
En pleno verano de Florida, el sol no perdona y la humedad se vuelve agobiante. Pero, según un estudio reciente de la Universidad de Miami publicado en la revista One Earth, hay hogares donde las condiciones térmicas son incluso más severas adentro que afuera. El informe, considerado el análisis más exhaustivo hasta la fecha sobre las temperaturas interiores durante el verano en el condado de Miami-Dade, reveló que, en los días más calurosos del año, algunas viviendas alcanzaron niveles de calor interior que superaron los del entorno exterior.
Este fenómeno, lejos de deberse a la falta de equipos de climatización, expone una problemática estructural más profunda. “Todos en Miami tienen aire acondicionado”, señaló Lynée Turek-Hankins, autora principal del estudio e investigadora postdoctoral en el Dartmouth College. “La pregunta es si funciona y si se puede permitir el lujo de usarlo”.
En efecto, la investigación mostró que el acceso a la refrigeración no depende solamente de la disponibilidad tecnológica, sino de la posibilidad económica de operarla y mantenerla.
Durante el periodo de observación de cinco meses, se registraron casos extremos en los que la temperatura interior alcanzó niveles tan elevados que los investigadores decidieron contactar a los residentes para advertirles que sus condiciones habitacionales no eran seguras para vivir. Este tipo de situaciones se presentó sobre todo en viviendas con fallas estructurales —como goteras en ventanas y puertas— o con unidades de aire acondicionado inoperativas.
Condiciones económicas de los hogares estudiados
El estudio se concentró en 57 viviendas repartidas por todo el condado de Miami-Dade, seleccionadas con la ayuda de Catalyst Miami. Más del 80% de los hogares participantes tenía ingresos anuales inferiores a 60.000 dólares. Además, la mayoría de sus habitantes pertenecía a comunidades afroamericanas o hispanas, lo cual evidencia una dimensión étnica y racial en la exposición al calor extremo.
Uno de los casos más ilustrativos fue el de una mujer con estudios universitarios, empleo de ingresos medios, que vivía junto a su madre y su hija adolescente. Aunque disponían de una vivienda propia, no lograron reparar el aire acondicionado cuando se averió al inicio del verano.
“En teoría, podrían parecer una familia normal”, explicó Turek-Hankins, “pero los costos eran tan prohibitivos que no encendieron el aire acondicionado en todo el verano”.
Este testimonio expone un fenómeno que afecta a distintos niveles del espectro de ingresos bajos y medios, donde el costo del uso o reparación de los sistemas de climatización puede volverlos inalcanzables, incluso para quienes cumplen con condiciones formales de estabilidad económica.

Problemas con el aire acondicionado
Aunque la mayoría de las viviendas encuestadas contaba con sistemas de aire acondicionado técnicamente en funcionamiento, el estudio reveló que muchas familias no podían encenderlos debido al costo elevado de la electricidad o porque no podían afrontar las reparaciones necesarias en caso de fallos. Esta barrera económica transformó un recurso disponible en un lujo inaccesible.
Turek-Hankins remarcó que “no importa cuánto dinero le des a alguien por su factura si el aire acondicionado no funciona, o si le regalas un aparato de aire acondicionado nuevo, pero no puede permitirse usarlo”. Una familia, por ejemplo, dejó de utilizar su aire acondicionado tras averiarse porque repararlo resultaba demasiado caro, a pesar de que vivían tres generaciones bajo el mismo techo.
Riesgos para la salud
Durante los cinco meses de medición, los investigadores identificaron situaciones en las que las temperaturas interiores alcanzaron niveles tan elevados que representaban una amenaza directa para la salud de los ocupantes. En estos casos, el equipo del estudio se comunicó directamente con las familias afectadas para advertirles que las condiciones no eran seguras para la permanencia dentro del hogar.
Entre los problemas observados figuraban filtraciones en ventanas y puertas que impedían conservar el aire fresco dentro de la vivienda, lo que generaba una exposición prolongada a temperaturas potencialmente peligrosas, especialmente para personas mayores, niños o con enfermedades preexistentes.
La falta de climatización adecuada llevó a muchas familias a optar por dejar puertas y ventanas abiertas todo el verano con la esperanza de que entrara algo de aire fresco, exponiéndose así a otros riesgos, como la inseguridad o la entrada de plagas.

Consecuencias económicas del calor extremo
El impacto económico del calor extremo en los hogares encuestados se manifestó en múltiples frentes. Las altas facturas de electricidad derivadas del uso o del intento de uso de sistemas de climatización forzaron a muchas familias a tomar decisiones que comprometieron su bienestar básico. Algunas personas encuestadas afirmaron que recortaron gastos esenciales como alimentos, medicamentos o reparaciones de vehículos para poder pagar el consumo energético.
Uno de los participantes relató que tuvo que recurrir a un préstamo rápido con tasas de interés elevadas para cubrir los costos de electricidad, mientras que otro decidió suspender su tratamiento de fisioterapia. Estas decisiones ilustran cómo el calor no solo afecta la comodidad o la salud inmediata, sino también el equilibrio financiero y las prioridades de gasto a largo plazo.
En condiciones normales, se estima que la energía debería representar cerca del 6% del gasto mensual de un hogar. Cualquier cifra superior a ese umbral se considera una “sobrecarga energética”. El estudio reveló que al menos 10 de los hogares encuestados destinaban más del 10% de sus ingresos mensuales a pagar la electricidad, incluso en algunos casos sin haber utilizado el aire acondicionado durante los meses más críticos.
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