La mayor tragedia de la historia del fútbol que enlutó a Lima: más de 300 muertos, 500 heridos y la polémica investigación

Una decisión del árbitro encendió la furia en un estadio desbordado. La represión, el encierro y el pánico hicieron el resto. El 24 de mayo de 1964, 328 personas murieron en el Estadio Nacional de Lima. Nadie fue verdaderamente responsable

Guardar
Parte de la hinchada huyendo
Parte de la hinchada huyendo de la represión policial. La mayoría murió por asfixia

La tarde del domingo 24 de mayo de 1964 estaba cargada de expectativa, pasión y nerviosismo en Perú y en Argentina. El Estadio Nacional de Lima se vestía de fiesta para una cita histórica: la selección peruana enfrentaba a la argentina en un duelo decisivo del Torneo Preolímpico Sudamericano. Lo que estaba en juego era algo más que un simple partido: se disputaban puntos clave para clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.

Desde temprano, una marea humana cubrió los alrededores del estadio. Más de 53 mil hinchas —un poco más del 5% de la población de Lima en ese momento— desbordaron la capacidad de las tribunas con una consigna clara: ver a Perú acercarse a la clasificación olímpica frente a uno de los gigantes del continente. El país entero se detuvo ante la posibilidad de alcanzar una meta esquiva, en un contexto político y social marcado por la tensión: el gobierno de Fernando Belaúnde Terry, recientemente electo, buscaba consolidar su autoridad en medio de conflictos sociales y planes de modernización. El fútbol aparecía como un refugio y una fuente de orgullo colectivo.

Argentina, por su parte, llegaba invicta y como una de las favoritas del certamen. Dirigida por Ernesto Duchini, tenía un equipo sólido, con figuras juveniles como Miguel Ángel Tojo y Néstor Manfredi, que más tarde lograrían ser reconocidos en el profesionalismo. Para la albiceleste, clasificar no era solo un objetivo: era también una obligación acorde a su historia. Su única medalla olímpica en fútbol había sido lograda en 1928. Aunque llegaron con cierta presión, también llegaron con confianza.

Pero un gol anulado sobre el final del partido desató el caos. La protesta de los hinchas en las tribunas terminó en una represión brutal por parte de la policía, que utilizó gases lacrimógenos dentro del estadio. La estampida fue inmediata: 328 personas murieron asfixiadas o aplastadas en las escaleras y más de 500 resultaron heridas. Fue la mayor tragedia registrada en un estadio de fútbol en el mundo. Aquella tarde que comenzó con ilusión se convirtió en una jornada de duelo nacional.

328 personas murieron asfixiadas o
328 personas murieron asfixiadas o aplastadas en las escaleras y más de 500 resultaron heridas

El partido

El ambiente en el Estadio Nacional de Lima era intenso desde el inicio. Las tribunas desbordadas vibraban y la expectativa era total en la última fecha del Torneo Preolímpico Sudamericano, con la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio en juego.

La selección peruana llegaba con buenos resultados: había empatado con Ecuador (1-1) y vencido con claridad a Colombia (3-0) y a Uruguay (2-0). Un empate frente a Argentina le alcanzaba para superar a Brasil en la tabla de posiciones y conservar sus chances de clasificación a Tokio.

Argentina, en cambio, llegaba invicta, con triunfos ante Colombia, Ecuador, Chile y Uruguay. Aunque lideraba la tabla, aún no tenía asegurado el cupo olímpico: necesitaba ganar para evitar cualquier riesgo en la definición. Una derrota podía dejarlo fuera, y un empate abrirle la puerta a Perú, que buscaba desplazar a Brasil del segundo puesto.

El gol de Perú
El gol de Perú que fue anulado y desató el caos

De las más de 53.000 personas, muchas de ellas llegaron luego de ver una carrera automovilística que se realizó poco tiempo antes también en Lima. Ante la saturación de las tribunas, las autoridades decidieron cerrar las puertas del estadio, medida que luego condenó la tragedia.

