
Fue el rey español Felipe V, que inauguró la dinastía de los borbones, el que dispuso la acuñación de monedas de oro de ocho escudos. En el anverso debía llevar su rostro y en el reverso el escudo de la flamante dinastía.
La gente no demoró en llamar a estas piezas “pelucona”, ya que el monarca aparecía ataviado con esas exuberantes pelucas hechas con pelo natural o con crin de caballo, y que se destacaban por sus bucles.

La más común era “la macuquina”, confeccionada en forma muy rudimentaria, a martillazos limpios, y que tenía forma irregular. De un lado tenía el escudo español y del otro una cruz griega con castillos y leones.
Luego se hizo otra, la de “cordoncillo”, que sí era redonda, en cuyo anverso estaba el escudo español y en el reverso un motivo de columnas y mares. Se la conocía como “la redonda”. Ese cintillo que tenía funcionaba como un elemento de seguridad.

Estas y otras monedas eran las que se usaban en el Buenos Aires de los tiempos de los virreyes. Fue la llamada Asamblea del Año XIII la que se ocupó de que entonces hayamos tenido la primera moneda que identificaba el momento político que se vivía.
La asamblea
El 31 de enero de 1813, a las nueve de la mañana, inauguró sus sesiones la llamada Asamblea de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en un contexto político delicado.
El 8 de octubre del año anterior había caído el Primer Triunvirato por la acción de los miembros de la Logia Lautaro y el Segundo Triunvirato dio nuevos bríos a la cuestión de armar el proceso de declarar la independencia y de dictar una Constitución. Había que encaminar el rumbo de la revolución.

Los diputados eran considerados “de la Nación” y no de las provincias; cobraban una dieta de 1.500 pesos y el cargo no era incompatible con sus empleos, y debían optar por cobrar la dieta o su sueldo.
La primera medida importante la tomó el 2 de febrero. Estableció que los niños que nacieran a partir de la fecha del 31 de enero de madres esclavas, fueran considerados libres.
La asamblea estableció las divisas militares que debían lucir los efectivos de los regimientos y además ordenó la supresión de los escudos de armas de las dependencias públicas, que debían ser reemplazados por el escudo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De esta forma se borró la efigie del monarca español.

En la papelería oficial se cambió la frase “Valga para el reinado del señor don Fernando VII para el bienio de 1812 y 1813″ por el de “Valga por los años 4 y 5 de la libertad”.
La moneda
El proyecto de la primera moneda se presentó el martes 13 de abril de 1813. En sus fundamentos, se aseguraba que las falsificaciones estaban a la orden del día y que traían perjuicios a las finanzas de los pueblos y al comercio. Había que terminar con la alteración del tamaño o de su peso o con aquellas prácticas reñidas con la ley.
Se dispuso que la moneda de plata debía tener el sello de la Asamblea General Constituyente, quitado el sol que la encabeza, y la siguiente leyenda: “Provincias del Río de la Plata”. En el reverso el sol incaico, que debía ocupar todo el centro, y alrededor una inscripción “En Unión y Libertad”, debiendo además llevar año de amonedación y valor.
Por su parte, la de oro debía poseer las mismas características que la de plata, con la sola diferencia que al pie de la pica y bajo las manos que la afianzan, se debían incluir trofeos militares, consistentes en dos banderas de cada lado, dos cañones cruzados, y un tambor al pie.

Ambas piezas debían ser elaboradas en la Casa de Moneda de Potosí, creada en 1572 al pie del Cerro Rico, en cuyas entrañas atesoraba la mayor reserva de plata del mundo. Gracias a las victorias de Manuel Belgrano en Tucumán y Salta, el Ejército del Norte que comandaba, dominaba esa región.
Se dispuso, además, que por bando se diera a conocer a todo el territorio de las Provincias Unidas que próximamente circularían esas nuevas monedas.
De todas formas, esa primera emisión fue por poco tiempo porque las derrotas sufridas en Vilcapugio y Ayohuma, determinaron que el ejército debió abandonar el Alto Perú. En 1815, cuando el ejército que comandaba José Rondeau recuperó Potosí, se reiniciaron las acuñaciones, pero solo de piezas de plata. Nuevamente, con la derrota de Sipe-Sipe en noviembre de ese año determinó la pérdida definitiva de ese territorio.
Las primeras piezas que salieron de la Casa de Moneda de Potosí tenían varias imperfecciones, ya que los más experimentados en las técnicas de acuñación eran españoles que abandonaron el lugar ante el avance de las fuerzas patriotas.

Y hecha la ley, hecha la trampa. Se detectaron falsificaciones, algunas burdas, como las faltas de ortografía en la leyenda que acompaña a la pieza.
Para el primer billete habría que esperar hasta 1822. Como era muy falsificable, se los mandó a hacer a Estados Unidos. Fue así que los de 1, 10, 20 y 50 pesos vinieron con las figuras de George Washington, Simón Bolívar, Benjamin Franklin y William Penn; y cuando pidieron que incluyeran a animales, mandaron unos con una llama y otro con un canguro. Pero eso es un asunto de otra historia.
La asamblea siguió con su actividad. Uno de los principales mandatos fue la redacción de una Constitución, en un proyecto que contemplaba la independencia, la soberanía popular, la forma republicana de gobierno y la división de poderes. Incluía un poder legislativo bicameral y un Directorio compuesto por tres miembros para ejercer las funciones ejecutivas.
En otro orden, estableció el Himno y autorizó oficialmente la escarapela. Derogó la encomienda, la mita y el yanaconazgo, el servicio personal de los indios, inclusive los que trabajaban en las iglesias a las órdenes de los párrocos. Estas disposiciones fueron comunicadas, además, en aymará, quechua y guaraní.
Resolvió también que todos los cargos públicos debían ser ejercidos por criollos o por hombres que adoptasen la ciudadanía, jurando respeto a las decisiones de la Asamblea. Organizó la justicia y las garantías en juicio y hasta prohibió las penas de azotes en las escuelas, algo habitual en la educación, y que tantas protestas había generado. Se suprimió la Inquisición; se determinó que el culto oficial fuera la religión católica y se declaró la libertad de cultos.
A fin de 1813, la Asamblea creó el Directorio, un gobierno unipersonal, que sería ejercido por Gervasio Posadas, tío de Alvear, quien asumió el 22 de enero de 1814.
El Directorio, concentrado en una sola persona, pronto gobernaría sin consultar a la Asamblea. Se buscó darle mayor ejecutividad al gobierno para enfrentar un panorama que aparecía por demás sombrío: las derrotas en el norte y el regreso al trono del rey Fernando VII, quien se proponía recuperar sus colonias en América.
El 18 de noviembre se suspendieron las sesiones, en parte por la situación política y también por la puja interna entre quienes respondían a Alvear, la mayoría, y los que lo hacían por San Martín. Se nombró una comisión permanente para asesorar al gobierno.
Posadas renunció el 10 de enero de 1815 y lo reemplazó Carlos María de Alvear. El país entraría en una espiral de dudas y vacilaciones. La independencia vendría en 1816 pero para tener una Constitución definitiva deberíamos tener cuarenta años de paciencia.
Mientras tanto, debíamos conformarnos con tener himno, escudo y nuestra primera moneda.
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