La ola de robos de cobre desatada en varias regiones de Estados Unidos está generando un grave impacto en los servicios esenciales, con cortes en la comunicación, interrupciones en llamadas de emergencia y pérdidas millonarias para las empresas. Según informó The Wall Street Journal (WSJ), los elevados precios del metal intensificaron los delitos y obligaron a compañías y autoridades a redoblar las medidas de seguridad.
En Los Ángeles, considerada actualmente un epicentro de estos delitos, los robos de cableado de cobre afectaron la provisión de telefonía, internet y hasta el funcionamiento de escuelas y hospitales.
Uno de los protagonistas de la respuesta a estos ataques es Rahdeese Alcutt, investigador de AT&T, quien relató a The Wall Street Journal que ahora realiza patrullas y utiliza sensores y geolocalizadores para detectar sabotajes en tiempo real. “Hemos pasado a ser una especie de agencia detectivesca”, explicó Andrea Moore, directora de accesos y construcción en AT&T, en conversación con el mismo medio.

La NCTA (Internet & Television Association) reveló que entre enero y junio de este año se reportaron 9.770 incidentes de robo o sabotaje en redes de comunicación, el doble que en el semestre anterior. Esta escalada dejó sin servicio a más de ocho millones de clientes a nivel nacional.
De acuerdo con declaraciones recogidas por The Wall Street Journal, Olivia Trusty, comisionada federal de comunicaciones, afirmó que “estos son actos deliberados de destrucción que dejan incomunicadas a comunidades, ponen vidas en peligro y cuestan millones de dólares”.
Aumento en el consumo de cobre
El fenómeno responde, en parte, al auge del consumo de cobre en sectores como las energías renovables y la industria tecnológica. El valor de este metal alcanzó 11.146 dólares por tonelada en la Bolsa de Metales de Londres el mes pasado, un récord impulsado por la demanda de turbinas eólicas, vehículos eléctricos y centros de datos para inteligencia artificial, según consignó el WSJ.

Los ataques adoptaron tácticas cada vez más sofisticadas. Los delincuentes ingresan por alcantarillas, simulan ser trabajadores autorizados o escalan postes durante la noche para retirar cables. En ciertos casos, como relató Alcutt, los criminales observan el trabajo de los técnicos para volver al sitio poco después y efectuar un nuevo robo. “Me duele ver lo que la ciudad ha llegado a ser”, lamentó el especialista de AT&T.
El daño no se limita a la costa oeste. En Missouri, los blancos incluyeron sitios de turbinas eólicas, mientras que en Kentucky las autoridades arrestaron a siete personas gracias a la denuncia de un depósito de chatarra. Según informó The Wall Street Journal, un agente del FBI, Amir Ehsaei, advirtió sobre el carácter organizado de muchas bandas y precisó que el organismo colabora activamente con fuerzas locales para identificar y arrestar a los responsables.
El costo para las empresas es elevado. AT&T sufrió pérdidas de 76 millones de dólares en los primeros diez meses del año, como informó la compañía al citado medio. Frente a esto, operadores como Verizon Communications instalaron localizadores GPS en sus cables y reforzaron los perímetros de sus infraestructuras, a la par que ofrecieron recompensas en zonas críticas.

Legislación ante la crisis
La respuesta legislativa crece a medida que la crisis avanza. Catorce estados aprobaron nuevas leyes para combatir el robo de cobre, enfocadas en la supervisión de depósitos de reciclaje y en la recopilación de datos sobre vendedores de metal.
Según Todd Foreman de la Asociación de Materiales Reciclados, cada día se notifican entre 10 y 15 robos a una base de datos compartida, un sistema que permitió recuperar 18.000 dólares en cableado en Indiana durante julio.
Los operadores de telecomunicaciones buscan avanzar hacia la fibra óptica en reemplazo del cobre, una tecnología menos vulnerable al robo y sin valor en el mercado negro. Charter Communications y Optimum emplean cables identificados como “Solo fibra” para persuadir a los delincuentes de no cortarlos. Aun así, los ataques continúan afectando la conectividad de miles de usuarios y servicios críticos.

En un episodio reciente en Van Nuys, California, el corte de cables interrumpió el servicio de internet a más de 50.000 hogares y 500 empresas, dejando incomunicados a hospitales y una base militar durante 30 horas, según explicó la portavoz de Charter a The Wall Street Journal.
Tom Monaghan, vicepresidente de Charter Communications entrevistado por el medio norteamericano, calificó los robos como “terrorismo doméstico porque realmente lo creemos así”. Alcutt, por su parte, puso en duda la eficacia de los arrestos: “muchos de estos tipos simplemente vuelven a hacer lo mismo”.
Por ahora, las compañías, las autoridades y los ciudadanos deben adaptarse a los enormes desafíos que implica proteger y reconstruir una infraestructura de comunicaciones sometida a una amenaza persistente. La presión sobre los legisladores y la cooperación entre organismos se perfila como la principal estrategia para contener una crisis que, como describió la Comisión Federal de Comunicaciones, constituye una “epidemia creciente”.
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