
La historia de la narco Griselda Blanco volvió a estar en el foco mediático tras el éxito de la serie de Netflix. Y el sicario colombiano Rivi Ayala estuvo muy cerca de “la madrina” que controló a mediados de la década del 80 toda la cocaína que se vendía en Miami.
Griselda logró penetrar en los círculos de la alta sociedad de la ciudad del sur de Estados Unidos. Distribuía la cocaína en clubes de tenis, discotecas de moda y bares de las zonas más caras de Miami. Y Ayala era un colombiano rubio y que hablaba perfecto inglés. Ideal para pasar desapercibido en esos círculos.
El pacto de Griselda y Rivi
Ayala era, en cierto sentido, el sicario perfecto para Blanco. Rivi había nacido en Colombia, pero estaba radicado en Miami desde antes de la llegada de Griselda a la ciudad. El joven sicario había crecido en Chicago y hablaba inglés a la perfección. Se pudo integrar a los círculos de la clase alta de Florida con facilidad.
El papá de Rivi había emigrado a Estados Unidos para trabajar en General Motors. Al principio, el joven Ayala trabajó como mecánico en la misma empresa. Sin embargo, durante este período, comienza su raid delictivo. Ganó su primer dinero grande traficando inmigrantes desde la frontera de México a los Estados Unidos. El joven buscaba a los latinos en el desierto y lo trasladaba a campo traviesa en busca del sueño americano.

En 1979, Ayala aceptó un trabajo transportando un camión lleno de armas de Chicago a Miami, y decidió quedarse en la ciudad de playas y mar caribeño.
Se empezó a mover en el submundo delictivo de Miami, lejos de su padre mecánico de la General Motor. Rivi extorsionaba comerciantes o deudores de juego cuando sus empleadores debían cobrar alguna deuda. Así, comenzó a romper algunos dedos o quebrar piernas con un bate de béisbol.
Una noche Rivi y Griselda coincidieron en una de las discotecas de moda de Miami. Allí, Ayala se acercó al VIP en el que Blanco tomaba cocaína y cerraba sus negocios, mientras brindaba con champagne francés. Llegó desafiante y sin mediar un saludo le dijo a la mujer: “Quiero trabajar para usted”. Muy pocos desconocidos se animaban a hablarle a Griselda a menos que ella lo autorice.
Crímenes y cocaína
Apenas lo vio, Griselda lo adoptó como su colaborador más importante. La jefa narco veía en sus ojos a un asesino frío y calculador, dispuesto a todo por escalar en la pirámide de la organización. Sin reparos para cumplir todas sus órdenes. Así, a fuerza de atentados y crímenes, Rivi se convirtió en el pistolero de mayor rango de Griselda Blanco . La acompañaba a sol y sombra. Y hasta llegaba a atreverse a darle algún consejo que contradecía una orden. La mujer lo miraba con sus pupilas dilatadas por la cocaína, sin pestañar. Muy pocas veces le hizo caso y se mantuvo arriba de la ola de violencia con la que azotó a Miami.

Griselda y Rivi formaron una combinación mortal. Ella disponía y él ejecutaba. Los informes policiales llegaron a contar unos 250 asesinatos durante el reinado de la madrina en Miami.
En 1982, Blanco ordenó a Ayala matar a una pareja de narcotraficantes, Alfredo y Grizel Lorenzo, porque no habían pagado un cargamento de cocaína. Ayala los mató frente a sus tres hijos que miraban dibujos animados de Warner Bros en la TV de la habitación. Los chicos no se movieron y apenas entrecerraron los ojos luego de los 4 tiros.
Ese mismo año, Blanco envió a Ayala tras un ex ejecutor del cartel llamado Jesús “Chucho” Castro. Ayala y el pequeño equipo que comandaba dispararon una ráfaga de balas contra el auto de Castro mientras conducía. De alguna manera, Castro sobrevivió, pero su hijo de dos años, Johnny, no. Este crimen está representado en la serie de Netflix.
Muchas veces Rivi intentaba frenar los arranques violentos de su jefa Griselda, Muy pocas veces lo lograba. Así, el sicario tenía que accionar las armas para cumplir las órdenes de Blanco en las disputas con otros jefes de la droga en las disputas por el territorio.
La carrera loca de Blanco y su ladero Ayala por el control de todo Miami hizo que la policía pusiera el ojo en ambos muy rápidamente. Entonces, cuando Rivi fue arrestado, no se abstuvo de contarle a los fiscales todo sobre su antigua jefa.

