
A comienzos de la década del veinte, Hollywood experimentaba un crecimiento vertiginoso, con el público estadounidense fascinado por el arte del cine mudo y la aparición constante de nuevas estrellas.
Entre ellas, Roscoe “Fatty” Arbuckle brillaba con una intensidad particular. Su carrera alcanzó un punto de apogeo en 1921, para ese momento Arbuckle era la figura mejor remunerada de la industria, contaba con control creativo absoluto sobre sus películas y vivía una vida signada por el lujo: residía en una amplia mansión en Los Ángeles y se había convertido en sinónimo de éxito en Paramount, la compañía que acababa de asegurar su talento con un contrato millonario.

“Fatty” (que significa regordete) era un actor cómico que se especializaba en gags en los que se mostraba con cierta torpeza física. “El talento natural de Fatty, sujeto jovial y un tanto impertinente, aseguró su éxito como bufón de la pantalla y le procuró fortuna", explicó Kenneth Anger, autora del libro Hollywood Babilonia.
Volvamos a aquel 1921, más precisamente al mes de septiembre. El primer gran escándalo sexual en la historia de la meca del cine coincide con la celebración del Labor Day (Día del Trabajo). Arbuckle decidió aprovechar el feriado nacional (que es el primer lunes de septiembre) para celebrar su flamante acuerdo salarial millonario tomándose un respiro junto a dos amigos, Lowell Sherman y Fred Fischbach. El plan: viajar desde Los Ángeles hasta San Francisco en uno de sus autos de lujo para pasar el fin de semana en el fastuoso Westin St. Francis Hotel, un lugar frecuentado por celebridades y símbolo de la opulencia típica de la Era del Jazz. Los tres amigos alquilaron habitaciones conectadas —1219, 1220 y 1221— y, en sintonía con el glamour de la época, extendieron invitaciones a diversas figuras del espectáculo y la farándula.
Los días siguientes, marcados por el desenfreno, vieron llegar a más de medio centenar de personas. Las habitaciones se transformaron en escenario de fiestas ininterrumpidas donde corrían bebidas alcohólicas pese a regir la Ley Seca. Anger señaló que el 5 de septiembre “la fiesta se hallaba en su apogeo con gente entrando y saliendo, el grupo excediendo ya el número de cincuenta invitados y el anfitrión ebrio y risueño”.
Entre quienes participaron de la fiesta se encontraba Virginia Rappe, joven actriz de 25 años que había coincidido con Arbuckle en rodajes previos. La reconstrucción de los hechos revela que en la sobremesa del 5 de septiembre el ánimo festivo predominaba, pero un episodio pronto alteraría el curso de la animada reunión.

En un determinado momento, Arbuckle se retiró a una de las habitaciones con Virginia Rappe mientras la música y las risas seguían en el pasillo y las salas adyacentes. Al poco tiempo, un grito desgarrador interrumpió la fiesta, provocando un clima de alarma.
Según relató tiempo después la amiga de Rappe, Bambina Maude Delmont, al oír los gritos ingresó al cuarto junto con otra joven. Allí encontraron a Virginia recostada en la cama casi desnuda, presa de convulsiones de dolor: “Me muero, me muero… me ha hecho daño”, gemía la actriz, según la cita reproducida en el libro Hollywood Babilonia de Kenneth Anger.

En ese instante, el propio Arbuckle sostenía un trozo de hielo en sus manos, mientras algunos asistentes intentaron reanimarla sumergiéndola en una bañera, acción recomendada por el médico del hotel, quien dictaminó inicialmente que la joven solo presentaba una severa intoxicación alcohólica.
Pese a los esfuerzos realizados en el hotel, el padecimiento de la joven seguía y finalmente Virginia Rappe debió ser trasladada al exclusivo hospital de Pine Street. Antes de perder el conocimiento, alcanzó a decirle a la enfermera: “Fatty Arbuckle me ha hecho esto. Por favor, ocúpense ustedes de que se haga justicia”. Cinco días más tarde Virginia falleció debido a una grave perforación en la vejiga, herida que desconcertó al equipo médico. Esa muerte desencadenó el primero de los grandes escándalos públicos que sacudirían la historia de Hollywood.

Mientras la noticia se difundía a toda velocidad, Arbuckle continuó con sus actividades cotidianas. Tras regresar del Valle de Napa —adonde había viajado apenas terminada la fiesta— y retomar su trabajo, se encontró al llegar a su vivienda de Los Ángeles con decenas de fotógrafos agolpados en la entrada.
En paralelo a la conmoción inicial, comenzaron a circular rumores cada vez más explícitos y sensacionalistas. Los periódicos amplificaron el caso, de modo tal que el caso ocupó la tapa de decenas de diarios nacionales.

La cobertura mediática, marcada por detalles escabrosos, alimentó diversas hipótesis sobre lo ocurrido en el hotel. “Al compás de los titulares, se extendían las hipótesis sobre una espantosa y antinatural violación: Arbuckle, lleno de rabia ante su impotencia alcohólica, había destrozado a Virginia con una botella de Coca-Cola o de champagne, después había repetido el acto con un pedazo de hielo”, dice el libro de Anger.
Aunque ninguna de estas especulaciones pudo ser probada judicialmente, el impacto sobre la opinión pública resultó abrumador y la idea de la llamada “bottle party” se propagó por todo el país.
Iniciada la investigación formal, Roscoe Arbuckle fue arrestado el 11 de septiembre de 1921, hace 104 años, y sujeto a distintos procesos judiciales cuyo eje giró en torno a la causa de la muerte de Virginia Rappe y su posible responsabilidad en el hecho.

La estrategia de la defensa de la estrella de Hollywood fue culpar a la víctima: alegaron, por ejemplo, que Rappe había atravesado un aborto poco antes del incidente. También insistieron con el padecimiento de peritonitis.
La repercusión mediática del caso tuvo un efecto devastador sobre el público y la carrera de Arbuckle. El éxito de sus filmes se desvaneció, algunas películas fueron bajadas de cartel y se registraron prohibiciones directas por parte de los exhibidores, temerosos de perder audiencia o enfrentar boicots.
Hubo dos juicios declarados nulos y recién en abril de 1922 cuando un tribunal determinó que las pruebas eran insuficientes para sostener la culpabilidad del comediante, dictando así su absolución definitiva.

No obstante la resolución favorable a Arbuckle, la caída en desgracia fue irreversible. Los grandes estudios dejaron de contratarlo y su figura, otrora emblema del humor cinematográfico, quedó fuera de la escena. Recién en la década del treinta, cuando el cine sonoro se había impuesto y con un cambio de nombre profesional, la Warner le propuso regresar al trabajo. La oportunidad resultó efímera: sumido en una fuerte depresión y con fuertes recaídas en el alcoholismo, Roscoe Arbuckle falleció el 29 de junio de 1933, a los 46 años, pocas horas después de recibir la oferta de la productora.
Con la muerte de Roscoe Conkling “Fatty” Arbuckle , quien en su apogeo era más famoso que Charles Chaplin y Buster Keaton, se cerró el primer gran escándalo sexual de Hollywood que había costado la vida de una joven de 25 años.
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