
En una de las páginas interiores –más precisamente la 8- de la edición del 3 de diciembre de 1979 The New York Times publicaba un pequeño recuadro con un título impactante: “Una mujer sobrevive a la caída en el Empire State”.
La noticia, desde el título, llamaba la atención, pero resultaba difícil de creer. Una caída desde el edificio que por entonces era el más alto de Nueva York sólo podía terminar en la muerte. No por nada, desde su inauguración, venía siendo uno de los lugares elegidos para quitarse la vida. Para 1979, el número de suicidas superaba los treinta.
En el texto se explicaba la historia: “Una mujer de 29 años aparentemente saltó de la plataforma de observación del piso 86 del Empire State Building anoche, pero sobrevivió cuando aterrizó en una cornisa de un metro ochenta de ancho a unos seis metros más abajo, dijo la policía. Fue ingresada en el Hospital Bellevue con una fractura de pelvis”, decía.
“Los responsables del edificio de 102 pisos en West 34th Street teorizaron que las fuertes ráfagas de viento, y no poca suerte, salvaron la vida de Elvita Adams, con domicilio en el 975 Walton Avenue en el Bronx”, continuaba la crónica.
La noticia consignaba que nadie había visto saltar a Elvita Adams y que un guardia de seguridad la encontró tendida en la cornisa del piso 85 a las 8:15 de la noche, cuando fue a revisar el lugar porque había escuchado gritos de dolor.
The New York Times también explicaba que se trataba de un caso extraño, porque la plataforma de observación del piso 86 del edificio estaba siempre bajo vigilancia de grupo de cuatro guardias para prevenir, precisamente, que alguien saltara al vacío desde allí.
“La policía dijo que estaba considerando el incidente como un intento de suicidio”, terminaba la noticia.
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La meca de los suicidas
Emplazado en la intersección de la Quinta Avenida y West 34th Street, de Nueva York, desde su inauguración en 1931 hasta que se terminó de edificar la Torre Norte de The World Trade Center, el Empire State fue el edificio más alto de la ciudad, con una altura de 380 metros que se alarga a los 443 si se miden también la aguja y la antena que lo coronan.
Cuando fue inaugurado por el presidente Herbert Hoover, en plena Depresión, ya tenía un suicida anotado en su lista. Ese mismo año, un trabajador de la obra que había sido despedido, se arrojó al vacío desde uno de los pisos más altos.
La altura del rascacielos también había provocado un trágico accidente con catorce víctimas fatales. El sábado 28 de julio de 1945, a las 9:40 de la mañana, un bombardero B-25 Mitchell, piloteado en medio de una espesa niebla por el teniente coronel William F. Smith Jr., se estrelló en el lado norte del Empire State Building, entre los pisos 79 y 80.
Uno de los motores del avión atravesó el edificio hasta salir del lado opuesto del impacto y cayó sobre el tejado de un edificio en la siguiente manzana, causando un incendio que destruyó un ático. El otro motor y parte del tren de aterrizaje cayeron por el hueco de un ascensor. El fuego causado fue extinguido en 40 minutos.
Ese día también ocurrió un “milagro”, equiparable al que años después protagonizaría Elvita Adams. La ascensorista Betty Lou Oliver sobrevivió a una caída de 75 pisos dentro de un ascensor, que sigue vigente como el Récord Guinness de quien sobrevivió a la caída más grande dentro de uno de esos artilugios.
Pero la relación el Empire State con la muerte siempre estuvo marcada por los suicidios, incluso por uno que dio lugar a varias obras de arte.

Un salto al vacío y un collar de perlas
El 1° de mayo de 1947, Evelyn McHale, de 23 años, saltó desde el piso 86, el mismo que 32 años más tarde elegiría Elvita.
Ese día, alrededor de las diez y media de la mañana, Evelyn compró una entrada para el famoso mirador de altura. Los testigos aseguraron que nadie imaginó que esa mujer joven y muy bien vestida tenía intenciones de lanzarse al vacío. Hasta que se quitó el abrigo, lo doblo prolijamente y saltó.
