
Podría ser la escena final de una película de cine mudo de los años ‘20: Nueva York en blanco y negro; el corazón de la isla, el Times Square, latiendo su ritmo taquicárdico. Ella toda de blanco, enfundada en su uniforme de enfermera sin mácula, con zapatos de taco medio, el pelo recogido, la cintura quebrada, el pie derecho levantado: entregada. Él, de azul oscuro, en su traje de marinero orgulloso, rodeándola con sus brazos fornidos: una mano sujetándole la espalda, la otra sosteniéndola por la cadera, los dedos fuertes ejerciendo presión sobre su cuerpo. Las bocas fundiéndose en un beso. Ellos no lo sabían —no tenían cómo— pero ese instante sería eterno.
Esa imagen, tomada el 14 de agosto de 1945 por el fotógrafo Alfred Eisenstaedt —que la publicó en la revista Life y la bautizó como V-J Day (Día de la Victoria sobre Japón)— no fue el cierre perfecto de una ninguna ficción sino el de una realidad cruda y aterradora. El beso apasionado entre la enfermera y el marinero, capturado en el centro de Manhattan, era producto de la celebración y la euforia por la noticia: Japón se había rendido ante los aliados, la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin.
La foto, que se volvió emblema de ese momento histórico en todo el globo, también daría comienzo, años después, a una investigación que duró décadas: ¿quién era la pareja que protagonizaba ese apasionado beso?
Greta Friedman: la enfermera
Greta Friedman nació el 5 de junio de 1924 como Greta Zimmer en Wiener Neustadt, un pueblo pequeño de Austria, a las afueras de Viena. Era hija de Max e Ida Zimmer, tenía tres hermanas y su padre era dueño de una tienda de ropa.
Cuando Alemania ocupó Austria y la vida de las familias judías comenzó a desteñirse, Max e Ida enviaron a sus hijas fuera del país. Greta y dos de sus hermanas llegaron a Estados Unidos en 1939, la otra hermana se fue a Palestina. Nunca volverían a ver a sus padres, quienes fueron asesinados en los campos de exterminio.
Greta llegó a Nueva York donde trabajó como asistente en un consultorio odontológico, de ahí su uniforme impoluto. El 14 de agosto de 1945, al enterarse de que la guerra había terminado, se fue de su trabajo a Times Square a celebrar. Entonces no sabía cuál había sido el destino de su familia.
George Mendonsa: el marinero
George Mendonsa era pescador, hijo de pescador. En la Segunda Guerra Mundial servía como soldado en la Marina de Estados Unidos. El 14 de agosto de 1945 tenía 22 años y días libres de sus funciones en la costa del Pacífico. En el libro The Kissing Sailor: the mystery behind the photo that ended the World War II (El marinero que besa: El misterio detrás de la foto que puso fin a la Segunda Guerra Mundial), publicado en 2012 por Lawrence Verria, Mendonsa contó: “Recién había vuelto de Filipinas”. “Mi barco había enfrentado mucha acción. Nos enviaron de vuelta a los Estados Unidos hasta que la Armada adquiriera suficiente fuerza”.
Quiso aprovechar esa tarde para una cita romántica: iba a salir con una chica que había conocido unas semanas atrás en una reunión familiar, su nombre era Rita Petry, tenía 20 años y era pariente de su cuñado. “Ella era hermosa. Creo que me enamoré de ella la primera vez que la vi”, dijo Mendonsa.
Ese 14 de agosto había planchado su uniforme cuidadosamente para impresionar a Rita. Estaba nervioso. Se encontró con ella y tomaron juntos el tren que iba a Manhattan. La cita empezaba en el Radio City Music Hall, iban a ver la película A bell for Adano a las 13.05, y luego irían a tomar unos tragos. Pero no llegaron al final del film: “Desde la calle comenzaron a golpear las puertas del teatro. Prendieron las luces y pararon la proyección. ‘La guerra terminó, Japón se rindió’”, recordó Mendonsa en el libro.

