
Supo ser conocida como la reina de la comedia romántica. Su popularidad fue tal que hasta nombraron un asteroide en su honor: el 8353 Megryan. Aunque en algún momento dejó los gags (y la ropa interior) para protagonizar el thriller erótico En carne viva (2003). Además de otras cuestiones que la corrieron de la estelaridad, como la ruptura de su matrimonio con Dennis Quaid, su romance con Russell Crowe y el cuestionamiento popular de si se puso colágeno en los labios.
Aunque hizo papeles poco convencionales, incluido el de una stripper adicta a la coca en Caos mental (1998), Ryan sigue siendo en el imaginario colectivo la reina indiscutible de la comedia romántica. Se destacó interpretando a mujeres algo naive en busca del amor verdadero. “Me he ganado la vida como neurótica”, reconoció. Al pensar en Meg Ryan, la mente viaja a Cuando Harry conoció a Sally (1989) y Sintonía de amor (1993).
Su momento decisivo fue el orgasmo simulado en Cuando Harry conoció a Sally, cuando representa un clímax en un restaurante lleno. Su coprotagonista en esa película, Billy Crystal, indirectamente apuntó al atractivo asexuado de Ryan cuando la describió como “todas las personas con las que quisiste salir en la escuela secundaria y que te dijeron que no”. Su cara de muñeca, sus pómulos sonrientes y ojos soñadores, muestran pocos signos de los 63 años que Meg Ryan está cumpliendo hoy.

La novia de América
Nació bajo el nombre de Margaret Mary Emily Anne Hyra el 19 de noviembre de 1961 en Fairfield, Connecticut. Hija de Susan Duggan, profesora de inglés y ex actriz, y Harry Hyra, profesor de matemáticas. De ascendencia rutena, polaca, irlandesa y alemana, Hyra es un apellido ruteno y Ryan es el apellido de soltera de su abuela materna. Meg se graduó de la escuela secundaria Bethel en junio de 1979, y se mudó a Nueva York para asistir a la Universidad de Nueva York, donde se especializó en periodismo. Para ganar algún dinero mientras estudiaba, la rubia se dedicó a actuar usando su nuevo nombre Meg Ryan. En 1981, debutó en la pantalla grande con una breve aparición como la hija de Candice Bergen en la última película de George Cukor, Ricas y famosas (1981).
Probó y fue elegida como Betsy en la telenovela As the World Turns (1956), en la cual formó parte del elenco de 1982 a 1984. Meg también participó en la serie One of the Boys (1982), programa que fue cancelado. En 1984, se mudó a Tinseltown y consiguió un trabajo en la serie Wildside (1985). Luego, un pequeño papel en la exitosa Top Gun (1986) la llevó a ser elegida para Viaje Insólito (1987), que coprotagonizó con Dennis Quaid, con quien volvió a trabajar en la nueva versión de Muerto al llegar (1988), y se casaron el día de San Valentín de 1991.
Era la actriz del momento y las mejores propuestas le fueron ofrecidas, como el papel de Shelby Eatenton-Latcherie en Magnolias de acero (1989), pero ella lo rechazó, igual que el de Vivian Ward en Mujer bonita (1990); ambos fueron para la inolvidable Julia Roberts, quien recibió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por su actuación. Luego le ofrecieron interpretar a Molly Jensen en Ghost (1990), que también se negó y fue para Demi Moore. Tampoco aceptó hacer de Jade Butterfield en Amor eterno (1981), papel que hizo Brooke Shields, ni el de Mia Wallace en Pulp Fiction (1994), representado magníficamente por Uma Thurman, quien recibió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto. Pero Meg Ryan se podía dar el lujo de elegir lo que quería… estaba en la cima.
Anatomía de un escándalo
La experiencia de vida que definió sus últimas décadas fue el abrupto final de su matrimonio de nueve años con Dennis Quaid, en 2000, y su romance simultáneo con Russell Crowe, su coprotagonista en Prueba de vida (2000). Los personajes de Meg no eran del tipo que deja a su marido y a su hijo para viajar alrededor del mundo con un mujeriego australiano, por lo que su aventura en la vida real la dejó fuera de la ficción. “Existe un arquetipo que me han asignado, nada que yo haya construido. Pero si traicionas el arquetipo, sufrís las consecuencias. Realmente no me importa. La gente puede escribir lo que quiera, decir lo que quiera y a mí no me importa”, reconoció Ryan.
Puede que a ella no le importara, lo cual resulta una actitud sensata en una celebridad, pero no es cierto que no haya jugado ningún papel en la construcción de su estereotipo. Hay bibliotecas enteras de revistas en las que aparecía celebrando las virtudes de su matrimonio y la familia perfecta. En septiembre de 1999, dijo a Vanity Fair: “Toda la situación con Dennis es tan escandalosa y divertida”. Unos meses más tarde, le dijo al mundo que su matrimonio no solo había terminado sino que en realidad había estado muerto durante mucho tiempo.