Su cuerpo impactó 86 pisos más abajo sobre el techo de una limusina de las Naciones Unidas que estaba estacionada, sin ninguna persona en su interior, frente a la entrada del edificio.
Las crónicas de la época llamaron la atención sobre la serenidad del rostro de la muerta, que aún después de perder la vida seguía agarrando con su mano izquierda el collar de perlas que llevaba en su cuello.
Al escuchar el impacto, el estudiante de fotografía Robert C. Wiles salió a la calle y captó la imagen de la mujer sobre el techo del auto, que fue publicada el el 12 de mayo en la tapa de la revista Life con el título “El suicidio más hermoso”.
Años más tarde, Andy Warhol usó la fotografía de Wiles en el grabado titulado “Suicide (Fallen Body)”.
Un detective de la policía encontró en el mirador su abrigo cuidadosamente doblado y, en un bolsillo, su cartera con varias fotos familiares y una nota de McHale que decía: “No quiero que nadie dentro o fuera de mi familia vea parte alguna de mí. ¿Podrían destruir mi cuerpo incinerándolo? Les ruego que no me hagan ningún funeral o ceremonia. Mi novio me pidió que nos casáramos en junio. No creo que pueda ser una buena esposa para nadie. Él estará mucho mejor sin mí. Díganle a mi padre que tengo muchas de las tendencias de mi madre”.
Después de la muerte de Evelyn se instalaron rejas en el mirador del piso 86 para evitar que otros imitaran su ejemplo. Sobre esas rejas trepó Elvita Adams para lanzarse al vacío.
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El “milagro” de Elvita Adams
Cuando Elvita pudo hablar y la policía la interrogó en su cama del Hospital Bellevue, se pudo reconstruir en parte lo sucedido.
La tarde del 2 de diciembre de 1979 salió de su departamento en el Bronx y dejó a su hijo de diez años al cuidado de una vecina. Estaba desesperada, había perdido su trabajo y venía sobreviviendo como podía con un cheque mensual de 100 dólares que le brindaba la ayuda social.
Esa mañana había recibido una noticia que la deprimió aún más: el propietario del edificio donde vivía le anunció que iba a desalojarla porque hacía dos meses que no pagaba el alquiler.
Sintió que no tenía alternativas y con el poco dinero que le quedaba se dirigió hacia el centro de la ciudad y compró una entrada para el mirador. Deambuló por el observatorio del piso 86 hasta que, poco después de las ocho de la noche, vio que estaba sola. No había turistas y, por alguna razón desconocida, los guardias que custodiaban el lugar no estaban.
Entonces trepó a las rejas y se tiró. Lo que ocurrió después dio lugar a muchas especulaciones. La teoría más difundida es que la salvó el viento, que soplaba muy fuerte esa noche. A la hora que Elvita salgó había ráfagas de alrededor de 50 kilómetros por hora y una de ellas, en lugar de dejarla caer sobre la calle, como era su intención, la empujó hasta la cornisa del piso 85 sobre la que cayó.

-Estaba tan afligida que no tenía miedo. No estoy segura de si el viento me empujó hacia atrás o me alejó – le dijo a la policía.
El guardia George Reice escuchó sus gritos y la descubrió sobre la cornisa, donde se retorcía de dolor. No quiso moverla y corrió a llamar a una ambulancia.
En el Hospital Bellevue comprobaron que, fuera de muchos magullones, Elvita solo había sufrido una fractura de cadera. Le dieron medicamentos, la pusieron bajo observación psiquiátrica y se la declaró en “condición aceptable”, según una portavoz del hospital.
Nada se sabe de la vida de Elvita Adams desde aquel episodio, pero su caso dio lugar a una obra de teatro, “I’ve Been Elvita Adams”, un unipersonal donde se postula que, después del intento de suicidio, Elvita se convirtió con otro nombre en una comediante profesional.
Existe también una cuenta de Twitter que lleva su nombre, @ElvitaAdams, en cuyo perfil se puede leer: “Soy la mujer que venció al Empire State Building. Salté pero no morí. Así que dejé el negocio final de la línea por la comedia stand-up”.
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