El beso
Al recibir la noticia más importante de los últimos años, George y Rita salieron corriendo del cine hacia un bar cercano. Para celebrar el final de la guerra, en un clima de euforia, los barman ofrecieron tragos. El marinero reconoció que había tomado “unos cuantos”. Después se fueron a Times Square a festejar con todas las personas que estaban ahí. Cuando cruzó la 7th Avenida con la calle 44th, abrupta e impulsivamente, Mendonsa tomó en sus brazos a una mujer con uniforme de enfermera y la besó. Después la soltó y se fue a una estación de Metro, con Rita.
Eso dijo él.
En el libro sobre el beso que publicó Verria, Greta Friedman recordó: “De pronto alguien me agarró por la cintura”, “ese hombre era muy fuerte. Yo no lo estaba besando. Él me estaba besando a mí”.
A ninguno de los dos se le ocurrió, ni por un instante, que ese beso súbito y repentino sería publicado en un medio masivo y que se convertiría en símbolo.
El fotógrafo
La imagen tomada por Alfred Eisenstaedt era parte de un reportaje de la revista estadounidense Life sobre el fin de la guerra. Eisenstadt, que produjo más de 2500 historias y 90 portadas para esa publicación, describió en el libro sobre la fotografía cómo captó ese momento —una versión que dista un poco del recuerdo moderado de Mendonsa de esa tarde—: “En Times Square, durante el Día de la Victoria, vi a un marinero a lo largo de la calle que agarraba a todas y a cada una de las chicas que se ponían a su alcance. Tanto si pudieran ser su abuela, fueran altas, delgadas o viejas, no hacía distinción”. “Fui corriendo atrás mirando por encima del hombro con mi Leica pero ninguna de las tomas que hacía me agradaba. De repente, como un destello, vi algo que se me grabó. Me di la vuelta y capturé el momento justo en que el marinero besó a una enfermera. Si ella hubiera llevado un vestido oscuro jamás me habría dado cuenta. Nunca habría disparado la toma, o si el marinero hubiera llevado uniforme blanco, lo mismo. Realicé cuatro tomas. Fue en apenas unos segundos”, dijo.

En busca de los protagonistas
El 14 de agosto, en la vorágine de la celebración, intentando una imagen que le agradara en medio de los festejos por el fin de la guerra, Eisenstaedt no registró los nombres del hombre y la mujer que se besaban en Times Square. Y la foto tampoco fue inmediatamente un ícono. Pasaron años para que la popularidad de la imagen llevara a la pregunta acerca de quiénes eran sus protagonistas. Y más años antes de que se confirmara la identidad de Mendonsa y Friedman.
Aunque la imagen se publicó al día siguiente, el 15 de agosto de 1945, aquel día no causó demasiada repercusión: estaba en tamaño pequeño en la página 27 de la revista. Recién en 1980, 35 años después, Life la volvió a publicar, esta vez en la primera plana.
Para entonces, hacía veinte años que Greta Friedman se había topado, por primera vez, con la imagen en el libro El ojo de Eisenstaedt (1969), publicado por el fotoreportero, y se había reconocido. Cuando se vio nuevamente, esta vez en la portada de Life, se contactó con la revista para darse a conocer. Pero desde la publicación le dijeron que ya habían localizado a la protagonista: se llamaba Edith Shain, era una maestra de Beverly Hills, California, que le había escrito al fotógrafo diciendo que era la mujer del beso, que en esa época trabajaba en un hospital de Nueva York.
“No le creí porque sabía que eso me había pasado a mí”, dijo años más tarde —en 2005—, Friedman, cuando recordó ese momento en una entrevista del Veterans History Project —creado por el Congreso de Estados Unidos para recopilar y preservar los recuerdos de los veteranos de guerra—. “Esa era mi figura, lo que traía puesto y, en especial, mi peinado”. “Mi ropa estaba perfectamente planchada, tenía cuidado en eso. Tenía esta pequeña cartera…”. Sin embargo, durante años Shain fue considerada la verdadera enfermera. (Incluso en la actualidad pueden encontrarse publicaciones con Shain como protagonista de la foto).
