
Los documentales del norteamericano Michael Moore, quien hoy cumple 71 años, son conocidos en todo el mundo. Su nombre es una marca registrada, al igual que su ironía y sentido del humor al lanzar sus críticas. En 2003, su trabajo con el documental Bowling for Columbine (Masacre en Columbine), centrado en el caso de la escuela secundaria de Colorado donde dos alumnos abrieron fuego contra sus compañeros, matando a 12 de ellos y a un profesor, fue premiado con un Óscar.
Su primer documental sin experiencia
Michael Moore comenzó a ganar reconocimiento en 1989 con el documental Roger & Me, escrito, producido y dirigido por él mismo. Con un estilo provocador y directo, muy inspirador para quienes siguieron sus pasos en la década siguiente, indagó sobre el impacto desastroso que dejó en su ciudad natal, Flint (Michigan), el cierre de las fábricas de General Motors y su traslado a México para abaratar costos. Esa decisión afectó incluso a miembros de su familia. Su padre era un trabajador de la línea de ensamblaje de automóviles. “Treinta mil personas se quedaron sin trabajo, e hice esta película para levantarles el ánimo. Y fui a buscar al presidente de GM, Roger Smith, para obtener algunas respuestas”, contó Moore sobre la motivación que lo impulsó a realizar la película, en la que se lo ve intentando, sin éxito, entrevistar a Smith.
El film recibió todo tipo de críticas. The New York Times se preguntó si era un documental sensacionalista, una sátira o ambas cosas a la vez. The Washington Post lo describió como “un matón con una cámara, el hijo de un trabajador automotriz que nunca antes ha hecho una película y que ve en la desaparición de su ciudad natal la metáfora perfecta de todo lo que está mal en Estados Unidos”.
Michael llevó adelante la filmación con un presupuesto bajo, de unos 160 mil dólares, que, sin embargo, no era poca cosa para alguien que recién comenzaba. Recibió apoyo de amigos y familiares, organizó rifas como juegos de bingo en la iglesia y vendió su casa, según la Asociación Internacional de Documentalistas. Salió a filmar con pequeñas cámaras y un equipo mínimo. Tampoco contaba con formación académica como cineasta. En la secundaria Davison High School había demostrado interés por las clases de teatro y los concursos de debates. Se graduó en 1972 y se inscribió en la carrera de Periodismo en la Universidad de Michigan, pero abandonó sus estudios para fundar un semanario alternativo, Flint Voice.
Según el sitio Celebrity Net Worth, posteriormente se mudó a California para trabajar en Mother Jones, una revista política liberal, y fue despedido cuatro meses después por negarse a publicar una nota. Acusó a la revista de despido improcedente y llegó a un acuerdo extrajudicial por 58.000 dólares. Ese dinero también habría sido utilizado para su primer documental y para la creación de su productora, Dog Eat Dog Films. Su formación como documentalista fue autodidacta. Y a pesar de ello, demostró que tenía mucho por ofrecer, en especial su capacidad para encender la polémica.
Roger & Me fue, además, muy rentable. Con ese primer documental, el cineasta se hizo millonario: recaudó 7,7 millones de dólares a nivel mundial. De ese monto, habría donado un millón a organizaciones benéficas como la Unión Nacional de Personas sin Hogar y Earth First. También aportó fondos para la creación del Center for Alternative Media, una fundación que subvenciona obras de directores desconocidos y grupos que abordan temáticas sociales, algo con lo que le hubiese encantado contar él. Tanto las críticas positivas como las negativas lo dejaron en una muy buena posición: logró que se hablara de él. Su fórmula también fue llevada a la televisión. Desde julio de 1994 hasta septiembre de 1995 estuvo al frente de TV Nation, un programa de informes periodísticos con su provocador sentido del humor. El ciclo fue transmitido originalmente por NBC en los Estados Unidos y BBC2 en el Reino Unido.
En su siguiente documental, Bowling for Columbine, realizado ya un presupuesto generoso (cuatro millones de dólares), explora la problemática de la violencia armada en Estados Unidos, tomando como punto de partida la masacre en esa escuela secundaria. A lo largo del documental, analiza las posibles causas de esa violencia, como la facilidad para conseguir armas y la influencia de los medios de comunicación. La película comienza con un aviso de un banco que regala armas a quienes abran una cuenta, y Moore se presenta para conseguir una. Se lo filma apuntando el rifle en la puerta del banco. El documentalista realiza una serie de entrevistas en el entorno donde ocurrió la masacre escolar y también pone el foco en la relación entre los estadounidenses y las armas de fuego. La película fue celebrada en Cannes y obtuvo el Oscar al mejor documental. En su discurso, Moore aprovechó el micrófono para denunciar públicamente al presidente George W. Bush por llevar al país a una “guerra ficticia”, en referencia a la invasión de Irak de 2003.
