El 2 de julio de 1999, mientras esperaba la aprobación de su proyecto más ambicioso, El Padrino IV, un infarto puso fin a la vida de Mario Puzo el escritor que transformó la narrativa sobre la mafia en la literatura y el cine. Tenía 78 años.
Aunque su obra alcanzó ventas millonarias y su nombre se asoció para siempre con la familia Corleone, la crítica literaria y los grandes estudios de cine nunca le otorgaron el reconocimiento ni la compensación económica que merecía.
Antes de alcanzar la fama, Puzo, hijo de inmigrantes italianos y graduado en Ciencias Sociales en la Universidad de Columbia, publicó tres novelas: La arena sucia, El peregrino afortunado —su favorita— y Seis tumbas en Múnich. Las ventas combinadas de estos títulos apenas sumaron 6.000 ejemplares, y las regalías resultaron insuficientes para cubrir su adicción al juego. En 1968, con 49 años y una deuda de 11.000 dólares, temía por su integridad física ante acreedores en Nueva Jersey.
Sin experiencia directa con mafiosos, pero con una rica vida interior, decidió escribir una novela que pudiera rescatarlo de la ruina. Así nació el primer borrador de El Padrino, titulado inicialmente The Mafia, en el que incluyó detalles inspirados en Frank Sinatra, camuflados en el personaje de Johnny Fontaine.
Ese mismo año, su agente le consiguió una reunión con la Paramount Pictures. El jefe de producción, Robert Evans, aceptó el proyecto tras escuchar a un Puzo desesperado: “Debo once mil dólares, si no los consigo, me darán con un bate”. Evans, sin interés en leer el manuscrito, le ofreció 12.500 dólares para que lo escribiera. A pesar de que el género de gánsteres estaba en decadencia y el estudio había perdido millones en un filme anterior. El Padrino se convirtió en el libro más vendido de 1969, permitiendo a Puzo saldar sus deudas y asegurando los derechos cinematográficos para la Paramount.

La adaptación al cine recayó en Francis Ford Coppola, quien, junto a Puzo, trasladó la historia a la pantalla. El personaje de Johnny Fontaine perdió protagonismo en la película debido a la presión del entorno de Sinatra. La crítica ha sostenido que “la película es más importante que el material original”, pero la fidelidad de Coppola al relato de Puzo y la interpretación de actores como Al Pacino, Marlon Brando y James Caan, junto a la música de Nino Rota, consolidaron la obra como un clásico indiscutido de la historia del cine. La novela, con 50 millones de copias vendidas en todo el mundo, ofrece una experiencia literaria independiente de la adaptación cinematográfica.
“El Padrino no es en absoluto mi novela favorita, pero me disgusta que sea objeto de crítica por el solo hecho de haber sido un bestseller. Es el producto de un escritor que ha estado trabajando en su oficio durante casi treinta años y que, al final, ha logrado dominarlo. El libro obtuvo críticas mucho mejores de lo que yo esperaba. Me arrepentí de no haberlo escrito mejor. El libro me gusta. Tiene gancho, y su personaje central fue aceptado por todo el mundo como un ser mitológico. Pero no puse en él todo mi esfuerzo”, escribió Mario Puzo cuando se estrenó la primera de las películas.
El éxito de El Padrino permitió a Puzo acceder a grandes sumas de dinero y colaborar nuevamente con Coppola en El Padrino II, considerada la mejor secuela de la historia. Utilizaron fragmentos no incluidos en la primera parte, como la salida de Vito Andolini de Corleone y la historia de Michael Corleone en Cuba durante la caída de Fulgencio Batista en 1958.
A pesar de su popularidad, Puzo fue menospreciado por los círculos literarios de Nueva York por su éxito comercial, una situación similar a la de Stephen King. En entrevistas, confesó que su principal inspiración no fue la mafia, sino Dostoyevski y Los hermanos Karamazov.
Para asegurar su sustento, escribió guiones cinematográficos como el de Terremoto (1974) y Superman (1978). En esta última película, la figura de Jor-El (interpretado por Marlon Brando) y el viaje del héroe reflejan paralelismos con la evolución de Michael Corleone en El Padrino. Superman II (1982), con la venganza del general Zod, resultó aún más exitosa que su predecesora.

