
Joe Biden promulgó finalmente, este sábado, la ley alcanzada a contrarreloj que evita que Estados Unidos caiga en default, confirmó la Casa Blanca en un escueto comunicado.
La firma del documento se dio tras semanas de confrontaciones políticas y arduas negociaciones entre el Presidente y el ala republicana, y a tan sólo dos días de la fecha límite que la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, había previsto para que el país se quedara sin reservas para afrontar sus pagos.
La “Ley de Responsabilidad Fiscal de 2023″ había obtenido el visto bueno en el Congreso esta misma semana: primero en la Cámara de Representantes -de mayoría republicana-, el miércoles, y en el Senado -controlada por los demócratas-, el jueves.

El acuerdo implica una suspensión del límite de la deuda hasta 2025 -es decir, más allá del mandato de Biden- aunque restringe el gasto público; algo así como una victoria para cada bando. Gracias a esta medida, el país ya no deberá operar dentro de un umbral de dinero determinado -hasta hace unos días de USD 31,4 billones- y podrá seguir pidiendo prestado fondos para afrontar el pago de sus responsabilidades ya contraídas.
Asimismo, los demócratas se comprometieron a reducir los niveles de gasto y a exigir más requisitos para quienes desean acceder a programas de ayuda alimentaria y de familias vulnerables. También se dispuso una reducción del impulso a la Hacienda pública y se agilizará el proceso para tramitar proyectos de infraestructuras.
“Aprobar este acuerdo presupuestario fue fundamental. Lo que estaba en juego no podría haber sido más importante”, comentó este viernes Biden en un discurso emitido desde la Oficina Oval. “Nada hubiese sido más irresponsable o catastrófico”, sumó, sobre la posibilidad de que el país entrara en un régimen de impago.

Si bien el mandatario agradeció al presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, por sus esfuerzos durante estas semanas de conversaciones, así como a los legisladores, que aprobaron en tiempo récord el proyecto, lo cierto es que las “victorias” de cada parte estuvieron lejos de sus demandas iniciales.
“Nadie obtuvo todo lo que quería pero el pueblo estadounidense obtuvo lo que necesitaba. Evitamos una crisis y un colapso económico”, destacó y reconoció que, si bien “encontrar un consenso más allá de las diferencias partidistas es difícil y la unidad es difícil”, “nunca debemos dejar de intentarlo”.
De todas formas, más allá del aspecto financiero, en estas discusiones estaba en juego una cuestión política crucial, en medio de la carrera por la Casa Blanca, que ya comenzó.
Biden buscará la reelección, incluso a pesar de su avanzada edad, una de sus principales desventajas. Es por ello que, durante su alocución la víspera, no dejó pasar la atención de la audiencia para detallar los logros de su primer mandato y su fortaleza frente a los intentos republicanos de avanzar sobre su agenda y conseguir recortes más profundos.
“Estamos recortando gastos y reduciendo los déficits al mismo tiempo. Estamos protegiendo prioridades importantes desde el Seguro Social hasta Medicare, Medicaid, veteranos y nuestras inversiones transformadoras en infraestructura y energía limpia”, aseguró.
Por su parte, McCarthy intentó consolidar su autoridad sobre el variado grupo parlamentario, conformado por conservadores moderados y seguidores del ex presidente Donald Trump.
El empresario, en tanto, también se refirió a las negociaciones en medio de su carrera por la Oval y pidió aplicar mano dura, mientras pelea contra el gobernador de Florida, Ron DeSantis por el liderazgo republicano.
(Con información de AFP y AP)
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