En mayo de 2023, Darren Harrison, un empleado de Florida, abordó una avioneta Cessna 208 Caravan tras un día de pesca en las Bahamas. Viajaba de regreso a casa, tranquilo, pensando en su esposa embarazada de siete meses y en el bebé que venía en camino. Nada parecía fuera de lugar. Pero veinte minutos después del despegue, el piloto se desmayó sobre los controles y la aeronave comenzó a caer en picada.
Según Daily Mail, Harrison no tenía formación en aviación. Ni siquiera una hora de vuelo. Lo único con lo que contaba era una vieja inquietud: cada vez que se subía a un avión de ese tipo, le venía la misma pregunta. ¿Qué pasa si al piloto le ocurre algo? Esa tarde, el temor tomó forma.
El piloto, Ken Allen, empezó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. Luego se desplomó. Al perder el conocimiento, su cuerpo empujó los mandos hacia adelante, y la aeronave descendió de forma abrupta. Harrison, que estaba sentado atrás, caminó hacia la cabina y encontró lo que más temía: “Lo único que vi fue agua por la ventanilla derecha. Se venía encima”, contó después a NBC.
El avión estaba en caída libre. En un impulso sin margen para dudar, empujó al piloto hacia un costado, se sentó al frente y tomó los controles. Lo primero fue estabilizar. Lo segundo, pedir ayuda. No tenía entrenamiento ni contexto: solo entendía que debía evitar que el avión siguiera bajando.

Intentó conectarse por radio. Los auriculares del piloto estaban rotos, así que buscó otros. Conectó con la torre de control de Fort Pierce. En el audio que luego difundió la FAA, su voz suena clara: “Tengo una situación grave. El piloto está incoherente. No tengo idea de cómo volar el avión”.
Del otro lado, el controlador pidió su ubicación. “Veo la costa de Florida, pero no tengo idea de dónde estoy”, respondió Harrison. Desde la torre le indicaron seguir la línea de costa y mantener las alas niveladas. “Estamos tratando de localizarlo”, le dijeron.

En tierra, la señal no aparecía en radar. El controlador le pidió que introdujera el código de emergencia 7700, pero Harrison no sabía cómo hacerlo. “No puedo encender mi pantalla. Tiene toda la información y está apagada. ¿Alguna idea de cómo hacerla funcionar?”, se escucha decirle, con calma sorprendente, en los audios revelados por Daily Mail.
A unos veinte kilómetros de Boca Ratón, lograron ubicarlo. El equipo de Palm Beach tomó el control de la emergencia y desvió su destino hacia el Aeropuerto Internacional de esa ciudad. A diferencia de Boca Ratón, Palm Beach ofrecía una pista más larga y mejores condiciones de comunicación. También estaba allí Robert Morgan, controlador aéreo e instructor de vuelo.

Morgan estaba en su descanso. Nunca había pilotado ese modelo exacto, pero conocía su configuración. Corrió a su puesto, imprimió un plano del panel del Cessna 208 y tomó el micrófono. Su tarea, según explicó luego a WPBF-TV, era mantener a Harrison sereno: “Le dije que mirara la pista. Que se iba a ver cada vez más grande. Y que bajara con suavidad”.
Durante el descenso, notó que el avión iba demasiado rápido. Harrison, sin saber exactamente cuál era el acelerador, le gritó a otro pasajero: “Tirá eso al piso, hasta donde llegue”, relató después a Today. La maniobra redujo la velocidad, lo justo.
El avión tocó pista a las 16:37. Por un instante, desapareció del radar. En la torre, hubo silencio. Luego, la radio volvió a sonar: “Estoy en tierra. ¿Qué quieren que haga ahora?”. Lo primero que recibió fue una instrucción para frenar. No sabía cómo. Desde el control le explicaron cómo usar los frenos y detener el avión.

“Fue como estar en una película. “Nadie podía creerlo. Los que estaban en las oficinas salieron para ayudar, todos querían ver qué pasaba”, dijo a NBC News.
Cuando la aeronave se detuvo, Harrison rezó. No lo hizo antes. No lo hizo durante. “La oración más larga que hice en mi vida fue cuando ya estábamos en tierra”, dijo. La última parte, contó a TODAY, fue por el piloto. Sabía que estaba mal. Y sabía que si había una chance de que viviera, había comenzado ahí.
El piloto, Ken Allen, fue trasladado al Palm Beach Gardens Medical Center. Sufría una disección aórtica, una afección cardíaca súbita y letal. Fue operado durante nueve horas. El cirujano, Dr. Nishant Patel, contó en una entrevista con Today, que dejó un mensaje a la familia: tenía un 50% de probabilidad de sobrevivir. Pero lo logró.
17 meses más tarde, volvió a volar. Invitó al médico que le salvó la vida a un paseo sobre Florida como forma de agradecimiento. Y también se reencontró con Harrison.
Se abrazaron en el estudio de NBC. “Sentí culpa durante mucho tiempo. Por haber puesto sus vidas en peligro”, dijo Allen. Harrison lo interrumpió, lo agarró de los hombros y le dijo: “Basta. No más”.

El hecho fue calificado por expertos como “milagroso”. John Nance, analista de aviación, declaró a ABC 25 que nunca había escuchado que alguien sin formación lograra aterrizar un avión como ese. “Lo increíble no es solo volarlo: es configurarlo para aterrizar y hacerlo bien. Para un piloto novato, eso es impensado”, dijo.
Ese día, Darren Harrison no supo explicar por qué todo funcionó. “La mano de Dios estaba en ese avión”, dijo a NBC.
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