El cine le brindó la libertad económica para continuar escribiendo novelas. En 1978 publicó Los tontos mueren, ambientada en Las Vegas y centrada en el juego, un tema recurrente en su vida. Personajes de esa obra reaparecerían en El último Don, novela que influyó en la atmósfera de la película Casino de Martin Scorsese. En 1987, El siciliano retomó a Michael Corleone y narró la historia de Salvatore Giuliano, un bandolero que desafía al poder en Sicilia. La adaptación cinematográfica, dirigida por Michael Cimino y protagonizada por Christopher Lambert y Terence Stamp, no logró el éxito esperado.
La inspiración para una de sus novelas más notables, El siciliano, surgió de la historia de la mafia siciliana y su enfrentamiento con el régimen de Benito Mussolini. El dictador, tras asumir el poder en 1922, intentó someter a Sicilia, pero la isla resistió. En 1923, Mussolini visitó la región y se reunió con el capo Francesco Cuccia, conocido como Don Ciccio, quien le aseguró: “Aquí no le va a pasar nada, querido Duce, hasta acá las hojas de los árboles me piden permiso para moverse”. La humillación sufrida por Mussolini, al ver una plaza vacía en una manifestación organizada por él y saboteada por la Cosa Nostra, desencadenó una ofensiva brutal. Entre 1925 y 1929, el régimen redujo de 11.000 a 3.000 los miembros de la mafia. Sin embargo, en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, los pocos jefes sobrevivientes colaboraron con los aliados para derrocar al fascismo. Este episodio histórico fue el germen de la trama de El siciliano.

El Padrino III se realizó en un contexto desfavorable, con un Coppola sin el poder de antaño y un Puzo desencantado. Decidió entonces escribir El último Don, una novela que retrata a un jefe mafioso, Don Clericuzio, desprovisto del glamour y los códigos morales de Vito Corleone. Solo la hija del capo, Claudia de Lena, rompe con la familia para trabajar como abogada en Hollywood. En varias entrevistas, Puzo comparó la crueldad de los productores de cine con la de los capos mafiosos.
En sus últimos años, Puzo abordó tres proyectos. Uno de ellos fue Omertá, publicada en 2000, donde el protagonista, Raymonde Aprile, encarna la figura del patriarca mafioso en una Nueva York dominada por nuevas mafias. La novela, publicada tras su muerte, fue acusada de haber sido terminada por “escritores fantasmas”, pero mantuvo el estilo característico de Puzo y se convirtió en un éxito de ventas.
Aún después de su muerte, su obra continuó expandiéndose. Su novela póstuma, Los Borgia, explora el ascenso de Rodrigo Borgia al papado como Alejandro VI y la consolidación de su poder a través de alianzas familiares. La obra incluye episodios controvertidos, como la relación entre César y Lucrecia Borgia, y fue rechazada por la crítica.
Quedó pendiente la realización de El Padrino IV, centrada en la juventud de Sonny Corleone y el ascenso de los Corleone en los años veinte. Leonardo DiCaprio había aceptado interpretar a Sonny tras la propuesta de Coppola, quien intentó convencer a la Paramount para financiar el proyecto. “Mario sabía que estaba enfermo y quería dejar algo de dinero a sus hijos. Así que le dije a la Paramount: ‘Denle a Mario un millón de dólares para escribirla y trabajaré gratis con él’. Por aquel entonces, Paramount tenía una mentalidad muy orientada a los presupuestos bajos y no aceptaron”, relató Coppola.
Con la autorización de la familia Puzo, el escritor Ed Falco publicó en 2021 La familia Corleone, una precuela que carece del estilo inconfundible del autor original. Mario Puzo, relegado por la crítica y excluido de los grandes premios literarios, dejó una obra que, pese a su desprecio por parte de ciertos sectores, sigue vendiéndose en todo el mundo y consolidó su lugar como uno de los grandes narradores del siglo XX.
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