
Otra tragedia reciente ocurrida en un campamento de verano en Texas, Estados Unidos, ha reactivado la preocupación sobre la seguridad en estos espacios de recreación.
Un adolescente de 14 años murió en circunstancias que aún se investigan, dejando a la comunidad consternada y a los padres de familia cuestionando la seguridad de estos programas estivales, una tradición arraigada en el país.
“El bienestar de nuestros hijos es nuestra principal prioridad, pero episodios como este nos muestran que todavía existen brechas importantes en los protocolos de seguridad”, dijo a USA Today, Susan Delgado, madre de dos niños que acuden cada verano a campamentos en la zona de Dallas.
El incidente que reabrió el debate
El hecho ocurrió en el Campamento Lone Pine, en las afueras de Houston, donde cerca de 200 menores participaban en actividades deportivas y de convivencia. De acuerdo con el Departamento de Policía de Texas, el adolescente desapareció después de una caminata nocturna.

Horas más tarde, su cuerpo fue hallado en un lago cercano al predio. Las autoridades investigan si hubo una omisión en la supervisión o fallas en los procedimientos de emergencia.
En declaraciones oficiales, el responsable del campamento, Jonathan Murray, reconoció: “Estamos devastados por lo sucedido. Siempre seguimos los lineamientos estatales, pero claramente debemos revisar y reforzar los protocolos”. El campamento Lone Pine permanece cerrado mientras avanza la investigación.
Cifras que preocupan
De acuerdo con la Asociación Americana de Campamentos (ACA), cada año cerca de 14 millones de niños y adolescentes asisten a más de 14.000 campamentos en Estados Unidos, tanto diurnos como residenciales.
Aunque la mayoría transcurre sin incidentes graves, registros de la ACA reportan que alrededor de 1 de cada 10.000 asistentes sufre algún accidente que requiere tratamiento médico, como fracturas, contusiones o reacciones alérgicas severas.

En casos más excepcionales, se han registrado entre 1 y 3 muertes anuales relacionadas con ahogamientos, golpes en la cabeza o situaciones derivadas de condiciones de salud no reportadas. Estos datos no incluyen sucesos en campamentos no registrados ni los que operan al margen de la regulación oficial.
David Adler, experto en prevención de accidentes infantiles, advierte que, “aunque los campamentos han avanzado en materia de seguridad, es fundamental que los padres exijan información precisa sobre los protocolos de emergencia y la capacitación del personal”.
¿Qué exigen las normas federales y estatales?
En Estados Unidos, la regulación de los campamentos de verano depende de cada estado. Texas exige licencia sanitaria, capacitación obligatoria en primeros auxilios y revisiones de antecedentes penales para todo el personal que interactúa con menores.
La ACA, organización sin fines de lucro que agrupa y certifica campamentos, tiene estándares adicionales en cuanto a manejo de emergencias, ratios de adultos por niño, y pautas para actividades acuáticas.

Sin embargo, no todos los campamentos están afiliados a la ACA. Según la última actualización de la asociación, apenas el 25% de los centros operan bajo sus criterios. El resto cumple únicamente con requerimientos estatales, que pueden variar en rigor.
Lo que deben preguntar los padres
Los especialistas recomiendan a las familias verificar información clave antes de inscribir a sus hijos. La ACA sugiere preguntar si el campamento cuenta con licencia vigente, cómo maneja las situaciones de salud, cuál es el protocolo para actividades acuáticas y cómo se atienden las emergencias.
También se aconseja comprobar el entrenamiento del personal en reanimación cardiopulmonar (RCP) y manejo de alergias graves.
Juanita Beltrán, médica pediatra y asesora de la ACA, señala: “La transparencia es fundamental. Si un campamento duda en entregar respuestas, es mejor buscar otras alternativas. Los padres deben saber quién está a cargo en cada momento y cómo se comunican los incidentes”.

Impacto emocional y acompañamiento
Más allá de las revisiones técnicas, expertos insisten en atender el impacto emocional que pueden tener estos sucesos en los menores. “Escuchar las inquietudes de los niños, explicar las medidas de seguridad y acompañar sus emociones es esencial para que vivan la experiencia con confianza y tranquilidad”, apunta la psicóloga infantil Carmen Varela.
Para muchos padres, el desafío está en equilibrar la necesidad de independencia y socialización de sus hijos con la responsabilidad de escoger espacios supervisados y preparados.
Samuel Rivera, padre de una adolescente de 13 años, aseguró que “después de esta tragedia, exigimos mayor claridad sobre las auditorías de seguridad y el historial de accidentes. Queremos que nuestros hijos disfruten y estén protegidos”.
Mientras las autoridades avanzan en la investigación, padres y expertos subrayan la importancia de una comunicación abierta y protocolos claros para garantizar la seguridad de millones de niños en el próximo verano.
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