
Perderse por las sierras de Jaén puede deparar más de una sorpresa, pero pocos esperan que, tras recorrer kilómetros de carreteras solitarias, aparezca una aldea habitada por solo cuatro personas y repleta de historia, leyendas y arte. Así es Tíscar, un enclave diminuto escondido entre montañas, donde el tiempo parece haberse detenido y cada roca encierra un relato milenario. Conocido popularmente como la ‘Covadonga andaluza’, hoy es un remanso silencioso, pero en otros tiempos fue lugar de paso, de batallas y testigo del choque entre culturas y del cruce de rutas hacia territorios legendarios.
Ubicada en el término municipal de Quesada, Tíscar apenas cuenta ya con cuatro habitantes fijos, pero su legado histórico no tiene límites. El propio nombre proviene de los bereberes que se asentaron en el siglo VIII, y significa “paso entre montañas”. Este paso, natural y estratégico, fue elegido como punto clave por tribus originarias de la actual Argelia y pronto se transformó en peña defensiva, castillo y último bastión musulmán de la zona. Llegar hasta aquí supone atravesar la sinuosa carretera A-6206, flanqueada por murallas de roca entre las que sobresalen la silueta del santuario, los restos de la fortaleza y la gruta más emblemática de la comarca.
Una joya natural y su castillo

El corazón de Tíscar late en su famosa Cueva del Agua, declarada Monumento Natural y uno de los espacios subterráneos más antiguos y emblemáticos de España. El río, surcando barrancos y formando cañones, esculpe un túnel natural que, entre pasarelas y saltos de agua, invita a explorar pozas, fuentes y paredes de caliza modeladas durante siglos. Los visitantes encuentran aquí el lugar perfecto para escuchar viejas leyendas: según la tradición, fue en estas cuevas donde la virgen de Tíscar apareció en 1319 al reyezuelo musulmán Mohamed Abdón. El rincón es, además, espacio de recogimiento, donde una pequeña figura de la virgen sigue recibiendo exvotos de fieles y curiosos. Más abajo, la frescura del Pilón Azul —una cascada visible entre Belerda y Tíscar— recuerda que el agua es el alma de estos paisajes.
Pero las murallas de Tíscar no son menos imponentes que sus paisajes. Asentado sobre una peña inexpugnable, el castillo fue el último refugio musulmán antes de caer en el siglo XIII ante Fernando III y, más tarde, reconquistado por Fernando IV y Don Pedro, que sitiaron una fortaleza a la que solo se podía acceder por pasos peligrosos. La epopeya del escudero Pero Hidalgo, que trepó las murallas para allanar la conquista cristiana, forma parte del folclore local, como también la historia de la imagen de la virgen lanzada desde las almenas y que, milagrosamente, volvía a aparecer arriba.
Del viejo fortín, levantado tras pasar a manos cristianas, sobreviven la sólida torre del homenaje —con el escudo de Pedro I— y el recinto amurallado. Una escalinata guía al visitante hasta la Atalaya del Infante Don Enrique, en la cima más alta, donde las vistas sobre la Sierra de Quesada y el Picón del Rayal (1.834 metros) impresionan aún hoy tanto como a los vigías medievales que guardaban la frontera frente al Reino Nazarí de Granada.
Santuario entre montañas: arte, leyendas y devoción

Más allá de la fortaleza y su increíble monumento natural, Tíscar atesoro otro gran tesoro. Se trata de su santuario, levantado a mediados del siglo XV sobre los restos de la antigua fortaleza árabe. Su enorme puerta con arco apuntado conduce a una nave escueta, piedra sobre piedra, que conserva vestigios renacentistas y mudéjares: la portada original, el atrio y una pila bautismal del siglo XVI conviven con el alicatado medieval de la sacristía y una valiosa colección de terracotas que representan a la virgen y los evangelistas. Allí se respira aún el ambiente de frontera entre culturas y religiones que marcó la identidad de estas tierras.
En la plaza del santuario, una fuente presume de versos de Antonio Machado, escritos durante su estancia en la cercana Úbeda. Y en el interior, el visitante descubre verdaderas joyas del arte local: óleos firmados por el pintor Rafael Zabaleta, la imagen tallada de la virgen de Tíscar obra de Jacinto Higueras, y un retablo con pinturas de Francisco Baños Martos y esculturas de Antonio González Orea, junto a obras de la saga Hidalgo de Caviedes.
Cómo llegar
Desde Jaén, el viaje es de alrededor de 1 hora y 35 minutos por las vías A-316 y A-315. Por su parte, desde Granada el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 55 minutos por la carretera A-92.
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