Los versos, la clandestinidad y la sospecha de envenenamiento: la historia de amor y misterio entre Pablo Neruda y Matilde Urrutia

El 8 de abril de 1973, el poeta chileno formalizó su amor con Matilde Urrutia en una ceremonia civil celebrada en Isla Negra, Chile. La boda, que llegó en los últimos meses de la vida de Neruda, fue la culminación de una relación intensa, apasionada y marcada por la poesía, el compromiso y las adversidades. Un símbolo del amor que trascendió barreras sociales, políticas y personales

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Pablo Neruda y Matilde Urrutia
Pablo Neruda y Matilde Urrutia se conocieron en el marco de un recital en el Parque Forestal de Santiago en 1946 (EFE/rba/Archivo)

Por más de una década, el amor entre Pablo Neruda y Matilde Urrutia se sostuvo en las sombras. Fue un vínculo intenso, muchas veces conflictivo, pero también profundamente creativo. Ella fue su amante secreta, su compañera de vida, su editora y su enfermera. También, la mujer por la que escribió algunos de sus libros más célebres. Detrás de los versos que conmovieron a generaciones, existió una historia real, con tensiones políticas, infidelidades, persecuciones y decisiones que cambiaron vidas.

Matilde Urrutia nació en Santiago de Chile en 1912. Era cantante lírica, había estudiado en París y trabajado en Cuba. Tenía una fuerte presencia y carácter firme. En 1946, cuando conoció a Pablo Neruda, ella tenía 34 años y él, 42. El poeta estaba casado entonces con Delia del Carril, una argentina veinte años mayor que él, conocida como “la Hormiguita”, con quien mantenía una relación desde hacía más de una década.

El encuentro entre Matilde y Neruda ocurrió en medio del torbellino político que atravesaba Chile. El poeta ya era una figura pública internacional, Premio Nacional de Literatura desde 1945 y senador por el Partido Comunista. En 1948, tras criticar duramente al presidente Gabriel González Videla por la represión de trabajadores del carbón en Lota, Neruda fue perseguido políticamente. Se vio obligado a pasar a la clandestinidad y Matilde fue parte clave en ese proceso: lo ayudó a esconderse en casas de simpatizantes, a trasladarse dentro del país y, finalmente, a salir de Chile rumbo a la Argentina a través de un paso cordillerano.

Matilde Urrutia fue la sexta
Matilde Urrutia fue la sexta hija de María del Tránsito Cerda y José Ángel Urrutia, quienes vivieron en Neuquén buscando oro antes de afincarse en Chillán, al sur de Santiago de Chile (EFE)

Durante ese tiempo de ocultamiento, escribió gran parte de su obra Canto general, una epopeya poética sobre América Latina, publicada en México en 1950. Matilde, mientras tanto, se convirtió en su confidente y su sostén emocional. Vivieron juntos en México y luego en París, donde Neruda fue designado agregado cultural de la embajada chilena. El poeta aún estaba casado con Delia del Carril, pero la relación ya mostraba signos de desgaste. Matilde, sin embargo, todavía era una figura ausente en la biografía oficial del escritor.

En 1952, en plena relación clandestina, Neruda publicó Los versos del capitán. El libro apareció inicialmente sin nombre de autor, debido a la situación personal del poeta. En esos textos -intensos, carnales, desesperados- se percibe la urgencia del deseo y la entrega amorosa. Recién en 1963, Neruda reconoció públicamente que él era el autor y que los poemas estaban dedicados a Matilde. La obra se transformó en un ícono de la poesía amorosa en lengua española.

En 1955, tras años de tensiones, Neruda se separó oficialmente de Delia del Carril. Se instaló con Matilde en Isla Negra, una casa situada en la región de Valparaíso, frente al mar que él había comprado en 1939. Allí construyeron una vida en común. La casa, decorada con figuras de barcos, mascarones de proa y objetos marinos, era una extensión de la personalidad del poeta. Matilde organizaba la vida doméstica, administraba las visitas, corregía manuscritos y también imponía límites. Según testimonios de amigos cercanos, como el escritor Jorge Edwards, la convivencia no fue siempre sencilla. Neruda era temperamental, vanidoso, y podía ser hiriente. Pero también era capaz de gestos de enorme ternura, y la presencia de Matilde lo ayudó a equilibrarse.

Delia del Carril
Delia del Carril

A lo largo de los años, ella fue también su enfermera. Neruda sufría de diversos problemas de salud: hipertensión, diabetes, y desde fines de los años 60, un cáncer de próstata que se fue agravando. Matilde controlaba su alimentación, lo acompañaba en los tratamientos médicos y supervisaba los períodos de descanso. También estuvo a su lado durante los múltiples viajes que el poeta realizó como representante cultural de Chile, especialmente durante el gobierno de Salvador Allende.

