
La vida sentimental del apuesto actor inglés Roger Moore fue tan agitada como las películas de su personaje James Bond. Se casó 4 veces enamoradísimo. Pero el problema era que volvía a enamorarse y se iba con la siguiente. Ellas fueron intercambiando de lugar, de seducida a abandonada, en la vida de este actor que dio el sí por primera vez a los 18 años y por última a los 73.
Roger George Moore murió de cáncer siendo un Sir, un 23 de mayo de 2017, cuando tenía 89 años. Fue condecorado Caballero en 2003 por la reina por sus actos de caridad y por sus años como “agente de su majestad la reina” en el cine. Durante sus últimos años fue embajador de buena voluntad de Unicef, una de las labores por las que mayor satisfacción personal sintió. Más allá de su orgullo british, decidió pasar los últimos años de su vida lejos de su Londres natal, entre Suiza, donde vivía junto a su última mujer Kristina , y Mónaco, su segundo hogar, donde hoy está su sepultura. Moore, como a otros actores famosos, como el caso de Gerard Depardieu, prefirió pagar menos impuestos.

El actor británico fue el tercero en ponerse en la piel del agente secreto James Bond, después de Sean Connery. E hizo muchas películas, siete en total entre 1973 y 1985 (Vive y deja morir, El hombre de la pistola de oro, La espía que me amó, Moonraker, Solo para sus ojos, Octopussy y Panorama para matar).
Cada actor le imprimió personalidad a su Bond, y el de él fue el más irónico y el que llegó a edad más avanzada. Dejó de ser Bond por decisión propia. Se vio grande. Las chicas Bond con las que actuaba dijo que podían ser sus hijas o nietas. Había debutado con 45 y lo dejó a los 57. De manera que el guión de la siguiente película tuvieron que readaptarlo velozmente para su sucesor: Timothy Dalton. Después pasó a Brosnan y por último a Daniel Craig, el mejor, según Moore.
Como otros actores, antes de encarnar a 007 ya había tenido algún éxito internacional. Había trabajado en la serie El Santo (1962-1969) donde interpretaba a un aventurero que viajaba por el mundo a bordo de un Volvo blanco. Y también había hecho Dos tipos audaces, donde hacía el papel de un millonario junto al personaje de Tony Curtis, otro galán de la época.
De joven quiso ser dibujante de cómics. Había conseguido ser aprendiz en un estudio de animación, pero por un error que cometió, quedó fuera. Gracias a su padre policía, conoció al director Brian Desmond Hurst que había sufrido un robo. Este hombre le consiguió trabajo como extra en la película César y Cleopatra. Cuando Hurst advirtió que ya tenía admiradoras que lo seguían, le pagó la matrícula en la Royal Academy or Dramatic Art.
Moore nunca olvidó la sentencia del dramaturgo Nöel Coward, antes de convertirse en el espía más famoso: “Joven, con tu atractivo y tu desastrosa falta de talento, deberías aceptar cualquier trabajo que te propongan. Y si te ofrecen dos al mismo tiempo, acepta el que te de más dinero”. Su primer agente no fue más generoso. “No eres tan bueno, así que sonríe mucho cada vez que salgas”, reveló el actor. Esos fantasmas lo persiguieron siempre, ya que los críticos tampoco lo querían mucho en cada reseña de Bond. En cambio, la taquilla ardía.