Pero hay más en la historia. En 2008, Ryan se dio el tiempo de explicar lo ocurrido: “Lo que no aparecía en la historia era la realidad de mi matrimonio. Dennis no me fue fiel por mucho tiempo, y eso fue muy doloroso”. Ryan y Quaid se divorciaron, y la atención de los medios que la rodeó, aunque perjudicial para su carrera, fue personalmente liberadora, según dijo: “No tenía que preocuparme por lo que pensara la gente. Podría pasar totalmente desapercibida y vivir mi vida”. De repente, había dejado de ser “la novia de América” para ser simplemente Meg.
Fracasos de taquilla
Fue una de las mejores estrellas del cine, pero participó en varios géneros antes de encontrar el tipo de película que definiría su carrera y la haría popular: la comedia romántica. Demostrando que no sólo podía hacer comedias pochocleras, Ryan siguió haciendo películas dramáticas, pero con los años su presencia en Hollywood se volvió inexistente. Desde los fracasos de taquilla hasta su notable aversión a la fama.

Aunque se la recuerda con más cariño por las comedias románticas de los años 80 y 90 que definieron el género, en la década del 2000 las películas de Ryan ya no se consideraban las obras maestras que alguna vez fueron, ni lograban grandes éxitos. Primero fue No nos dejen colgadas (2000), que obtuvo unos 36 millones de dólares en taquilla. El drama del secuestro Prueba de vida (2000) llegó más tarde ese año y abandonó rápidamente los cines. Kate y Leopold (2001) fue un mega éxito, con 47 millones de dólares, en comparación con las escasas ganancias de En carne viva (2003), Contra las cuerdas (2004) y Entre mujeres (2007). Para empeorar las cosas, las películas de Ryan sobre el efecto 2000 no sólo fueron un fracaso de público, sino que los críticos de cine se mostraron ambivalentes. Las puntuaciones en Rotten Tomatoes del oscuro período cinematográfico de Ryan oscilan entre el 12 y el 50 por ciento.
Ryan sufrió una serie de fracasos, pero al menos se estrenaron en los cines. Poco después del lanzamiento de Todo sobre las mujeres (2008), Ryan protagonizó dos películas consecutivas que ni siquiera llegaron al cine local: El nuevo novio de mi mamá (2008) y El acuerdo (2008), que fueron directo a parar al DVD.
Recreo y vuelta al ruedo
Parte del trabajo de ser actor consiste en promocionar su trabajo. Esto puede ser desmoralizador o desagradable y algunos lo odian, como Ryan que admitió: “Soy una celebridad terrible. Si empezara mi carrera hoy, no tendría ninguna oportunidad. Las redes sociales cambiaron las cosas. Es tan vasto y grande. No podría soportar la atención constante y los juicios”.
Ryan lleva casi 40 años trabajando en el mundo del espectáculo. Quizá solo necesitaba un descanso. Por desgracia, tomarse un respiro es peligroso en Hollywood. Pero Ryan lo decidió por una buena razón: quería tiempo para criar a sus hijos en Nueva York. A menudo se la vio en Manhattan con su hija Daisy, y según trascendidos la actriz es una madre muy dedicada. Y mientras que Ryan no ha actuado por años, su hijo sí. Jack Quaid tuvo su primer papel como Marvel en Los juegos del hambre, y luego participó en la serie de Amazon, The Boys. Su madre además lo ayudó en su currículum al dirigir Ithaca (2015), película en la que Jack apareció, la cual también incluyó un cameo de su amigo Tom Hanks.
Sin embargo, resulta que su carrera aún no termina. Meg Ryan hizo su regreso triunfal a la alfombra roja en la gala del Museo de la Academia de Artes el 25 de septiembre de 2021. La actriz de Un ángel enamorado (1998) lució un vestido floral negro de la diseñadora Ulyana Sergeenko. Llevó su largo pelo rubio suelto, y su maquillaje incluía brillo de labios y delineador. Pero si hay de algo que Ryan no tiene interés de hablar es sobre su aspecto físico, luego de evitar ser el centro de atención, como dijo: “Hay conversaciones más importantes que el aspecto de las mujeres y su envejecimiento”.
Ryan nunca reconoció haberse hecho ninguna cirugía, pero su apariencia se menciona seguido en los medios sensacionalistas. En 2020, se rumoreó que había cancelado su boda con su novio, John Mellencamp, por estar descontenta con una operación de nariz. A pesar de lo que digan los demás sobre su físico, Meg se siente cómoda consigo misma: “Me encanta la persona en la que me convertí, en la que evolucioné. Fui muy peleona, pero ahora me siento cómoda con todo. Creo que eso viene con la edad”.
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