
En un caso que enfrentó a dos antiguas vecinas y escaló hasta la justicia federal, un edificio cooperativo en Manhattan, el Rutherford, deberá pagar $750,000 tras ser hallado culpable de discriminar a una residente con discapacidad que vivía con loros de apoyo emocional. El conflicto comenzó como una disputa por ruido y terminó en una demanda bajo la Ley de Vivienda Justa. Según la Oficina del Fiscal del Distrito Sur de Nueva York, se trata de la mayor compensación obtenida en Estados Unidos para un caso de este tipo.
Lo que terminó en una batalla legal comenzó como una relación amistosa entre Meril Lesser y Charlotte Kullen, vecinas en el quinto piso del Rutherford, un edificio ubicado en el número 230 de East 15th Street, en el barrio de Gramercy Park. Según The New York Times, las mujeres compartían intereses y celebraban juntas ocasiones especiales. Lesser, quien se mudó en los años 90, tenía dos loros, mientras que Kullen tenía un gato y, más tarde, perros y un caballo.
Sin embargo, la convivencia se deterioró en 2015, cuando Lesser adoptó un tercer loro, un Goffin’s cockatoo llamado Curtis. Kullen denunció que este nuevo pájaro tenía un grito “desgarrador” que provocaba el alboroto de los otros loros. “Sonaban como un animal siendo torturado y otro riéndose”, declaró Kullen en documentos judiciales citados por The New York Times.
Según People, Kullen intentó en repetidas ocasiones abordar el problema con Lesser, pero los intentos de diálogo fracasaron. En mensajes de texto recuperados en la investigación, Kullen le escribía: “Curtis está gritando otra vez” y “¡Es demasiado tarde para que los pájaros sigan haciendo ruido!”. Lesser, por su parte, respondía que buscaría una solución de insonorización.
Las denuncias y el intento de desalojo
Al no ver cambios, Kullen llevó su queja al consejo del edificio y presentó múltiples denuncias ante el Departamento de Protección Ambiental de Nueva York (DEP). Sin embargo, según la Oficina del Fiscal de Nueva York, los inspectores visitaron el apartamento 15 veces en un año y nunca encontraron pruebas de violaciones de ruido. “Rutherford nunca realizó pruebas de decibeles ni contrató expertos en sonido”, afirmó el fiscal.
A pesar de la falta de evidencia de ruido excesivo, el consejo del edificio envió advertencias formales a Lesser en 2016 y, finalmente, inició un proceso de desalojo. Lesser, que había presentado un certificado médico indicando que los loros eran animales de apoyo emocional para su depresión y ansiedad, se negó a marcharse.

En su declaración ante la corte, Lesser afirmó haber sido acosada: “Nunca necesité callar a los pájaros. Me hicieron la vida imposible por tener una enfermedad mental”, recogió The New York Times. Tras meses de litigio, Lesser abandonó su apartamento en julio de 2016, alegando daño emocional.
Una demanda federal por discriminación
En 2018, Lesser presentó una queja ante el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), acusando al Rutherford de violar sus derechos de vivienda justa al impedirle mantener a sus loros como apoyo emocional. Según People, mientras se investigaba la denuncia, Lesser intentó vender su apartamento por $467,500, pero el consejo del edificio bloqueó la venta.
En 2021, el HUD determinó que existía “causa probable” de discriminación y el caso pasó a la justicia federal. La Oficina del Fiscal de Nueva York presentó la demanda contra el Rutherford en 2024, acusándolo de no haber ofrecido un “acuerdo razonable” a Lesser.
El fiscal Damian Williams, en declaraciones recogidas por la Oficina del Fiscal, afirmó: “Este es el mayor acuerdo obtenido en un caso de asistencia animal para una persona con discapacidad. Todos los proveedores de vivienda deben revisar sus políticas para asegurarse de que cumplen con la ley federal”.
El acuerdo y sus consecuencias

El 16 de agosto de 2024, el Rutherford acordó pagar un total de $750,000, de los cuales $165,000 corresponden a daños y $585,000 a la compra de la propiedad de Lesser, según la Oficina del Fiscal de Nueva York.
El caso tuvo efectos duraderos en ambas mujeres. Lesser se mudó a una casa en el norte del estado de Nueva York con sus loros, pero sigue lidiando con problemas personales y financieros. En declaraciones a The New York Times, afirmó: “Esos pájaros me mantuvieron viva”.
Por su parte, Kullen dijo haber sufrido una crisis económica y de salud. Según el New York Times, el ruido afectó su capacidad de trabajar desde casa, sus ingresos se redujeron drásticamente y desarrolló enfermedades autoinmunes y ansiedad. Además, el edificio la demandó en 2025 por pagos pendientes, aunque luego retiró la acción. “Perdí amigos, mi vida se hizo cada vez más pequeña”, declaró.
El caso sentó un precedente importante en Nueva York sobre la obligación de los edificios de aceptar animales de apoyo emocional. Según la Oficina del Fiscal, la demanda forzó al Rutherford a implementar una nueva política de acomodación para personas con discapacidad.
Además, tras el litigio, el consejo del edificio modificó sus normas y prohibió la tenencia de aves en el futuro, según The New York Times. “Solo se permitirán perros, gatos y peces. Y deben ser peces pequeños”, dijo James Ramadei, expresidente del consejo, en declaraciones al medio.
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