La dimensión política del vínculo entre ambos es insoslayable. Neruda fue un militante comunista toda su vida. Había apoyado a la República Española durante la Guerra Civil, escribió en defensa de la Revolución Cubana y fue un entusiasta promotor de la candidatura de Allende en las elecciones de 1970. En 1971, recibió el Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que consagró su carrera a nivel mundial. Matilde viajó con él a Estocolmo y participó activamente de los homenajes.

Durante esos años, el poeta escribió Cien sonetos de amor (1959), otra obra fundamental inspirada en Matilde. A diferencia del tono incendiario de Los versos del capitán, estos poemas ofrecen una mirada más madura y cotidiana del amor. El número 17, uno de los más célebres, incluye los versos: “Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo...”. Versos que lograron una conexión inmediata con el público, y que siguen citándose más de seis décadas después.

Pablo Neruda en Budapest, con
Pablo Neruda en Budapest, con el puente de la libertad sobre el Danubio al fondo (EFE)

En abril de 1973, con la salud de Neruda ya deteriorada, decidieron casarse legalmente. La ceremonia fue íntima, en Isla Negra, con algunos amigos y familiares. Fue una decisión pragmática, pensada para proteger los derechos sucesorios de Matilde ante una muerte inminente, pero también una forma de sellar un amor que había desafiado durante años las convenciones sociales.

El 11 de septiembre de ese año, Augusto Pinochet encabezó un golpe de Estado que derrocó a Allende e instauró una dictadura militar en Chile. Neruda, conmocionado por la brutalidad de los hechos -incluida la muerte del propio Allende en La Moneda-, cayó en una depresión profunda. Su casa en Santiago, La Chascona, fue allanada y vandalizada. Varios amigos fueron arrestados o perseguidos. El poeta fue trasladado a la clínica Santa María, donde murió el 23 de septiembre de 1973.

La versión oficial habló de complicaciones del cáncer. Sin embargo, con el correr de los años, comenzaron a circular versiones que hablaban de un posible envenenamiento. En 2011, su chofer y colaborador Manuel Araya declaró públicamente que Neruda había sido asesinado por agentes de la dictadura mientras estaba internado. A partir de allí, se inició una larga investigación judicial, con exhumaciones, análisis forenses y peritajes realizados por expertos internacionales. En 2023, cincuenta años después de su muerte, un panel de especialistas concluyó que el poeta tenía en su cuerpo la bacteria Clostridium botulinum, capaz de producir una toxina letal. Aunque no se pudo confirmar de forma definitiva que fue inoculada, el hallazgo reactivó la sospecha de asesinato.

“A veces me sentí invisible,
“A veces me sentí invisible, como si solo existiera para sostenerlo. Pero también supe que sin mí, Pablo no habría sido el mismo poeta”, escribió ella en sus memorias

Matilde estuvo junto a él hasta el último día. Tras la muerte del poeta, su situación fue extremadamente precaria. La dictadura la vigiló, la hostigó y le impuso condiciones estrictas para vivir en Isla Negra. Aun así, decidió preservar el legado de Neruda. En 1974, logró publicar Confieso que he vivido, las memorias inconclusas del escritor. El libro incluye confesiones íntimas, anécdotas políticas y reflexiones literarias. También, menciones emotivas a Matilde, en las que el poeta la describe como “la casa, el pan y el vino”, su sostén y su destino.

Con enorme esfuerzo y la colaboración de un grupo de amigos -entre ellos el arquitecto Miguel Rojas Mix y la Fundación Ford-, Matilde fundó la Fundación Pablo Neruda en 1986, poco antes de su muerte. Gracias a su tenacidad, las tres casas del poeta (Isla Negra, La Chascona y La Sebastiana, en Valparaíso) fueron recuperadas y convertidas en museos. Hoy son sitios emblemáticos de la cultura chilena y reciben miles de visitantes cada año.

Matilde murió en enero de 1985, sin saber que la dictadura llegaría a su fin pocos años después. Dejó publicado un libro de memorias, Mi vida junto a Pablo Neruda, donde reconstruye la intimidad de su relación con una mezcla de orgullo, tristeza y lucidez. Allí escribió: “A veces me sentí invisible, como si solo existiera para sostenerlo. Pero también supe que sin mí, Pablo no habría sido el mismo poeta”.

La historia entre ambos no fue ideal. Estuvo marcada por infidelidades, manipulaciones y momentos de silencio doloroso. Pero también hubo en ella una conexión profunda, una forma de complicidad que atravesó décadas y adversidades. Hoy, cuando se leen los poemas que Neruda escribió para Matilde, no es solo la voz de un amante la que resuena, sino la de un hombre que encontró en ella una parte esencial de su propia identidad.

Pocas veces en la historia de la literatura un amor privado tuvo tanto impacto en la obra pública de un autor. Matilde Urrutia, con su existencia silenciosa durante años, terminó siendo una figura central en la vida y en la obra de Pablo Neruda. Su historia es también una lección sobre lo que significa acompañar, sostener y resistir. Incluso cuando el mundo alrededor se desmorona.

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