En el primer tiempo, Perú controló la pelota sin generar situaciones claras de gol. Argentina jugó ordenada, sin profundidad de ataque. En el complemento, el panorama cambió: a los 63 minutos, tras un tiro de esquina, el arquero peruano Juan Barrantes rechazó mal la pelota y Néstor Manfredi aprovechó el error. Un disparo bajo y a la esquina selló el único gol del partido.

La tensión aumentó en los minutos finales. Perú necesitaba al menos un empate para mantener viva la esperanza de clasificar, y a los 83 minutos, Víctor “Kilo” Lobatón logró lo que parecía el gol del milagro. El Estadio Nacional estalló de euforia. Pero segundos después, el árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos anuló el tanto por una falta de Lobatón sobre el arquero argentino, dentro del área chica.

La represión policial contra la
La represión policial contra la hinchada fue desmedida y causó una tragedia nacional y mundial

La alegría se transformó en furia. Los jugadores peruanos comenzaron a protestarle a Pazos y desde cada rincón del estadio bajó un aluvión de silbidos y gritos ensordecedores. Desde las tribunas bajaba la indignación de un público y el ambiente se volvió irrespirable.

Fue entonces cuando Víctor Melesio Vásquez, apodado “Negro Bomba”, saltó desde la tribuna sur al campo de juego y se dirigió directamente al árbitro para recriminarle por anular el gol. La policía lo interceptó: usaron perros como escudos y lo redujeron. Poco después, otro hincha, Edilberto Cuenca, intentó acercarse al árbitro, pero unos policías lo golpearon. Ante el descontrol generalizado, y sin garantías para continuar, Pazos dio el pitazo final y terminó el partido.

Las cosas se pusieron peor y el caos se desató en la tribuna sur. Varios hinchas intentaron invadir el campo. La respuesta policial fue inmediata y desproporcionada: empujones, bastonazos y gases lacrimógenos. Lo que debía ser una contención se convirtió en una carga brutal contra el público. El desconcierto se multiplicó entre los asistentes.

Un hombre saca a un
Un hombre saca a un niño luego de la estampida en pleno partido (AFP)

En medio del humo, el pánico y los gritos, las puertas de salida seguían cerradas por orden policial. Miles de personas, atrapadas, buscaron escapar por las escaleras, pero no había manera. La estampida fue inevitable. Muchos cayeron. Otros cientos no pudieron levantarse y quedaron ahí, aplastados.

La mayoría de las 328 víctimas murieron por asfixia y traumatismos. Más de 500 personas resultaron heridas, muchas con fracturas, contusiones o quemaduras provocadas por los gases. Los pasillos del estadio se convirtieron en túneles de muerte. La transmisión del partido fue interrumpida, pero la noticia no tardó en recorrer Lima.

El comandante de la Guardia Republicana, Jorge de Azambuja, fue señalado como el principal responsable de la tragedia porque fue quien ordenó el cierre de las puertas del estadio y el lanzamiento de gases lacrimógenos sobre las tribunas. “Yo ordené lanzar bombas lacrimógenas a las tribunas. No puedo precisar cuántas. Nunca imaginé las nefastas consecuencias”, declaró ante los medios días después.

En el vestuario, los jugadores peruanos no sabían qué era lo que estaba ocurriendo afuera. Uno de ellos, Héctor Chumpitaz, de 21 años, recordó más tarde: “Después que llegamos al vestuario hubo personas que salieron y, al regresar, nos contaron que había dos muertos. ‘¿Dos muertos?’, preguntamos, pensando que uno ya hubiera sido demasiado. Estuvimos allí por dos horas antes de que pudiéramos salir. No supimos la magnitud de lo que estaba pasando”.

Diario "La Crónica" y la
Diario "La Crónica" y la noticia de la detención de "El Negro Bomba", señalado como uno de los responsables de la tragedia

Fuera del estadio

Cuando comenzó a conocerse la magnitud de la tragedia, Lima se sumió en el caos. Lo que debía ser una jornada festiva derivó en una noche de furia. Sobrevivientes, familiares de las víctimas y vecinos enardecidos salieron a las calles en señal de protesta. Hubo incendios, saqueos, destrucción de propiedades y enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad. Durante horas, la capital peruana quedó envuelta en un clima de tensión extrema, sin control ni contención.