Cuando Greta se vio siendo besada en blanco y negro ya estaba casada —lo estaba desde 1956— con Mischa Friedman, un científico del Ejército de los Estados Unidos con el que tuvo un hijo y una hija. También había estudiado Artes, pintaba y hacía serigrafías. Nunca le había comentado a nadie sobre ese episodio que no había sido especialmente significativo en el marco de los festejos. “No fue algo romántico, sino una forma de decir: ‘Gracias a Dios, la guerra ha terminado’”, explicó.
La identidad del marinero también fue un misterio por décadas: había sido reclamada por al menos once hombres.
Cuando la foto fue portada de Life, George llevaba mucho tiempo casado con Rita. “Fue como mirarme en el espejo”, dijo el exsoldado sobre su reacción al ver la imagen. “Pero cuando Rita vio la foto, dijo: ‘Creo que esa soy yo’”, a lo que él respondió: “Esa no eres tú, no puedes ser tú”. También dijo que Greta le había recordado a las enfermeras que vio en un barco hospital.
Después de ese día de 1945 George y Rita continuaron con su relación, que apenas comenzaba, sin hablar de ese beso. Y se unieron para toda la vida. “Muchas personas querían saber lo que yo estaba pensado” —dijo Rita en el libro sobre la foto—. “Fue un día feliz. Yo estaba festejando como loca. El beso realmente no me molestó. Si hubiésemos estado comprometidos, tal vez”. “Nunca le di muchas vueltas al asunto. Para cuando supe de ella, ya estaba casada por años”, dijo.
Durante décadas muchos veteranos de la Marina dijeron ser los besadores y otras tantas enfermeras dijeron ser las receptoras de ese beso. Las controversias sobre la imagen rodearon incluso a su veracidad: se cuestionó que hubiera sido tomada ese día y se dudó de su espontaneidad y autenticidad. Nada de eso manchó su simbolismo y lo que representaba. Pero fue un impulso para confirmar la identidad de los retratados, lo que terminó por hacerse con tecnología de reconocimiento facial.

¿Celebración o beso sin consentimiento?
Tampoco esa fue la única polémica alrededor de la foto. Por años la imagen, ahora conocida como “El Beso”, fue la representación de la emoción de los estadounidenses al enterarse del fin de la Segunda Guerra Mundial. Como muchas obras de arte que adquieren gran popularidad fue reproducida, recreada y homenajeada hasta el infinito. Sin embargo, más acá en el tiempo, la rodeó un anillo de inquietud, un interrogante que partía de la descripción que había hecho Greta de ese momento.
En 2012, un autor del sitio web Crates and Ribbons sostenía que la fotografía no mostraba un instante romántico sino “un abuso sexual según nuestros estándares”, ya que al hablar con el Veterans History Project la protagonista había dicho: “Sentí que él era muy fuerte. Me apretaba. No estoy segura del beso”. “Solo era alguien que celebraba. No fue algo romántico”. En 2014 la revista Time se plegó a esta mirada y, en un artículo, mencionó: “Mucha gente ve la foto como la documentación de un abuso sexual muy público, y no como algo para celebrar”.
Pese a estas perspectivas Joshua Friedman, el hijo de Greta, aseguró que su madre no se avergonzaba de la foto, ni recordaba ese momento de esa manera. Entendía por qué podía verse como un acto de acoso pero para ella no había sido así. Tampoco para George, ni para Rita, que llegaron a cumplir 73 años de matrimonio y tenían enmarcada y colgada la imagen en su casa, lo que George aseguraba en un reportaje que no hubiese sucedido sin la autorización de su esposa: “Ella es la jefa!”, confesó, “Después de todo, yo beso a Rita”.
En una entrevista publicada en 2012 Rita continuaba asegurando que el beso entre quien era su pretendiente y esa mujer desconocida nunca le molestó. Aunque sí dejaba un pensamiento flotando: “En todos estos años, George nunca me ha besado así”.
El fin de la historia
En septiembre de 2016, a los 92 años, murió la enfermera —que no era enfermera— besada en Manhattan. En febrero de 2019, a los 95, murió el marinero que la besó sin conocerla. No sin antes volverse a ver. En 2012 ellos se reencontraron en Times Square para posar ante decenas de flashes y recrear, casi 70 años después, aquella imagen que los hizo eternos.
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