
Reuben Waithaka, un keniano de 72 años que viajó más de 13.200 kilómetros para presenciar la graduación de su primer nieto en Alabama, sin embargo, nunca asistió. Desapareció sin dejar rastro pocos días antes. Su familia, la policía local y miembros de la comunidad desplegaron todos los recursos disponibles, pero tras casi dos meses, su paradero sigue siendo desconocido.
El viaje de Waithaka y su esposa, Elizabeth Barua, comenzó el 13 de mayo en Nairobi, la capital de Kenia. Antes de partir, realizó su rutina habitual: recogió arena para el jardín, alimentó a sus cinco pastores alemanes y dejó todo preparado para su ausencia. Contrató a alguien para cuidar a los perros y abordó un vuelo de Lufthansa rumbo a Atlanta con escala en Frankfurt.
Durante el trayecto, su familia notó que se mostraba inquieto, aunque atribuyeron su comportamiento al cansancio tras 18 horas de viaje. Sin embargo, en el segundo tramo del vuelo, Waithaka se volvió incoherente y agitado, lo que obligó a un auxiliar de vuelo a intervenir para ayudar a su esposa a mantenerlo sentado.
Casi dos meses de búsqueda y quedan muchas preguntas sin responder

Al llegar a Atlanta, la confusión persistió: Waithaka se cayó y se lastimó la rodilla al tomar la dirección equivocada en una escalera mecánica, según contó su hijo a CNN. Esta lesión luego sería visible en las grabaciones de seguridad. Ya en Calera, una ciudad de Alabama de unos 19.000 habitantes a 48 kilómetros al sur de Birmingham, la familia llevó a Waithaka a urgencias.
Tras una tomografía computarizada y análisis de sangre normales, recibió el alta. Exhausto, se duchó, descansó y desayunó huevos fritos con té. Al día siguiente, salió de la casa de su hijo, Willington Barua, a las 11:08, vestido con pantalones caqui, camisa a cuadros azul y blanca y zapatos negros. La cámara del timbre registró su salida.
Media hora después, cámaras de seguridad lo captaron entrando en una gasolinera a casi tres kilómetros de distancia. Saludó al dependiente, fue al baño y salió por la puerta trasera. No se le volvió a ver, según la cronología reportada por CNN.
La investigación reveló que Waithaka recibió dos aventones esa mañana. Primero, pidió a un vecino que lo llevara a ocho casas de distancia, creyendo erróneamente que era la casa de su hijo. Luego, hizo señas a un conductor de DoorDash y le pidió que lo llevara “a la ciudad”.
El conductor lo dejó en la gasolinera, donde se registró su último avistamiento confirmado a las 11:43. Posteriormente, una residente informó haber visto a un hombre con su descripción entrando en un club de caza cercano y desapareciendo en una zona boscosa. La familia, devastada, ha revisado repetidamente las grabaciones de vigilancia y rastreado los pasos de Waithaka.
La policía ha rastreado las áreas boscosas con helicópteros, drones, vehículos todoterreno, perros rastreadores y cámaras infrarrojas de detección de calor, sin resultados. “Aún es posible que esté en esa zona por su gran extensión”, señala el jefe de policía de Calera, David Hyche, quien destaca la urgencia de la búsqueda debido al calor y la densidad del terreno.
La posibilidad de que Waithaka padeciera demencia no diagnosticada ha cobrado fuerza. El teléfono keniano de Waithaka emitió su última señal en Fráncfort, lo que sugiere que podría estar en modo avión, dificultando su rastreo.
La familia desconoce cómo pudo haber desaparecido

No llevaba su pasaporte, que contenía su visa de visitante B-2 para Estados Unidos, y posiblemente solo tenía algo de dinero en moneda keniana, pero ninguno en dólares estadounidenses, según la familia. La comunidad de Calera se ha volcado en la búsqueda. Residentes han distribuido volantes y rastreado senderos boscosos. “Ni siquiera pudimos responder a todos”, comenta Hyche, quien explica que debieron rechazar a voluntarios durante las búsquedas nocturnas para evitar falsos positivos.
Muchos policías trabajaron 18 días seguidos sin descanso. Los detectives han revisado edificios abandonados, contactado refugios para personas sin hogar, hospitales y funcionarios de inmigración, y mantienen comunicación regular con la familia. La desaparición de Waithaka ha generado una relación más estrecha entre la policía local y la comunidad keniana de la zona, según Hyche, quien también ha vivido la experiencia de tener un familiar con demencia.
La familia, por su parte, sigue atormentada por preguntas sin respuesta. El 20 de mayo, cinco días después de la desaparición, Byron Barua, de 17 años, se graduó de Calera High School. La familia guardó un momento de silencio por el patriarca ausente antes de la ceremonia. “Fue trágico, pero intenté no dejar que me afectara ni me deprimiera por completo”, expresa Byron. “Rezo para que esté a salvo”.
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