En los alrededores del estadio, dos agentes fueron linchados por la multitud que los señalaba como responsables directos de la represión. La policía, superada en número y en capacidad de respuesta, actuó con más violencia, lo que agravó el escenario.

Los cien policías que eran
Los cien policías que eran parte del operativo de seguridad decidieron reprimir tirando gases lacrimógenos

Frente a ese panorama, el presidente decretó el estado de emergencia y ordenó la suspensión de las garantías constitucionales por un mes. Se desplegaron tropas del Ejército y se impuso toque de queda en la capital. La ciudad quedó sumida en la conmoción y el miedo. Durante días, el aire de Lima estuvo impregnado de duelo, bronca y desconfianza. Lo que ocurrió esa noche marcó un antes y un después en la historia social del país.

Entre los testimonios que se fueron conociendo con el tiempo, el periodista deportivo Manuel Paz Aráoz, recordó cómo se salvó de morir en el Estadio Nacional. Tenía doce años y, como siempre le gustó el fútbol, le pidió a su madre que lo llevara al estadio a ver ese encuentro. Pero, se quedó sin entradas y desistió de comprar en la reventa por el elevado precio. “Hijo, entra tú y yo te espero hasta que termine el partido”, le dijo la madre. Pero Manuel no aceptó ese sacrificio y le pidió volver. “Esa decisión le salvó la vida”, contó.

Los diarios reflejaron la magnitud de la catástrofe. El diario El Comercio tituló: “Muertos y heridos por fallo erróneo en fútbol”; La Crónica publicó en su portada: “Terrible drama en estadio. Hay centenares de muertos y heridos”. Estos titulares evidenciaron la conmoción nacional y la percepción de que la tragedia fue consecuencia de errores humanos y decisiones arbitrales controvertidas.

Portada de diario La Crónica
Portada de diario La Crónica

El día después

La magnitud de la tragedia dejó al país en shock. La combinación de represión desmedida, cierre de salidas y falta total de protocolos de emergencia derivó en una masacre. El árbitro uruguayo Ángel Pazos, señalado como el eje de la controversia por el gol anulado, fue sacado en helicóptero por temor a que fuera linchado. Nunca volvió a dirigir un partido internacional.

El fútbol quedó en suspenso. Aunque el torneo continuó, ya nadie quería jugarlo. Argentina clasificó y se marchó en silencio. Perú suspendió toda actividad deportiva y el Estadio Nacional fue clausurado. La FIFA y el Comité Olímpico Internacional (COI) exigieron explicaciones, pero ninguna fue suficiente.

La revista El Gráfico captó
La revista El Gráfico captó el momento en que el árbitro anuló el gol de Perú ante Argentina en 1964.

El gobierno de Fernando Belaúnde Terry, recientemente asumido, quedó expuesto. La represión no solo no contuvo el desorden: lo agravó. El jefe de la Guardia Republicana, Jorge de Azambuja, fue condenado a prisión; más de 40 policías fueron suspendidos y al menos dos oficiales de alto rango fueron desplazados, entre ellos el coronel Ramón Rodrich, que se suicidó semanas después.

La tragedia evidenció una falla estructural: no había planes de evacuación, ni preparación sanitaria ni criterios claros sobre el uso de la fuerza. A partir de ello, comenzaron a implementarse cambios en la organización de eventos masivos: control de accesos, salidas habilitadas y limitación de operativos represivos en espacios cerrados.

El impacto trascendió fronteras. La FIFA incorporó el caso en sus evaluaciones de seguridad y el COI exigió condiciones antes de permitir la participación sudamericana en los Juegos de Tokio. Otros países empezaron a revisar la infraestructura de sus estadios y a prohibir el cierre de puertas en partidos de alto riesgo. Aunque el torneo se completó, la herida quedó abierta.

Uno de los hinchas que
Uno de los hinchas que ingresó al campo de juego fue sacado a golpes por la policía

Una tragedia sin responsables

Pese a la magnitud del desastre, la justicia no estuvo a la altura. No hubo un juicio ejemplar ni una investigación profunda que estableciera responsabilidades más allá del hecho puntual.

