Los grandes líderes fomentan la toma de decisiones estratégicas en toda la organización

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Muchos líderes que destacan al principio de su carrera profesional acaban convirtiéndose en la causa del estancamiento de sus organizaciones. Los rasgos individualistas que alguna vez impulsaron su éxito (como resolver problemas mediante el esfuerzo personal, tomar decisiones rápidas basadas en el instinto y generar resultados por pura fuerza de voluntad) suelen convertirse en desventajas en entornos más complejos que requieren escala.

Una de las trampas más persistentes en las que he visto caer a los líderes es seguir tomando por sí mismos la mayor parte de las decisiones estratégicas importantes, en lugar de distribuir esa responsabilidad. Cuando la organización finalmente supera las gestas individuales, deben sustituirlas sistemas escalables que permitan la toma de decisiones compartida. Pero los líderes que equiparan el valor con la toma de decisiones tienen dificultades para delegar, convirtiéndose en cuellos de botella de su propia visión.

He aquí por qué los enfoques típicos para la toma de decisiones se quedan cortos en el entorno actual, que cambia rápidamente, y cómo crear un sistema más resiliente que permita a otros tomar decisiones estratégicas con confianza (sin usted).

LOS SISTEMAS RECOMPENSAN LAS GESTAS INDIVIDUALES

Desde la escuela hasta la alta dirección, se nos enseña que el valor proviene de tener la respuesta correcta y producir resultados individuales. Recompensamos a quienes resuelven problemas, no a quienes construyen sistemas que los previenen. Con el tiempo, los líderes interiorizan una creencia peligrosa: que su valor radica en lo que hacen solos, no en lo que permiten que otros logren.

Esa identidad se vuelve especialmente frágil en entornos caóticos e impredecibles, donde los patrones de éxito del pasado no aplican. Las mismas fortalezas del reconocimiento de patrones, la acción decisiva y la responsabilidad personal que ayudaron a los líderes a ascender pueden convertirse en desventajas a medida que aumenta la complejidad. El verdadero cambio es pasar de héroe a arquitecto: aclarar la intención, codificar los principios y construir sistemas de toma de decisiones que otros puedan usar sin usted.

Consideremos dos ejemplos contrastantes de líderes a los que he asesorado. David, un fundador carismático e incansable, que construyó su empresa desde cero. Él tomaba cada decisión importante, resolvía todos los problemas críticos y motivaba personalmente al equipo en los momentos difíciles. Su fórmula de esfuerzo, instinto y voluntad funcionó en los primeros días. Pero no escaló. A medida que la empresa creció, ese mismo enfoque se convirtió en un obstáculo. El crecimiento se estancó. El talento se fue. Las entrevistas de salida revelaron un patrón: las personas no se estaban yendo por la misión, sino por falta de autonomía y control sobre su trabajo. David estaba atrapado en un patrón común de intentar hacerlo todo, en lugar de enfocarse en las pocas cosas que realmente importaban.

Ahora pensemos en Sarah, quien dirige una organización con una misión social dedicada a ayudar a personas con discapacidad. Cuando asumió su cargo, la organización se encontraba en una encrucijada estratégica. La financiación pública se estaba volviendo impredecible. La filantropía se estaba estancando. La misión era urgente, pero el modelo era frágil.

En lugar de presionar más, Sarah tomó una decisión más difícil. Vio que lo que la organización necesitaba no era más esfuerzo, sino claridad estratégica. Redirigió el enfoque de la organización hacia las transiciones vitales financiadas por fondos privados y trabajó con su equipo de liderazgo para rediseñar el ecosistema en torno a ello. Profundizaron las relaciones con los clientes, se asociaron con empleadores para obtener resultados a largo plazo, dotaron al personal de prioridades claras y atrajeron a donantes alineados con el nuevo enfoque.

A diferencia de David, Sarah no solo cambió su mentalidad. Construyó un sistema que su equipo podía usar para tomar decisiones estratégicas sólidas sin ella. Ese cambio la liberó de este comportamiento predeterminado y permitió a su equipo alcanzar nuevos niveles de rendimiento.

CÓMO COMPARTIR LA RESPONSABILIDAD ESTRATÉGICA

Cuando comencé a trabajar con Sarah, ella seguía tomando todas las decisiones estratégicas (no porque quisiera, sino porque no existía un sistema que permitiera a su equipo hacerlo bien sin ella). He aquí cómo le ayudé a cambiar eso.

PASO 1: ELABORAR UN INFORME MENSUAL DE INTELIGENCIA DEL CLIENTE (CI).

