
En un nuevo libro, recurro a las herramientas de investigación en ciencias sociales para desarrollar lo que yo llamo la "escalera de la inferencia errónea", que clasifica la desinformación en cuatro pasos en falso. Este marco puede resultar útil para líderes de todo tipo, que necesitan gestionar sus propias avalanchas informativas.
El primer paso en falso es que una afirmación no es un hecho, porque puede no ser exacta. ¿Con qué frecuencia aceptamos una declaración tal como se presenta porque nos gusta lo que dice? Por ejemplo, mi investigación destaca los beneficios del gobierno corporativo y el valor del capitalismo de partes interesadas. Por ello, cuando me encontré con un informe de una influyente ONG, que afirmaba que las empresas con altos estándares ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG o ESG, por sus siglas en inglés) superan a sus homólogas, estaba ansioso por aceptar esta afirmación acríticamente. El estudio incluía notas a pie de página que sugerían que había evidencia que lo respaldaba, por lo que fue tentador pensar que esto era suficiente y seguir adelante.
Pero el primer paso para un pensamiento más inteligente es verificar los hechos. En este caso, seguí la nota a pie de página sólo para descubrir que la fuente subyacente decía lo contrario de lo que afirmaba el informe. La nota a pie de página llevaba a un artículo titulado "Donde los criterios ASG fallan", y cuyo subtítulo afirmaba que "A pesar de innumerables estudios, nunca ha habido evidencia concluyente de que las pantallas socialmente responsables proporcionen alfa". Una nota al final de una oración no significa que la nota realmente respalde la oración: la afirmación no es un hecho.
El segundo problema es que un hecho no es un dato, porque puede no ser representativo. Los estudios de casos son un método de enseñanza popular y poderoso. Pero los gurús suelen elegir el ejemplo que ilustra el punto de la manera más destacada posible, ya que hace que la historia sea más memorable.
Nos encanta aprender de las historias de éxito, pero nunca se puede identificar lo que impulsó el éxito, a menos que también se estudie el fracaso. El conjunto de datos debe incluir empresas con la fórmula secreta que fracasaron, así como aquellas que no la tenían y que tuvieron éxito. Si solo se presentan aquellas que siguieron la fórmula y ganaron el premio mayor, entonces se tiene una muestra seleccionada.
La tercera advertencia es que los datos no son evidencia, porque pueden no ser concluyentes. Los datos a gran escala pueden ser representativos, pero son sólo un primer paso, porque los datos no son más que un conjunto de hechos. La evidencia es un conjunto de hechos que nos permite llegar a una conclusión. Para ello, no sólo es necesario respaldar su teoría, sino también rechazar teorías rivales, del mismo modo que las pruebas en un juicio penal sólo son significativas si señalan a un sospechoso en particular.
Siempre pregúntese si existen otras teorías que sean consistentes con los datos que tiene ante usted, en lugar de aceptar de inmediato la explicación que desea que sea cierta.
El último punto a tener en cuenta es que la evidencia no es una prueba, porque puede no ser universal. Incluso si la evidencia respalda un resultado a la perfección, puede que sólo lo haga en el contexto en el que se recopiló, y que no lo haga en ningún otro.
Según uno de mis estudios, las empresas con un alto grado de satisfacción de sus empleados superan a sus homólogas en un 2.3% y un 3.8% anual en rentabilidad bursátil a largo plazo, lo que equivale a un aumento acumulado del 89% al 184%, incluso después de controlar otros factores que impulsan la rentabilidad. Otros análisis sugieren que es la satisfacción de los empleados la que genera un buen rendimiento, en lugar de que un buen rendimiento permita a una empresa invertir en la satisfacción de los empleados.
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