La condena de Griselda
La asociación de Blanco y Ayala finalmente duraría poco. La policía detuvo a Griselda en 1985 y la Justicia de Estados Unidos la condenó a 20 años de prisión por tráfico de cocaína. Sin embargo, Rivi seguía siendo una incógnita para los detectives que investigaban el caso.
Poco tiempo después, Rivi fue detenido por el asalto a un banco en Chicago. Enseguida, la policía lo conectó directamente con Griselda. El cerco sobre Ayala se había cerrado. El sicario estaba detenido y dispuesto a contar todo para morigerar su condena.
El colombiano estaba complicado. El fiscal tenía pruebas en su contra en varios crímenes. Rivi se enfrentaba a la chance de ser condenado a muerte. Entonces, en 1993, Ayala llegó a un acuerdo con los fiscales. Les contaría todo sobre el negocio de narcotráfico de Blanco y todos los asesinatos que había ordenado. A cambio, Rivi buscaba salvar su vida.
Ante el fiscal, Ayala fue enumerando los crímenes que había decidido Griselda. Rivi describió a los investigadores un caso en el que Blanco le había pedido que matara a alguien que estaba dentro de una discoteca. Ayala tomó un picahielos, entró al ascensor con su objetivo y estuvo a un momento de golpear al hombre cuando un policía se sumó en uno de los pisos.

Con Ayala y Blanco tras las rejas, los investigadores ahora tenían suficiente información para asegurarse de que ambos permanecerían detenidos. En el caso de Blanco, el testimonio de Ayala también podría haberle valido una sentencia de muerte.
Los detectives tenían todas las declaraciones de Rivi. El sicario listaba los crímenes y en cada uno de ellos ubicaba a Griselda como autora intelectual. La jefa narco podría ser condenada a muerte por la cantidad y la ferocidad de los asesinatos.
Los llamados del escándalo
Sin embargo, todo se complicó en 1998. Durante sus interrogatorios en la oficina del fiscal, Ayala había conocido a las secretarias que a veces le llevaban un café o un vaso de agua. Lo que no imaginaban las autoridades es que desde prisión, el sicario mantuvo sexo telefónico con hasta tres chicas. El escándalo estalló por una filtración. Se conocieron los diálogos calientes que el preso mantenía en inglés con las mujeres. Así, Rivi quedó desacreditado como testigo y se cayó toda la causa contra Griselda.

El escándalo destruyó las esperanzas de los fiscales de utilizar el testimonio de Ayala contra Blanco. Así, Griselda pudo llegar a un acuerdo que le permitió evitar la pena de muerte. Fue deportada a Colombia en 2004. Allí vivió 8 años. Las drogas habían hecho estragos en su cuerpo. Además, había cosechado muchos enemigos en el mundo narco. En el 2012 fue asesinada a la salida de un comercio de Medellín.
Quizás, Griselda esperaba esos balazos para terminar con su vida de tormentos. Muchas veces al salir de algún negocio o volver a su casa, escuchaba una moto que se acercaba. Pensaba: “Vienen por mí”. Finalmente, el ataque sucedió y su cuerpo quedó tendido en una vereda angosta de Medellín.
Rivi, en tanto, fue sentenciado a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional después de 25 años. Si alguna vez sale de prisión, él también será deportado a Colombia. Allí, seguramente, algún narco lo estará esperando para cobrarse alguna venganza.
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