo justo

La historia detrás del amor prohibido de Emmanuel Macron y Brigitte Trogneux: la reacción de sus padres y una promesa inquebrantable
La madre del presidente francés, reconocida médica, compartió su desconcierto ante la relación de su hijo adolescente con su profesora. Sus palabras revelan el impacto familiar y social de la noticia