El comandante Jorge de Azambuja, jefe de la Guardia Republicana, fue uno de los pocos en reconocer públicamente su responsabilidad. Admitió haber ordenado el cierre de las puertas y el lanzamiento de gases sobre las tribunas. Fue condenado a 30 meses de prisión. Cumplió su pena y luego desapareció del ámbito público. Otros jefes policiales fueron desplazados o suspendidos, pero ningún funcionario civil ni autoridad política enfrentó cargos penales.

El hincha Víctor “Negro Bomba” Vásquez fue detenido por ingresar al campo de juego y cumplió varios años de prisión por alteración del orden público. Su nombre quedó asociado al inicio del caos, aunque su gesto fue más consecuencia que causa. Vivió los años posteriores entre la marginalidad y murió en 1999, olvidado.

Hinchas buscan escapar de las
Hinchas buscan escapar de las bombas lacrimógenas lanzadas por la policía: la mayoría de los hinchas murieron por asfixia (GEC)

La causa judicial se cerró sin mayores consecuencias. Más de 40 policías fueron sancionados administrativamente, pero muchos volvieron a sus funciones. Nunca hubo un proceso que reparara el daño ni un Estado que asumiera plenamente su responsabilidad. La mayor tragedia en la historia del fútbol quedó sin responsables reales.

El Torneo Preolímpico, pese a todo, continuó sin público. Argentina fue coronada campeona y obtuvo el pase a los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, pero finalmente renunció a participar por desacuerdos con las reglas que exigían planteles amateurs. Perú, en tanto, quedó eliminado tras perder 4-0 con Brasil en Río de Janeiro.

Los 338 muertos no tenían nombre para la estadística internacional. Eran hijos, padres, amigos. Eran hinchas que creyeron que el fútbol los haría felices. Que una final los uniría y dejaría de lado los conflictos sociales. Creyeron que el deporte más hermoso del mundo sería el mejor refugio.

El Estadio Nacional sigue allí. Testigo mudo. Donde alguna vez hubo gritos de gol, quedaron los ecos del horror. Y el recuerdo imborrable de la noche en que el fútbol se vistió de luto.

Últimas Noticias

El puente que unió más que dos distritos: amor y coraje detrás del ícono de Nueva York

El legado emocional del Puente de Brooklyn va más allá del acero, revelando una historia real de sacrificios y sueños cumplidos

El puente que unió más

La búsqueda desesperada de los investigadores argentinos por encontrar a Mengele y las conclusiones de los informes desclasificados

Los servicios de inteligencia argentinos, entusiasmados tras haber capturado a Adolf Eichmann -otro criminal de guerra nazi-, persiguieron los rastros del “ángel de la muerte” en el país. Encontraron a su esposa, sospecharon de la veracidad de sus dichos, constataron que el pedido de extradición fue rechazado por el gobierno nacional y fracasaron en su búsqueda. Mengele murió como Wolfgang Gerhard en una playa de Brasil

La búsqueda desesperada de los

La foto acertijo: ¿Quién es este niño que domó leones en la adolescencia e interpretó a villanos memorables?

Antes de convertirse en una figura reconocida de la pantalla, fue un pequeño actor, repartidor de tortas, bailarín de tap y aprendiz de domador de leones. Su historia comienza en una panadería alemana de Queens

La foto acertijo: ¿Quién es

ADN, un testimonio olvidado y una cruz: después de 50 años de incertidumbre se resolvió el brutal crimen de dos adolescentes

Darlene Zetterower y Barbara Schreiber tenían 14 años cuando fueron violadas y asesinadas en el condado de Broward, Florida. Los detalles de la investigación que por fin logró justicia

ADN, un testimonio olvidado y

La historia de amor marcada con sangre y pólvora de los “Romeo y Julieta” del crimen: su final acribillados por una traición

Durante la Gran Depresión, Bonnie Parker y Clyde Barrow protagonizaron una violenta seguidilla de asaltos, fugas y asesinatos que desafió a las autoridades del sur de Estados Unidos. Su historia de amor, sellada por unas fotos, terminó en una emboscada con más de 160 disparos. Este es la reconstrucción de una leyenda que aún perdura

La historia de amor marcada