
Las drogas psicoactivas como el MDMA y la ketamina están recibiendo cada vez más atención por su potencial terapéutico. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) está próxima a evaluar su aprobación para tratamientos de enfermedades mentales.
Lori Tipton, una residente de New Orleans, es una de las personas que atribuye al MDMA haberle salvado la vida. Creció con una madre que padecía trastorno bipolar no tratado, que la llevó a matar a dos personas y luego suicidarse, lo que generó en Tipton graves traumas y ansiedad severa.
“La principal preocupación que siempre tengo es la “accesibilidad”, comentó a CBS News, Tipton, ahora de 43 años y gerente de proyectos de una organización sin fines de lucro. Ella participó en un ensayo clínico de terapia asistida con MDMA para tratar el trastorno de estrés postraumático (PTSD), con resultados que consideró inmediatos.
Su tratamiento incluyó tres sesiones de medicación de ocho horas supervisadas por dos terapeutas, cada una seguida por una estancia nocturna en el centro y una sesión de integración al día siguiente. Sin embargo, teme que estos tratamientos no lleguen a quienes realmente los necesitan.
El MDMA es parte de una nueva ola de drogas psicoactivas que están mostrando gran potencial para tratar condiciones severas como la depresión y el PTSD. Este campo emergente ha atraído a muchos inversores, y actualmente se desarrollan varios medicamentos basados en sustancias como MDMA, LSD, hongos alucinógenos, ketamina, la mezcla de plantas sudamericanas llamada ayahuasca y la planta africana ibogaína. Algunos de estos medicamentos están en espera de aprobación por la FDA.
El desarrollo de terapias basadas en estas sustancias podría representar las primeras para enfermedades mentales desde que se introdujeron los antidepresivos modernos en la década de 1980.

No es una técnica nueva
La investigación moderna sobre estos medicamentos comenzó a mediados del siglo XX. No obstante, los ensayos clínicos iniciales no lograron respaldar las afirmaciones de sus defensores, lo que llevó a una percepción negativa de estos compuestos. Las iniciativas para restringir su uso culminaron en 1970 con la aprobación de la Ley de Sustancias Controladas, que ilegalizó la mayoría de los fármacos psicoactivos antes de que se pudieran desarrollar tratamientos terapéuticos.
El MDMA, por ejemplo, fue catalogado como una sustancia de la Lista I en 1985. Esta clasificación detuvo cualquier investigación hasta el año 2000, cuando científicos de la Universidad Johns Hopkins obtuvieron autorización regulatoria para estudiar la psilocibina nuevamente.
Por su parte, la ketamina, aprobada como anestésico en 1970, reveló sus efectos antidepresivos a inicios de los años 2000. La terapia basada en ketamina, conocida como Spravato, recibió la aprobación de la FDA en 2019, permitiendo a los médicos recetar ketamina genérica fuera de etiqueta y provocando la apertura de numerosas clínicas en todo el país. Actualmente, se lleva a cabo un ensayo clínico para evaluar su efectividad en el tratamiento de la depresión suicida combinada con otros medicamentos psiquiátricos.

David Olson, un experto en neurociencia, comentó que estos fármacos, aunque diferentes, comparten la capacidad de inducir neuroplasticidad, lo que permite al cerebro reparar circuitos neuronales dañados. Olson resaltó que “todas estas afecciones cerebrales son realmente trastornos de circuitos neuronales. Básicamente, estamos buscando medicamentos que puedan regenerar estas neuronas”. Olson también aseguró sus efectos positivos en el posible tratamiento del Alzhéimer, según él, “los psicodélicos son particularmente efectivos en esta labor”.
En la actualidad, varios medicamentos psicoactivos han recibido la designación de “terapia innovadora” por parte de la FDA, lo que agiliza su desarrollo y revisión para tratar condiciones graves. Esta nueva clasificación se plantea como una forma de acelerar la entrega de tratamientos prometedores al mercado.
Las categorías de estos medicamentos varían. Por ejemplo, el MDMA es un entactógeno o empatógeno que induce una sensación de conexión y comunión emocional, mientras que sustancias como el LSD, la psilocibina y la ibogaína son psicodélicos que alteran los estados perceptivos.
Por otro lado, la ketamina es un anestésico disociativo que, en dosis adecuadas, puede producir alucinaciones. Estas diferencias no alteran el hecho de que todos ellos faciliten la neuroplasticidad y la curación de circuitos neuronales.
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