
Robert Prevost, cardenal con profundas raíces en Chicago, fue elegido este jueves 8 de mayo como el nuevo líder de la Iglesia católica, asumiendo el nombre de León XIV.
La elección marca un momento histórico no solo por la designación de un papa nacido en Estados Unidos —un hecho sin precedentes en la historia moderna de la Iglesia—, sino también por la influencia decisiva de otros clérigos estadounidenses, especialmente de Chicago, en el proceso que llevó a su ascenso.
La ciudad de Chicago, cuna o lugar de servicio de varios de los cardenales votantes, desempeñó un papel clave en el desarrollo y orientación del cónclave.
Entre los participantes destacados se encontraba el cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago desde 2014. Cupich, de 75 años, figura como uno de los asesores más cercanos del papa Francisco y ha sido reconocido por su enfoque pastoral y su resistencia a las interpretaciones conservadoras estrictas de la doctrina eclesial.

Cupich fue nombrado por el propio Francisco para integrar comisiones encargadas de seleccionar obispos y para asistir en sínodos clave que discutieron el futuro de la Iglesia.
También tuvo un papel relevante Wilton Gregory, de 77 años, nacido en el barrio de Englewood en Chicago y hasta enero arzobispo de Washington, D.C.
Gregory, quien fue el primer afroamericano elevado al rango de cardenal, ha abogado durante décadas por la justicia social, la inclusión de las parejas del mismo sexo en la vida parroquial y la defensa de los inmigrantes.
Ambos prelados no solo votaron, sino que también participaron en las conversaciones previas y alianzas que suelen configurar el resultado final de la elección papal.

Según expertos citados por el Chicago Sun Times, el peso conjunto de estos cardenales reflejó la creciente diversidad y apertura que Francisco había promovido en la composición del Colegio de Cardenales.
De misionero en Perú a líder mundial
Robert Prevost, de 69 años, nació en Chicago y estudió en el Catholic Theological Union en Hyde Park. Pasó dos décadas en Perú como misionero y obispo, donde adquirió experiencia pastoral y administrativa en comunidades a menudo desatendidas.
Esta trayectoria internacional, junto con su liderazgo desde 2023 como prefecto del Dicasterio para los Obispos —el organismo vaticano responsable de seleccionar futuros obispos—, consolidó su reputación como un líder confiable y con una visión global.
“Este es el hombre que hace obispos”, dijo el reverendo Stan Chu Ilo, profesor en la DePaul University de Chicago y autor de varios estudios sobre Francisco a Chicago Sun Times. “El papa Francisco tenía plena confianza en su capacidad de juicio y su integridad”.

Prevost había sido considerado desde hace tiempo como uno de los posibles papables por su cercanía con Francisco y su capacidad de tender puentes entre distintas corrientes dentro de la Iglesia. Su elección fue vista como una extensión natural del legado de Francisco: un liderazgo centrado en el servicio, no en el poder.
Un cambio en la geografía y la filosofía del papado
La elección de León XIV rompió una tradición de cinco siglos en la que solo tres papas —Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI— no procedieron de Italia o Europa Occidental.
Aunque se barajaron candidatos de África, Asia y América Latina, la combinación de la experiencia internacional de Prevost y la coordinación entre cardenales de mentalidad progresista inclinó la balanza a su favor.
El número de cardenales nombrados por Francisco —109 de los 137 electores— aseguró que la orientación pastoral y abierta del pontificado actual continuara.

Los cardenales estadounidenses, a pesar de representar a una Iglesia nacional dividida políticamente, encontraron en Prevost un candidato que podía atraer apoyos de diferentes sectores.
Decisiva alianza estadounidense
El reverendo Robin Ryan, profesor de teología sistemática en el Catholic Theological Union, señaló que aunque históricamente se consideraba improbable la elección de un papa estadounidense, el perfil de Prevost —más ciudadano del mundo que estadounidense típico— suavizó esas reticencias.
“No ha pasado la mayor parte de su carrera en Estados Unidos. Ha servido en otros países y ahora en Roma. Eso lo convierte en una figura de consenso”, afirmó Ryan.
Su elección no solo marca una nueva etapa para la Iglesia católica mundial, sino también para el catolicismo en Estados Unidos y, en particular, en Chicago, cuya comunidad eclesial ahora se convierte en un referente de liderazgo espiritual y eclesiástico a nivel global.
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