El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este miércoles que impondrá un arancel del 100% a todas las importaciones de chips y semiconductores. La decisión, presentada en un acto oficial en el Despacho Oval, tiene como objetivo incentivar la fabricación local de estos componentes y reducir la dependencia del suministro extranjero.
“Vamos a aplicar un arancel muy elevado a los chips y semiconductores. Pero la buena noticia para empresas como Apple es que si fabrican en Estados Unidos o se han comprometido a fabricar sin lugar a dudas en Estados Unidos, no se les aplicará ningún cargo”, declaró Trump, reafirmando el enfoque proteccionista que ha marcado su segundo mandato.
El presidente dejó en claro que la política no se aplicará a compañías que hayan invertido o se encuentren construyendo instalaciones productivas dentro del país. “A todos los chips y semiconductores que entren a Estados Unidos se les aplicará un arancel del 100%”, insistió el mandatario, al tiempo que elogió a Cook por su compromiso con la reindustrialización nacional.
La respuesta de Apple no se hizo esperar. La compañía anunció una inversión total de 600.000 millones de dólares en suelo estadounidense, cifra que incluye un nuevo desembolso de 100.000 millones. Este paquete financiero contempla la expansión de su capacidad de producción, la creación de nuevos empleos y la asociación con firmas locales para reforzar la cadena de suministro. Apple ya tiene acuerdos con diez compañías estadounidenses, incluyendo nombres clave como Corning, Applied Materials, Texas Instruments y Broadcom. Además, se prevé la construcción de una planta de inteligencia artificial en Texas y la inauguración de una academia de manufactura en Detroit.
Durante el encuentro, Cook obsequió a Trump un grabado de vidrio estadounidense montado sobre una base de oro de 24 quilates, como símbolo de la alianza estratégica entre el gigante tecnológico y la Casa Blanca. Con esta acción, Apple busca garantizar la continuidad de sus operaciones sin los sobrecostos que implicaría el nuevo arancel.
“Si no cumplen, lo cobramos después… eso es una garantía”, advirtió Trump, sugiriendo que las empresas que prometan relocalizar su producción y no lo hagan estarán sujetas a sanciones retroactivas.
La medida se inscribe dentro de un plan más amplio para reducir la dependencia de Estados Unidos respecto de la fabricación extranjera de componentes electrónicos. Hoy, gran parte de los chips que alimentan desde teléfonos hasta automóviles provienen de Asia, en especial de Taiwán, Corea del Sur y China. Aunque empresas como Intel han mantenido producción nacional, el grueso de la industria ha dependido históricamente de proveedores externos. En este contexto, el gobierno ha promovido iniciativas como el Ley CHIPS y Ciencia, que destina más de 100.000 millones de dólares a subsidios y créditos fiscales para fomentar la producción local de semiconductores.
La presencia de TSMC —el mayor fabricante mundial de chips— en Arizona con su planta Fab 21 es un ejemplo de esta transformación. La fábrica ya comenzó operaciones en 2025, y producirá chips avanzados de 4 y 3 nanómetros. Intel, por su parte, también ha acelerado sus planes para levantar nuevas instalaciones en Ohio. La competencia por atraer fábricas de semiconductores —esfuerzo que comenzó bajo mandato de Joe Biden— se ha convertido en una prioridad estratégica para el gobierno federal y los estados, que ofrecen exenciones fiscales y subsidios para captar inversiones.
Advertencias y obstáculos para la relocalización

Pero no todos ven con buenos ojos la imposición de aranceles tan elevados. Analistas del banco Citi advirtieron esta semana que la reciente ola de gravámenes impulsada por la Casa Blanca —que incluye el nuevo arancel del 100% a los chips y semiconductores, así como tarifas adicionales sobre automóviles, productos farmacéuticos y materias primas— podría elevar el riesgo de recesión y afectar con fuerza al sector tecnológico. En particular, señalaron que si estas medidas derivan en una desaceleración económica, las acciones de empresas de semiconductores podrían caer hasta un 20% y sus beneficios estimados reducirse en un 10%.
Jack Gold, de la consultora J. Gold Associates, alertó que los aranceles sobre chips podrían “debilitar la posición competitiva de Estados Unidos al acelerar el desarrollo autónomo de la industria china del chip”. Rob Enderle, otro especialista citado por The Economic Times, fue más tajante: “Lo que está ocurriendo es que el gobierno estadounidense le está entregando a China una gran victoria”. Por su parte, compañías como Micron y Broadcom expresaron en EE Times su preocupación ante un uso indiscriminado de tarifas, que podría “socavar los esfuerzos actuales por fortalecer la fabricación nacional y generar empleos tecnológicos en Estados Unidos”.
La noticia del arancel tuvo efectos inmediatos en el mercado financiero. Las acciones de Apple subieron tras el anuncio, impulsadas por la promesa de inversión local y la exención del arancel. No obstante, el impacto a mediano plazo dependerá de cómo evolucione el clima legislativo y judicial respecto a la medida. Trump ha dejado entrever que no se trata de una excepción, sino del inicio de una serie de políticas similares.

Desde el inicio de su nuevo período en la Casa Blanca, Trump ya ha impuesto tarifas del 50% al acero y el aluminio, y del 25% a los autos importados. Ahora apunta directamente al corazón de la economía digital: los chips, considerados el “petróleo del siglo XXI”.
El objetivo de Trump es reconstruir la capacidad industrial del país y revertir décadas de deslocalización productiva. Pero el camino para alcanzar esa meta presenta múltiples obstáculos. En primer lugar, los costos laborales y regulatorios en Estados Unidos son significativamente más altos que en Asia, lo que encarece la manufactura local. Además, la cadena de suministro global de semiconductores es extremadamente compleja y difícil de reconfigurar: muchos insumos clave —como obleas de silicio, gases especiales o maquinaria de litografía— se producen en países con décadas de ventaja tecnológica.
Según expertos del sector, también existe un déficit de mano de obra calificada: Estados Unidos no cuenta actualmente con suficientes técnicos, ingenieros y operarios especializados en fabricación de chips avanzados. A esto se suma el tiempo necesario para construir y certificar nuevas plantas, que suele superar los tres años. Como advirtió la Asociación de la Industria de Semiconductores, lograr la autonomía productiva no depende solo de capital o voluntad política, sino de un ecosistema completo que hoy no está plenamente desarrollado en el país.
Mientras tanto, los gobiernos de Taiwán, Corea del Sur y la Unión Europea analizan posibles respuestas. La Organización Mundial del Comercio aún no se ha pronunciado, pero el debate sobre la legalidad y conveniencia de estas tarifas ya está instalado.
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