A los 18 fue conscripto para el servicio militar. En 1946, recientemente finalizada la Segunda Guerra Mundial fue enviado a la Royal Army Service Corps como segundo teniente. Tuvo la matrícula de servicio número 372394. Fue un oficial en la Combined Services Entertainment Section y llegó a ser capitán. Comandó un pequeño depósito en Alemania. Después, trabajó como actor para las Fuerzas Armadas.
Regresó a Inglaterra en 1957 para convertirse en Ivanhoe, el protagonista de una serie de televisión, que tenía ese mismo nombre.
Sus cuatro bodas
El primer sí lo dio tempranamente a los 19 años. Se enamoró de la patinadora y aspirante a actriz Lucy Woodard, que usaba nombre artístico: Doorn Van Steyn. Ella tenía 25 y ya estaba divorciada. Habían tenido un año de noviazgo. Apenas tuvieron problemas económicos, empezaron las discusiones. El ganaba más con el modelaje, que con la actuación y tenía poca fe en su talento actoral. Si algo faltaba para que se prendiera la mecha fue la aparición de una tercera en discordia, la cantante Dorothy Squires, quien se convertiría en su segunda esposa.
A Dorothy la conoció cuando la estrella dio una fiesta en su mansión. Ella era aún mayor que su mujer. Tenía 37. Era 13 años más grande que él. Cuando vio el estilo de vida suntuoso que llevaba quedó obnubilado. La cantante contó cómo la sedujo esa misma noche. “Apagó las luces. Se sentó al lado mío y me besó”. Así fue cómo empezó una convivencia nueva de un día para el otro. El dejó su casa y se instaló al día siguiente. Su mujer todavía no había vuelto de un campeonato de patín. Esperaron un año para casarse y se mudaron a Estados Unidos a probar fortuna con sus respectivas carreras. De Dorothy se divorció en 1946. Estuvieron 7 años juntos.

Los inicios de la relación con Dorothy fueron felices como en su primer matrimonio. Problemas de dinero no tenían. Llevaban una vida social intensa y formaron parte del jet set de Hollywood. Pero la felicidad no podía ser completa. La misma gente con la que se codeaban bromeaba acerca de la diferencia de edad entre ellos. Y decían “no te olvides de invitar a Roger Moore y a su mamá”. Así que incómodos, volvieron a Inglaterra. Al poco tiempo, el actor tuvo que trasladarse a Roma para filmar El rapto de las sabinas.
La tercera mujer fue una actriz italiana. La bella Luisa Mattioli, quien formaba parte del elenco de la película. Al regreso de Roma, su mujer empezó a interceptar correspondencia que llegaba de Italia. Mucho no entendía lo que decían, mandó a traducir una. En una Mattioli decía que quería recorrer el cuerpo del actor con la lengua. De inmediato, la cantante lo dejó. Moore estaba otra vez libre, una forma de decir. Dorothy lo demandó por el engaño y demoró los trámites de divorcio durante muchos años. Con Luisa pudieron casarse recién en 1969 y el amor perduró 25 años. Tuvieron tres hijos: Debora (1963), Geoffrey (1966) y Christian (1973).

Con Luisa tuvieron 25 años de matrimonio llenos de amor. La estabilidad había llegado a la vida del apuesto actor. Sin embargo, en 1994, mientras estaba en pleno tratamiento de un cáncer de próstata, le dijo a su mujer que le gustaba su amiga sueca Kristina Tholstrup, viuda dos veces de magnates, conocida como Kiki, que vivía en el vecindario de la pareja y estaba luchando contra la misma enfermedad. En la llamada le dijo: “No estoy enamorado de Kiki, pero me gusta mucho. Lo siento”. Y eso fue todo, después de tantos años de matrimonio.
¿Si Kiki fue la última? Sí. Y volvió a casarse en 2002 y se fue a vivir a Montecarlo. Luisa quedó destruida. Intentó escribir un autobiografía para desahogarse, pero quedó en la nada. Moore acordó darle 10 millones de libras en el divorcio.

Moore encontró en Kiki la relación más tranquila que había tenido hasta el momento. ”No discutimos”, contaba en las entrevistas. Y al parecer, eso significaba mucho, teniendo en cuenta que su primera mujer le tiraba teteras, “su arma” favorita. Y la segunda le puso una guitarra en la cabeza. Todo ese maltrato recibido lo contó más de 50 años después de los incidentes.
Con Kiki se casaron en 2002, dos años después de haber firmado el divorcio y estuvieron juntos hasta que la muerte los separó en 2017. Kiki volvió a enviudar por tercera vez y hoy su patrimonio asciende a 60 millones de euros.
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