En mi experiencia, la mayoría de los líderes se basan demasiado en su instinto y en anécdotas puntuales a la hora de tomar decisiones estratégicas. Cuando la inteligencia del mercado recae en una sola persona o equipo, suceden dos cosas: las áreas interpretan lo que ven a través de su propio lente y un solo líder asume la responsabilidad de atar cabos. Difundir la información entre los altos directivos reduce los sesgos, fomenta la coordinación y crea un sentido de responsabilidad compartida sobre el camino a seguir.

Para contrarrestar esto, pedí a cada ejecutivo que llamara mensualmente a uno o dos clientes, no para vender, sino para aprender. Preguntaban qué estaban tratando de lograr, dónde tenían dificultades y por qué nos elegían. Cada departamento aportaba un hallazgo, que recopilábamos en una sesión de 30 minutos de intercambio entre áreas y revisábamos durante la reunión mensual de liderazgo. Esto cambió la estrategia del instinto a una visión compartida y accionable.

PASO 2: UTILIZAR UNA MATRIZ DE DECISIÓN ESTRATÉGICA.

Después, introduje un marco para ayudar al equipo a priorizar las iniciativas estratégicas de manera consistente. Comenzamos mapeando todos los criterios que importaban para las decisiones estratégicas: adecuación del cliente, aprovechamiento de capacidades, eficiencia de recursos, diferenciación competitiva y otros. Destilamos estos criterios en tres preguntas esenciales: ¿Esto nos ayuda a atender mejor a nuestros clientes principales? ¿Podemos ejecutarlo con excelencia? ¿Nos acerca a la independencia financiera?

Cada oportunidad se califica según estos criterios en una escala simple. Las iniciativas que no alcanzan el umbral mínimo se suspenden o se reestructuran. Las que lo superan siguen adelante.

PASO 3: CONSTRUIR UN RITMO DE APRENDIZAJE.

La perspectiva estratégica no solo proviene del análisis, sino también de la conversación, la curiosidad y la exploración continua. Ayudé al equipo de Sarah a introducir una forma más amplia de aprendizaje liderado por el equipo en sus reuniones mensuales de liderazgo. Un componente clave fue la realización de revisiones posteriores a la acción (AAR), dirigidas por quienes tomaron las decisiones. Se preguntaron: ¿Qué esperábamos? ¿Qué sucedió? ¿Por qué? ¿Qué haremos de manera diferente la próxima vez?

Pero no nos detuvimos allí. Rotamos la responsabilidad de aportar nuevos conocimientos cada mes entre los miembros del equipo ejecutivo.

Con el tiempo, el aprendizaje dejó de ser episódico y se volvió parte de la cultura. El equipo no solo revisaba acciones pasadas: estaba evolucionando activamente su forma de pensar.

Cuando los líderes construyen este tipo de ritmo de aprendizaje impulsado entre pares, transforman la identidad del equipo de ejecutores a generadores de sentido. La información fluye más rápido. Las suposiciones se ponen a prueba en tiempo real. Y en lugar de depender de respuestas de arriba hacia abajo, la organización comienza a generar inteligencia emergente. El resultado es un equipo que se vuelve más adaptable.

PASO 4: ASEGURAR LA INDEPENDENCIA EN LA TOMA DE DECISIONES.

Por último, le di al equipo de Sarah una forma de seguir y aprender de sus decisiones a lo largo del tiempo. Crearon un diario simple de decisiones estratégicas para registrar las iniciativas más importantes. Para cada una, anotaban la pregunta inicial, las suposiciones clave, los criterios de evaluación, el resultado y lo que habían aprendido.

En las reuniones mensuales de liderazgo, además del informe sobre los clientes principales, el equipo revisaba las decisiones importantes tomadas desde la última sesión, analizando qué funcionó, qué no y qué debía ajustarse. Esto creó un ritmo regular de reflexión que agudizó el pensamiento estratégico.

También comenzaron a revisar las últimas cinco decisiones importantes durante la incorporación de nuevos líderes. Esto daba a los recién llegados una ventana clara hacia cómo piensa el equipo directivo de la empresa y cómo está evolucionando ese pensamiento.

Cuando los líderes comienzan a dar seguimiento a las decisiones, construyen un ciclo de retroalimentación dentro de su pensamiento. Surgen patrones, afloran suposiciones y la responsabilidad pasa de defender el pasado a mejorar el futuro. Con el tiempo, esta disciplina no solo mejora la calidad y velocidad de las decisiones: se convierte en una herramienta poderosa para la integración, la alineación y el aprendizaje estratégico.