Después de Bowling for Columbine, ya con renombre, Michael Moore volvió a apuntar contra la gestión de George W. Bush durante los atentados del 11 de septiembre con Fahrenheit 9/11. Este trabajo se enfocó en las secuelas de los ataques terroristas y en la supuesta conexión entre los Bush y la familia Bin Laden. A pesar de los premios obtenidos en las premieres, Moore tuvo problemas para distribuir la película, luego de que The Walt Disney Company se negara a hacerlo. Finalmente, tras ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes y en medio de una polémica en los medios, la película logró estrenarse gracias al respaldo de tres productoras pequeñas, con la fecha que Moore quería: el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos.
Con Sicko, cuestionó duramente el sistema de salud estadounidense, de gestión privada, mostrando lo caro que resulta en contraste con otros países donde el servicio médico es gratuito. Como ejemplo, incluyó a Cuba, a donde llevó a pacientes norteamericanos, lo que generó una nueva controversia. En Capitalismo: una historia de amor (2007), Moore expone su visión anticapitalista. En 2015 estrenó ¿Qué invadimos ahora? En 2016, Michael Moore en Trumpland. Dos años más tarde, lanzó Fahrenheit 11/9, donde explica el triunfo electoral de Trump y en 2019 se convirtió en el productor ejecutivo de Planet of Human, de temática ambiental. Paralelamente al lanzamiento de sus documentales, fue engrosando su listado de publicaciones con varios libros.
Su vida de millonario en las noticias
Son muchos los trabajos realizados por Michael Moore que generaron debate en la sociedad norteamericana. Sin embargo, en 2014 él mismo fue blanco de críticas luego del resonante divorcio de su esposa, Kathleen Glynn, con quien tiene una hija, Natalie. Tras 22 años de matrimonio, el proceso hizo ruido por la fortuna que se dividieron: la pareja discutió por la repartición de 50 millones de dólares, gran parte generados por sus documentales, y por la propiedad de nueve inmuebles lujosos en Nueva York y Detroit.

Mientras la pareja discutía por temas que abarcaban desde renovaciones no autorizadas hasta gastos excesivos, Michael acusó a Glynn de causar graves pérdidas financieras debido a sus hábitos de gasto. Las conversaciones en el tribunal pronto se centraron en el sector inmobiliario.
Entre las nueve propiedades figuraban una enorme mansión frente al lago Torch, en Michigan, valuada en dos millones de dólares, y un condominio en Manhattan que originalmente eran tres departamentos, luego remodelados para convertirlos en una sola propiedad. La difusión de su patrimonio generó que muchas personas lo acusaran de hipócrita, ya que su imagen de hombre común y corriente en la lucha contra las injusticias del capitalismo y las desigualdades sociales comenzó a desdibujarse: había quedado en evidencia que se trata de un millonario que lleva una vida de lujos. Varios medios lo condenaron en los titulares, como National Post: “La casa hipócrita de 2 millones de Michael Moore, el director de cine vive como el 1 por ciento que él condena”.
Residentes de Torch Lake, consultados por la prensa, se preguntaban por qué alguien como él elegiría vivir en un barrio conservador y predominantemente blanco, especialmente dada su postura política”.
En una oportunidad, Michael Moore declaró que su casa en el lago de Michigan “no era una casa de vacaciones”, como se había difundido en los medios. Sin embargo, los documentos judiciales parecían sugerir que Moore dividía su tiempo entre Nueva York y Detroit, y apenas mencionaba Michigan como su residencia permanente.
Posteriormente, de Daily Mail publicó que la mansión estaba en venta por 5.2 millones de dólares, y subió una galería de fotos de sus siete espectaculares ambientes con pisos y revestimientos de madera, chimeneas en piedra, grandes alfombras, biblioteca, gimnasio y unas vistas increíbles al lago. La agente inmobiliaria Nancy Albrecht declaró al New York Post que la propiedad tiene todo lo que un comprador podría desear. “Al entrar por la puerta principal, te quedas alucinado. Hay vistas desde todas las habitaciones”.
Con el paso del tiempo, el director de cine fue buscando diferentes maneras de mantenerse cerca de su público y llegar a las nuevas generaciones. Puede encontrarse en un teatro, como una estrella del stand-up, en las redes sociales, donde publica posteos en manifestaciones anti trumpistas y también llega por medio de newsletters y podcast: The Michael Moore Podcast en Spotify.
A pesar de las contradicciones que rodean su vida personal, Michael Moore es un referente indiscutible del documental político contemporáneo, que impuso un estilo irreverente. Desde su primera película, de bajo presupuesto, logró instalar temas en la agenda pública sobre diferentes temáticas.
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