
En la actual era de las tendencias viajeras, los gustos del público han evolucionado más allá de los viajes culturales o deportivos. La aparición del llamado Set Jetting ha transformado los destinos turísticos, atrayendo a seguidores del cine a los escenarios en los que sus películas preferidas cobraron forma. Esta práctica, procedente del inglés y cada vez más extendida, consiste en recorrer lugares que alguna vez fueron platós de grandes producciones, fusionando así el arte audiovisual con la pasión por explorar rincones desconocidos.
Uno de los ejemplos más singulares de este fenómeno se encuentra en España. Entre los parajes de la provincia de Burgos, oculto entre los límites municipales de Contreras y Santo Domingo de Silos, se localiza el Cementerio de Sad Hill. Su relevancia no reside únicamente en sus 5.000 cruces dispersas sobre el terreno, sino en la poderosa atmósfera que logra trasladar al visitante de lleno al final de una de las películas más emblemáticas de la historia: El Bueno, El Feo y El Malo (1966).
A pocos metros del aparcamiento habilitado, el visitante se adentra en un espacio que fue concebido exclusivamente para servir de marco visual a la escena final de la obra maestra de Sergio Leone. En apenas tres días, el valle de Mirandilla se metamorfoseó en un cementerio circular con una arquitectura que logró condicionar el ánimo del clímax de la película. Aunque durante casi medio siglo este lugar permaneció sumido en abandono y cubierto por la maleza, a partir de 2015 un grupo de entusiastas voluntarios agrupados en la Asociación Cultural Sad Hill inició un proceso de recuperación que devolvió al escenario su antiguo esplendor.
El origen del mito: el Spaghetti Western en España

La influencia del western en los años sesenta fue abrumadora, pero la historia de cómo este género llegó a los parajes europeos resulta fascinante por derecho propio. El Spaghetti Western era, en realidad, un fenómeno mayoritariamente europeo, impulsado por directores italianos como Sergio Leone. España, con sus paisajes áridos, castillos legendarios y vastas planicies, ofrecía el decorado soñado para rodar los duelos y cabalgadas sin tener que viajar hasta el lejano oeste norteamericano.
El duelo a tres en el cementerio de Sad Hill, protagonizado por Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef, permanece como uno de los momentos cumbre del género. Los tres personajes compiten obsesivamente por los 200.000 dólares ocultos en una tumba, pero, tal y como destacan cinéfilos y críticos, la tensión y el poder de la secuencia no habrían sido posibles sin un escenario que acompaña la épica hasta el último disparo. En el círculo central del cementerio, rodeado de tumbas y bajo la mirada de las sierras, la ficción perdió las fronteras con la realidad. La cruz de la tumba “La Familia” se ha convertido desde entonces en un icono, buscado por admiradores llegados de todo el mundo.
Renacer de una leyenda
El paso del tiempo casi sepultó el recuerdo de Sad Hill. Durante 49 años, la vegetación y el olvido dominaron el lugar, pero la fuerza cultural de la película mantuvo viva la pregunta: ¿sigue existiendo el cementerio? Fue la acción de la Asociación Cultural Sad Hill la que, en 2015, recuperó los caminos, reconstruyó cruces y devolvió el espacio al máximo parecido posible con el diseño que impactó a millones de espectadores. Ahora, el acceso es completamente libre y el visitante puede caminar entre las hileras de cruces, tomar fotografías y rememorar el duelo de miradas, humo y silencio que cambió para siempre el género del cine western.
No solo los cinéfilos hallan aquí motivos para la peregrinación: el entorno, situado en el valle de Mirandilla, ofrece paisajes burgaleses de gran belleza y resulta perfecto para rutas senderistas o simplemente para respirar el ambiente de la España más cinematográfica. El Cementerio de Sad Hill se sitúa así en la encrucijada entre ficción y realidad, convertido en un símbolo tanto del Set Jetting como de la capacidad de los lugares para convertirse en leyenda gracias a la pantalla.
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