
Con un zapatófono en el pie, una confiable dosis de torpeza y la seguridad absoluta de que el mundo necesitaba un espía que, por fin, no entendiera lo que hacía, el 18 de septiembre de 1965 la televisión tuvo la osadía de estrenar lo imposible: un agente secreto tonto pero bueno.
Así nació Maxwell Smart, o como prefirió que lo llamaran sus amigos y enemigos (que, dicho sea de paso, parecían no distinguirse mucho): el Superagente 86. Aquel día, hace 60 años, se emitió el episodio piloto titulado “Mr. Big”, y, de paso, millones de televidentes comprobaron que la inteligencia no era necesariamente una condición para trabajar en CONTROL, la agencia secreta que se convertiría en el blanco favorito de las bromas de la era dorada de la comedia estadounidense.
La escena del espionaje, a mediados de los años sesenta, era un auténtico desfile de glamour y sofisticación, al menos hasta que el Superagente 86 (Get Smart) cruzó la puerta. Por esos días predominaban tipos a lo James Bond (que portaba licencia para matar pero no tenía licencia para reírse de sí mismos) y otros detectives que resolvían casos usando gadgets realmente útiles, surgió la necesidad de parodiarlo todo.

Entonces Mel Brooks y Buck Henry —a quienes quizá el caos también los persiguiera en la vida cotidiana— fueron convocados por los productores Dan Melnick y David Susskind con la siguiente lógica empresarial: “¿Te diste cuenta que los dos mayores éxitos de la industria a nivel mundial son Bond y Clouseau? Entendés lo que te pido, ¿no?”, relató Buck Henry recordando su propia iluminación creativa ante lo evidente.
El punto de partida de este experimento fue tan accidental como muchos de los éxitos que vendrían en la serie. Brooks, cansado de esas comedias televisivas que, según él, distorsionaban la vida real a niveles peligrosos (“Si alguna vez tuviera en mi casa a una mucama como la de la serie Hazel, creo que me pego un tiro”, dijo), decidió que lo único que podría salvar a la televisión era, sencillamente, reírse de la imbecilidad sublime. "Nadie había hecho jamás un programa centrado en un idiota, así que yo decidí ser el primero", confesó Brooks en una entrevista.
El piloto estaba listo, la trama orquestada, la sátira al espionaje mundial en medio de la Guerra Fría, amasada en cada diálogo, pero faltaba el visto bueno de los guardianes televisivos, aquellos próceres de la moral y las cenas familiares: la cadena ABC. “Escribimos la serie contratados por ABC, pero apenas lo leyeron comenzaron a pedir muchas modificaciones”, detalló Buck Henry. La cadena exigía que Max tuviera una madre y, quién sabe, tal vez hasta un perro que le explicara el sentido común, pero Brooks se mantuvo firme en su convicción de que el agente fuera huérfano de sentido común y también de madre televisiva. Finalmente, la cadena ABC desistió y los guionistas llevaron su humor absurdo al refugio de NBC, canal que, por alguna incomprensible razón, creyó que la torpeza también podía venderse en prime time.

El proceso de casting fue otro festival de genialidad involuntaria. El papel de Maxwell Smart estuvo, en un principio, pensado por la cadena ABC para Tom Poston, lo que significaba que el humor se iba a apoyar mucho más en la torpeza física.
Sin embargo, NBC tenía otros planes: querían a Don Adams, quien por aquel entonces se destacaba como un detective inepto en “El show de Bill Dana”, y cuya sola presencia podía hacer sospechar a cualquier villano sin la necesidad de abrir la boca. “Muchos de los chistes recurrentes fueron idea suya. La frase ‘¿Me creería usted si le dijera…?’ era algo que trajo del sketch que hacía en su programa anterior”, reveló Buck Henry años más tarde. Con Adams como protagonista, la serie evolucionó hacia una comedia de gestos, frases lapidarias y una gestualidad que parecía llamar la atención de los criminales más que de sus propios compañeros.
No menos irónica fue la resolución del salario de Don Adams. Ante un futuro más que incierto, la productora eligió pagarle un monto ajustado, complementado por un porcentaje de los hipotéticos beneficios si es que la serie lograba superar siquiera el piloto. Adams, confiado en su propia torpeza, aceptó. Y, como suele ocurrir solo en el mundo de la comedia (y en el de las inversiones riesgosas), la jugada le resultó absolutamente redituable.

La emisión del episodio llamado “Mr. Big”, ese 18 de septiembre de 1965, fue la prueba de fuego. Un agente incapaz de descifrar un teléfono, una compañera sagaz y misteriosa conocida solo como la 99, y su imperturbable jefe —tan paciente como probablemente inconsciente del peligro— conformaban el trío protagónico.
Aquel episodio presentó las bases de la trama: una organización secreta llamada CONTROL- tal vez una sátira de la CIA-, dedicada a frustrar los planes de los criminales enrolados la organización KAOS-quizá una sátira de la KGB-. La confrontación se daba sin que nadie entendiera muy bien cómo o por qué, con instrumentos tan avanzados tecnológicamente como inútiles en la práctica. El célebre zapatófono, por ejemplo, pasó a la historia como el único gadget que aumentaba la probabilidad de tropezar con el enemigo. Y se adelantó unos años al teléfono celular.
Pero no todo lo importante en CONTROL era cuestión de gadgets ridículos o corbatas de dudoso gusto. El piloto también introdujo a la agente 99, encarnada por Barbara Feldon. En ese entonces, Feldon tenía un pasado profesional como modelo y había participado en algunos episodios de “El agente de CIPOL”, pero su reticencia inicial para firmar un contrato de cinco años (“¡Y que cuando terminara ese tiempo iba a ser una anciana!”, recordó Feldon) la llevó a aceptar solo por cuatro episodios, antes de rendirse a la evidencia de que en el universo de la televisión el envejecimiento podía posponerse varias temporadas.

