
Las primeras luces del día se deslizan sobre la costa gaditana, bañando de reflejos dorados los tejados y las piedras milenarias de una tierra donde la historia y la leyenda caminan juntas. Cádiz, con su luz atlántica y el eco perenne del mar, oculta en su relieve algunos de los castillos más sorprendentes de Andalucía.
Muchos son los viajeros que, buscando los famosos pueblos blancos, se dejan conquistar por fortalezas que desafían al tiempo y que, desde sus atalayas, han contemplado siglos de guerras, alianzas y quietud. En cada una de estas moles de piedra se respira el trasiego de culturas y el pulso fronterizo de una provincia que fue, como ninguna, llave del sur peninsular y refugio de civilizaciones.
Olvera: guardián de la Sierra
En plena Ruta de los Pueblos Blancos, Olvera emerge como etapa monumental a 623 metros de altitud, vigilando la comarca de la Sierra de Cádiz. El castillo de origen árabe, construido a finales del siglo XII, se encarama dramáticamente sobre un roquedo, dominando todo el horizonte. Su planta triangular e irregular conserva soberbios tramos de muralla, un evocador paso de ronda, patios de armas, aljibes y un complejo entramado de bodegas subterráneas.
La imponente Torre del Homenaje ofrece al visitante una de las panorámicas más impactantes de la zona, con el paisaje andaluz extendiéndose a sus pies. Declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España, Olvera condensa el espíritu fronterizo que definió durante siglos a este rincón de Andalucía.
Arcos de la Frontera: el alcázar que mira al Guadalete

Sobre la famosa “peña”, el castillo de Arcos desafía el precipicio con su planta cuadrangular y almenas robustas, testimonios de reformas realizadas en los siglos XIV y XV. Nacido como alcázar musulmán, fue residencia de los primeros duques cristianos tras la conquista. Del pasado árabe mantiene un evocador arco de herradura en la entrada. Su posición privilegiada convierte al castillo en el mirador supremo sobre Arcos, el río Guadalete y el embalse que refleja la fortaleza. Desde la plaza del Cabildo, el viajero accede tanto a la basílica menor de Santa María de la Asunción como al Parador de Turismo, con el centro histórico declarado Bien de Interés Cultural.
Castillo de Jimena de la Frontera
El castillo de Jimena de la Frontera, encaramado en el cerro de San Cristóbal, hunde sus raíces en el siglo VIII, en los extremosos tiempos de la presencia árabe. Fue ampliado en el siglo XV y articula su trazado sobre las ruinas de la antigua Oba romana, adaptándose con ingenio a la colina accidentada.
De su estructura, declarada Bien de Interés Cultural, sobresalen los lijados lienzos de muralla, su plaza de armas y el recinto del alcázar, protegido por una torre del Homenaje circular de trece metros y una doble muralla. Más allá de lo visible, la zona atesora huellas de vida desde la prehistoria, como demuestra el cercano arte rupestre, mientras la fortaleza capta la esencia de la defensa fronteriza nazarí y la importancia estratégica del territorio.
Zahara de la Sierra: fortaleza en el corazón de Grazalema

Cobijada por el Parque Natural Sierra de Grazalema y rodeada de un mar de olivos, la fortaleza de Zahara se eleva sobre un peñón de 600 metros, dominando uno de los enclaves más pintorescos de la provincia. Construido entre los siglos XIII y XV durante la época nazarí, el castillo de Zahara custodia la Torre del Homenaje, que encierra un aljibe árabe, así como tramos de murallas tanto de origen musulmán como cristiano. Declarada Bien de Interés Cultural, esta fortaleza es uno de los ejemplos mejor conservados de la arquitectura defensiva medieval gaditana y punto clave de la ruta de los pueblos blancos.
El Puerto de Santa María: crónica de un castillo y un legado
Asomada a la desembocadura del Guadalete, el castillo de San Marcos —erigido sobre una antigua mezquita musulmana tras la conquista cristiana de 1264— es el emblema de la larga historia de El Puerto de Santa María. Su transformación incluyó la construcción de cubiertas abovedadas y la fortificación de la iglesia, cuyas murallas esconden el mihrab de la mezquita original, perdido durante siglos hasta ser descubierto en una reforma. Testigo de pasajes históricos, se dice que Cristóbal Colón se alojó aquí junto a los Reyes Católicos antes de partir hacia América. Perteneciente a la casa de Medinaceli durante generaciones, el castillo fue restaurado en el siglo XX y hoy se conecta con la famosa Bodega Caballero, icono indisoluble del municipio.
Castellar de la Frontera: fortificación en la sierra de Los Alcornocales

Coronando un cerro en el corazón del Parque Natural de Los Alcornocales, la fortaleza de Castellar de la Frontera parece surgir de la propia roca, camuflando el pueblo entre murallas del siglo XIII y callejuelas empedradas. Su origen es de tiempos convulsos y fronterizos, cuando formaba parte de la red defensiva musulmana de la taifa de Algeciras. El caserío, con casas de una sola planta adaptadas al terreno, se integra en el castillo, convirtiendo cada paseo en un laberinto de recovecos y pequeñas plazas. Reconocido como Monumento Histórico-Artístico desde 1963 y uno de los Pueblos más Bonitos de España desde 2019, Castellar muestra dos caras: la historia viva de su fortaleza y el “Nuevo Castellar” que crece ladera abajo.
Castillo de Guzmán el Bueno
En la localidad más al sur de la península, el castillo de Guzmán el Bueno sobresale como símbolo de la resistencia y del valor estratégico de Tarifa. Fue construido en época andalusí por Abderramán III y, tras pasar a manos cristianas, se reafirmó como baluarte frente al reino de Granada. Su estructura robusta presenta gruesos muros, torres, barbacanas y laberínticos pasadizos. Destaca también la solitaria atalaya de Santa Catalina en lo alto del estrecho cerro, guardando la ciudad frente al mar. Caminar entre estos lienzos de piedra es descifrar el papel crucial que Tarifa jugó durante siglos en el control del tráfico marítimo y de la frontera sur de Europa.
Jerez de la Frontera
En Jerez, a un paso de la catedral, el antiguo Alcázar se erige como uno de los escasos ejemplos de arquitectura almohade que sobreviven en la península, remontándose al siglo XII. Posteriormente, el conjunto incorporó los añadidos palaciegos del castillo de Santiago, incluido el señorial Palacio de Villavicencio con su célebre Cámara Oscura. Torres como la del Homenaje, hexagonal y almenada, o las esquineras del Rayo y de Ponce de León ofrecen vistas inigualables sobre la ciudad y la Alameda Vieja. Según la tradición, fue desde aquí donde la reina Isabel la Católica contempló el mar por primera vez, añadiendo una pizca de leyenda a la rica historia de este monumento, inseparable del alma andaluza.
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