El día que los nazis llenaron el Luna Park: el escenario decorado con cruces esvásticas y la ovación a Hitler

La mañana del 10 de abril de 1938 una multitud se congregó en el tradicional palacio de deportes porteño para celebrar la anexión de Austria al Reich. La adhesión del ministro argentino del führer y la ruta secreta hacia el país del dinero robado a los judíos alemanes

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Unas 20 mil personas colmaron
Unas 20 mil personas colmaron el Luna Park porteño el 10 de abril de 1938

Ocurrió en Buenos Aires la mañana del 10 de abril de 1938 y ostenta el dudoso honor de haber sido el mayor acto nazi de la historia realizado fuera de las fronteras de Alemania. Ese día, domingo para más datos, miles de personas- argentinos y alemanes y austríacos radicados en el país - se congregaron en el Luna Park para celebrar la anexión de Austria al Reich que desde hacía cinco años gobernaba con mano de hierro y aspiraciones expansionistas el dictador Adolf Hitler. La Anschluss – como se llamó a la anexión – era un hecho consumado desde el 12 de marzo, cuando las tropas de la Wehrmacht habían invadido sin encontrar resistencia alguna el Estado Federal de Austria para convertirla en una provincia más del Tercer Reich. Para darle algún viso de legalidad, Hitler realizó después un plebiscito cuyo resultado fue un apabullante 99.73% a favor del “sí”.

La farsa plebiscitaria se trasladó también fuera de las fronteras de la “Gran Alemania” y se realizó también en otros países. Para eso, austríacos y alemanes que estuvieran en cualquier parte del mundo debían mostrar su adhesión participando de una especie de referéndum. Así, en la Argentina, durante los primeros días de abril, se acercaron a las urnas unas 25.000 personas que votaron simbólicamente en clubes, escuelas y distintas instituciones alemanas que funcionaban en el país. Para celebrar esa adhesión, el 10 de abril, se realizó el acto en el Luna Park, bajo el pomposo nombre de “Día de la Unidad Nacional”.

“La cita estaba prevista para las diez de la mañana de ese mismo 10 de abril. Media hora antes, las puertas del Palacio de los Deportes se abrieron para recibir una multitud de alemanes, austríacos y argentinos. Entre doce y veinte mil personas llegaron hasta las proximidades de Corrientes y Bouchard. Contaban con la venia de la jefatura de policía, que dos días antes había accedido al pedido de la comunidad austroalemana para realizar el acto”, relatan los periodistas Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro “Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder”, que repasa la historia del famoso estadio porteño.

El acto nazi en el
El acto nazi en el Luna Park fue cubierto por los medios argentinos

Nazis en la Argentina

En la Argentina gobernaba el conservador Roberto M. Ortiz que, como sus antecesores, no ponía obstáculo a la expansión del ideario nazi en el país. “El nazismo fue incorporándose a la vida política argentina en la década de 1930. El Grupo Argentino del Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán fue fundado en 1931. En su planta de adherentes había marinos mercantes, artesanos y empleados de ingresos modestos de la comunidad germana, que iniciaron sus reuniones en los barcos del puerto de Buenos Aires. Fueron bien recibidos por el poder estatal. El 25 de mayo de 1931, la Legión Cívica les hizo un lugar en el desfile de la Revolución de Mayo y el pequeño grupo nazi marchó frente a (el presidente de facto, José Félix) Uriburu con las camisas pardas y la cruz gamada. Los nazis y la Legión también participaron en otro acto conjunto en marzo de 1933: atacaron a manifestantes de organizaciones judías que se habían reunido en el Luna Park para denunciar la liquidación del Parlamento y la oposición política en Alemania”, cuenta le periodista e historiador Marcelo Larraquy en “Argentina. Un siglo de violencia política”.

