
En uno de los episodios más singulares de su presidencia, Donald Trump se decidió a encontrar un nuevo Air Force One mientras las aeronaves solicitadas a Boeing sufrían retrasos significativos que excedían la fecha de entrega prevista para 2024. En un contrato de 3.900 millones de dólares firmado en 2018 con la compañía, Estados Unidos buscó reemplazar los antiguos aviones presidenciales Boeing 747-200B, los cuales datan de décadas atrás y ya no se encuentran en producción, lo que ha causado problemas de mantenimiento y reparación constantes. Sin embargo, estos aviones podrían no estar listos antes de que Trump concluyera un segundo mandato, lo que generó disconformidad por parte del presidente.
The New York Times reveló que la administración Trump, intentando encontrar una solución rápida, fijó su mirada en el mercado internacional. La inesperada oportunidad surgió con una oferta de un lujoso Boeing 747-8 propiedad de la familia real de Qatar, un avión que había estado infructuosamente en el mercado por años. A pesar de que el precio estimado del avión oscilaba entre los 150 y 180 millones de dólares, Qatar ofreció en mayo el avión a Estados Unidos como un “regalo”, lo que ha suscitado intensos debates sobre las implicaciones éticas y políticas de aceptar dicha aeronave sin un costo financiero directo.
El interés por el avión no solo derivó de las exigencias funcionales; el avión de la realeza qatarí incluye características de lujo apreciadas por Trump, tales como interiores revestidos con materiales sumamente caros, desde “tejidos suaves de la más alta calidad” hasta “cuero lujoso y chapas de madera exquisitas”, además de “un baño con diseño lujosamente artístico”. La disposición de Qatar de ofrecer el jet se formalizó tras una visita de Trump al avión mientras estaba en su resort en Mar-a-Lago, Florida, facilitada por Steven Witkoff, amigo de Trump y su enviado al Medio Oriente, quien tiene vínculos significativos con Qatar.

No obstante, la naturaleza de la oferta y su motivación han sido objeto de escrutinio por parte de Demócratas y Republicanos, así como de abogados de ética. Algunos han sugerido que Qatar intenta ganarse el favor de la administración Trump; algo que Qatar ha negado enfáticamente, afirmando que no hay intenciones ocultas detrás de su oferta. Por su parte, Trump ha insistido en que el avión sería un activo para el Departamento de Defensa y eventualmente se exhibiría en su biblioteca presidencial, similar a cómo la aeronave de Ronald Reagan fue presentada en la biblioteca del ex presidente.
En términos de infraestructura y operaciones, la integración del avión Qatari a la flotilla presidencial implicaría costes significativos. Modificaciones extensas serían necesarias para equipar el avión con sistemas de defensa contra misiles y otras medidas de protección presidencial. Estas modificaciones, esenciales para que el avión sirva como Air Force One, sumarían al costo potencialmente más de 1.000 millones de dólares, de acuerdo a fuentes del Pentágono.
La relación entre los Estados Unidos y Qatar es amplia y compleja, enriquecida por inversiones significativas en las operaciones militares de Estados Unidos en Qatar. La Base Aérea de Al Udeid, hogar de una de las mayores estaciones militares estadounidenses en el Medio Oriente, ha recibido inversiones por sobre los 8.000 millones de dólares por parte de Qatar desde 2003. Recientemente, Qatar anunció otros 10.000 millones destinados para expandir aún más las instalaciones de la base, fortaleciendo así la colaboración militar entre ambos países.

A pesar de estas sólidas relaciones, la posibilidad de aceptar el regalo como una solución de corto plazo para el problema del Air Force One ha generado dudas dentro de la administración de Trump y en la opinión pública. Figuras políticas y expertos han destacado las complicaciones éticas y el precedente que podría establecer al recibir un obsequio de tal magnitud sin aprobación del Congreso, fuera de los protocolos diplomáticos tradicionales. Más aún, los costos de operación anual del avión, que superan los 134 millones de dólares, fomentan la preocupación acerca de la viabilidad económica de integrar el avión a la flota presidencial sin uriño plan claro de financiamiento a largo plazo.
Elon Musk fue implicado como responsable de apurar a Boeing para acelerar la entrega de los dos nuevos aviones presidenciales. Sin embargo, con proyecciones que apuntan a 2027 como el año más temprano en que el primero de estos aviones estaría operativo, la atención sobre el jet de Qatar ha permanecido como una opción principal en los esfuerzos de la Casa Blanca para encontrar una solución temporal y menos costosa. Mientras tanto, el debate sobre los aspectos éticos y prácticos del trato persiste, sin una resolución clara a la vista.
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