“Ella era como un dibujo animado de una gran calidez, no se sabía su nombre ni su trasfondo”, señaló la propia Feldon sobre su personaje, en una precisa descripción del misterio que envolvía a la 99, cuyo único propósito vital era admirar a Max, hacerlo quedar bien y en varias ocasiones, salvarlo, lo que constituía una muestra de generosidad poco habitual en el espionaje internacional.
En ese triángulo de (in)competencias, Ed Platt encarnó al Jefe, dotando a la trama de una solemnidad perfectamente susceptible al ridículo. Platt, que venía de trabajar con directores como Alfred Hitchcock, encontró el papel ideal para ejercitar el arte de sobrellevar la desgracia ajena —un mérito que pocas veces se premia en la vida real.
Luego del éxito inicial el Superagente 86 se había convertido en un fenómeno global: apariciones en tapa de revistas dibujadas por Andy Warhol, historietas, premios Emmy al mejor actor (Don Adams), al mejor guionista (Buck Henry), y a la mejor comedia, entre otros reconocimientos que confirmarían que la torpeza, bien administrada, es universalmente celebrada.

Sin embargo, el éxito, como los gadgets de Maxwell Smart, tenía fecha de caducidad. Con Mel Brooks retirándose del equipo después de la primera temporada para dedicarse al cine (quizá buscando salvar algún otro género con su ironía), y Buck Henry siguiendo su ejemplo poco después, la serie entró de lleno en una etapa en la que el romance entre Max y la 99 empezó a ocupar el espacio donde antes solo existía el disparatado caos. La cuarta temporada, en septiembre de 1968, marcó el inicio de un descenso sostenido: el casamiento de los protagonistas, la irrupción del (muy temido en este tipo de series) “toque familiar”, y las situaciones propias de un matrimonio, fueron síntomas de que la comedia absurda daba paso a una comedia doméstica. La NBC canceló la serie tras 26 episodios de la cuarta temporada, pero la CBS decidió darle un año más de vida televisiva y en la quinta temporada el 86 y la 99 tuvieron gemelos. El resultado, tal como era previsible, intensificó todos los síntomas del declive. Se había transformado en una clásica comedia familiar para dejar atrás todo lo que la había hecho exitosa.
El 15 de mayo de 1970, y tras 138 episodios, CONTROL finalmente bajó la persiana (de acero blindado, por supuesto).
La repercusión global fue tan desproporcionada como muchas de las misiones de Maxwell Smart. En Latinomérica, el glorioso doblaje (ese arte mayor que podía agregar una capa especial de torpeza al torpe original) transformó la serie en uno de los grandes éxitos de los años setenta, ochenta y hasta noventa. Años después, Don Adams siguió explotando al Súper Agente 86, prestándole voz a otro inigualable incompetente —el Inspector Gadget— y permitiéndose apariciones nostálgicas en comerciales. Si bien la posteridad trajo largometrajes con tibia recepción en 1980 y 1989, la televisión intentó nuevamente obrar magia con una serie sobre el hijo del agente, Zach Smart, en 1995, pero la audiencia prefirió los gadgets del pasado.
En 2008, el cine apostó por el humor vintage y puso en las manos de Steve Carell la herencia del 86, con Anne Hathaway como la 99. La película supo rescatar lo mejor del disparatado universo de CONTROL y KAOS, repitiendo una fórmula que, por fortuna, ya no necesita preocuparse por buscar la lógica del espionaje sino por celebrar su absurda falta de ella.

El 18 de septiembre de 1965 quedó inscripto como el día en que el espionaje mundial empezó a hacer reír. Un dato tan innegable como la eficacia de un zapatófono: el piloto del Superagente 86 fue la clase práctica más efectiva para demostrar que la torpeza, combinada con la ironía y el timing cómico, podía conquistar el planeta casi sin proponérselo.
No importaba que a Max le costara distinguir un botón autodestructivo de uno para pedir café, ni que la agente 99 jamás tuviera apellido ni historia familiar, ni que KAOS lograra, temporada tras temporada, que sus planes fueran todavía más enredados que los de CONTROL.
El espectador, ante tanto absurdo plan correctamente frustrado, simplemente encendía el televisor para comprobar que la inteligencia, al menos en CONTROL, nunca fue una prioridad, y que el humor, por contraste, jamás dejó de serlo. Y nunca se olvidará del Cono del Silencio, del Agente 13, de Jaime el robot ni de Sigfrid, quien comandaba las fuerzas de KAOS hacia una segura derrota.
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