Para 1938, de la mano del embajador alemán Edmund von Thermann, de fuertes vinculaciones con políticos y militares argentinos, el nazismo había ganado terreno de manera notoria dentro de la comunidad alemana. “Mi Lucha” se leía en los colegios bilingües y clubes como el Teutonia de Tigre, el Alemán y el Hípico Alemán se habían convertido en usinas de propaganda para la ideología de Hitler. No se trataba solamente de una cuestión de difusión de ideas sino que el nazismo también había logrado llevar a la práctica sus políticas antijudías en las empresas alemanas que funcionaban en el país. Así, las compañías de capitales teutones habían comenzado a “depurar” de sus plantas de personal a los empleados de origen judío.

A través de la embajada, von Thermann también presionaba a la prensa local. Aquellos diarios que no hablaban positivamente del régimen alemán dejaron de recibir publicidad de las empresas de ese origen y a los que se oponían de manera abierta a Hitler, sus acciones y sus ideas, la legación diplomática les iniciaba acciones legales. Un caso emblemático es el del diario Argentinisches Tageblatt, muy leído por la comunidad alemana, al que el embajador calificaba de “judeo-comunista al servicio de Londres, de Washington y de Moscú”.

Desde las tribunas el público
Desde las tribunas el público hizo el clásico saludo nazi

El acto del Luna Park

Ese era el contexto cuando se realizó el masivo acto del Luna Park, que tuvo una escenografía típicamente nazi. El cronista del diario Crítica la describió así: “El fondo está cubierto por una enorme tela con letras góticas ‘Ein Volk Ein Reich Ein Führer’. No reconocemos al viejo estadio. Ni el mismo (Tito) Lectoure lo reconocería”.

Estaban presentes las principales autoridades alemanas en el país y algunas figuras de la política local, como el gobernador de Buenos Aires, el conservador Manuel Fresco, y su ministro de Gobierno, Roberto Noble, el mismo que años después fundaría el diario Clarín. El acto empezó a las diez y media en punto, cuando tomó la palabra el encargado de negocios de Alemania, Otto Meynen, quien comparó a la anexión de Austria con la Revolución de Mayo. Antes la multitud cantado el Himno Nacional Argentino en posición de firmes y haciendo el saludo nazi con el brazo extendido.

“Cuarenta y cuatro abanderados vestidos con camisas pardas y brazaletes con la cruz esvástica se ubicaron en el gran escenario. Detrás, en letras góticas, colgaba una bandera con la leyenda ‘Heil Fuhrer’ y otra, con el famoso eslogan hitleriano: ‘Un pueblo, una nación, un conductor’. En ambos extremos del escenario flameaban la bandera argentina y la alemana, que llevaba en el centro una gran cruz esvástica. ‘¡Heil Hitler!‘, bramaba la multitud, mientras el estadio terminaba de llenarse”, reconstruyen Carelli Lynch y Bordón en su libro sobre el Luna Park.

La custodia del acto estaba a cargo de la Policía Federal y otras fuerzas de seguridad, que movilizaron cientos de efectivos para garantizar que los nazis reunidos en el famoso palacio de los deportes porteño no fueran molestados.

Jóvenes con camisas pardas en
Jóvenes con camisas pardas en los pasillos del Luna Park

Repudios y represión

El gobierno temía que semejante movida nazi en el corazón de la capital provocara protestas y no se equivocaba. Las diferentes asociaciones judías del país dieron a conocer comunicados de repudio y la Federación Universitaria Argentina convocó a una concentración estudiantil y ciudadana en la Plaza San Martín para desde allí marchar hacia el Luna Park.

El gobierno de Ortiz, a través del Ministerio del Interior, no autorizó el acto de la FUA con la excusa de que no tenía policías suficientes para garantizar la seguridad de los manifestantes porque la mayoría de los efectivos habían sido asignados al acto del Luna. Los estudiantes se movilizaron igual, junto a militantes socialistas y radicales, y a la misma hora del inicio de la celebración nazi, en la Plaza San Martín se habían reunido unas cinco mil personas. En ese momento, unos doscientos agentes de la policía montada y del cuerpo de infantería iniciaron una violenta represión que dejó un saldo de decenas de heridos y detenidos.

En lugar de dispersarse, los manifestantes se dirigieron a la calle Corrientes y atacaron a piedrazos a los comercios alemanes, en especial a aquellos cuyos dueños no ocultaban sus simpatías nazis colgando una bandera con la esvástica junto a la alemana. La policía impidió que la multitud se acercara por Corrientes al Luna Park pero no pudo evitar que los disturbios se expandieron por todo el centro porteño. La represión fue brutal y dejó dos muertos tendidos en la calle. Ninguno de ellos tenía que ver con la protesta. Uno, Toribio Santos, un español de 40 años, murió pisoteado por un caballo de la montada en la esquina de Libertad y Paraguay; el otro, Juan Camino, un argentino de 73 años, cayó sobre el asfalto cuando intentaba huir de la trifulca que lo sorprendió cuando caminaba cerca de Plaza San Martín.

El ministro argentino de Hitler

Entre las adhesiones que se leyeron en el acto del Luna Park hubo una que llegó desde Berlín firmada por el ministro de Agricultura de Hitler, el argentino Richard Walther Darré. Nacido en Buenos Aires el 14 de julio de 1895, era hijo del alemán Richard Darré y la argentina Emilie Lagergrende, un matrimonio de buena posición económica que, poco después, se trasladó a la Patagonia, donde el niño pasó parte de su infancia.

Al llegar a la adolescencia, los padres decidieron que debía tener una educación europea, en Inglaterra y en Alemania. Estudió en Heidelberg y en Wimbledon. En 1914, cuando se inició la Primera Guerra Mundial, se incorporó como voluntario en el ejército alemán y fue herido en batalla. Cuando terminó la guerra estudió Filosofía y Agricultura. También se empezó a interesar por la política y participó en Artamans, uno de los grupos que luego conformarían el Partido Nacional Socialista.

Los nazis organizaron un acto
Los nazis organizaron un acto en el Luna Park el 10 de abril de 1938

La combinación entre su ideología racista y su pasión por la agricultura lo llevaron a escribir en 1928 un libro titulado “El campesino como fuente de vida de la raza nórdica”, que prefiguraba su incorporación al nazismo y luego, con la llegada de Hitler al poder, su participación en el régimen como ministro de Alimentación y Agricultura y como director de la Oficina de la Raza y Reasentamiento del Reich.

Desde esa posición, Darré cumplió una función clave en la ruta del dinero expoliado a los judíos alemanes hacia la Argentina. Fue uno de los principales promotores del vertiginoso incremento de las inversiones nazis en el país a través de compañías fantasmas, creadas para mover el oro y el dinero robados. La magnitud de esa operación está parcialmente documentada en un informe de la Administración de Economías Extranjeras del gobierno de los Estados Unidos fechado el 3º de abril de 1945 – es decir, poco después de la rendición de Alemania – donde se estima que los nazis poseían en la Argentina bienes e inversiones por un valor de entre 200 y 341 millones de dólares. Las cifras que figuran en el documento no sólo demuestran que la Argentina había recibido alrededor del 15 por ciento de todos los activos nazis en el extranjero, sino que el monto de esas “inversiones” era aproximadamente la misma cantidad de dólares que sumaban los dineros nazis en el resto del continente.

Quizás parte de esa inyección de dinero sucio sirvió para financiar la difusión de las ideas nazis en la Argentina, que alcanzó su máxima expresión en la concentración realizada en el Luna Park el 10 de abril de 1938, que al día siguiente fue calificada como “el mayor acto celebrado por el nazismo fuera de las fronteras alemanas en toda su historia” por el diario Deutsche La Plata Zeitung, por entonces el medio en idioma alemán de más tirada en toda América latina.

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