
En el corazón de Europa Central, Viena despliega su magnetismo con una elegancia que trasciende el paso de los siglos. Recorrer sus avenidas es dejarse llevar por el susurro de valses eternos, mientras los cafés perfumados y los monumentos imperiales cuentan relatos de emperatrices, compositores y visionarios. La ciudad, envuelta en el brillo de los tejados dorados y la calma nostálgica del Danubio, ofrece un patrimonio monumental que conquista todos los sentidos. Entre palacios majestuosos y parques de ensueño, la capital austriaca invita al viajero a sumergirse en una puesta en escena donde la cultura marca cada compás de la vida cotidiana.
Pero, más allá de su aire imperial y su carácter cosmopolita, Viena atesora joyas arquitectónicas de extraordinario valor, y pocas rivalizan con la magnificencia del Belvedere. Este palacio barroco, ideado en el siglo XVIII como residencia de verano para el príncipe Eugenio de Saboya, simboliza el gusto refinado de la época y la visión audaz de los grandes mecenas. El diseño corrió a cargo del arquitecto Johann Lukas von Hildebrandt, quien concibió para el príncipe un complejo arquitectónico que, en su día, se alzaba fuera de las murallas de la ciudad, rodeado de jardines y lujo.
El conjunto monumental del Belvedere se compone de dos edificios principales: el Belvedere Superior y el Belvedere Inferior, unidos por un jardín barroco que permanece como uno de los paisajes más emblemáticos y fotografiados de la capital austríaca.
Un epicentro del arte universal

Aunque el Belvedere impresiona por fuera, verdadero tesoro aguarda en su interior. Más que palacio, el complejo se ha transformado en uno de los museos de arte más prestigiosos de Austria, acogiendo piezas de un valor incalculable. La profundidad de su colección abarca desde la Edad Media hasta la actualidad, con un enfoque especial en los maestros austríacos que marcaron la modernidad.
De este modo, el Belvedere Superior, construido entre 1717 y 1726, conserva la mayor colección mundial de Gustav Klimt, con 24 pinturas que incluyen auténticos iconos del arte contemporáneo. El visitante puede admirar la célebre obra “El beso”, uno de los cuadros más reconocidos no solo del modernismo vienés, sino de toda la historia del arte. Esta pieza monumental, de 180 x 180 centímetros, retrata a Klimt y su musa Emilie Flöge envueltos en oro y pasión, como exponente máximo de la belleza que irradia la capital.
En la sala, la mirada se detiene también en retratos femeninos que deslumbran por su delicadeza y gestos enigmáticos. Junto a la obra de Klimt, el Belvedere exhibe lienzos firmados por Egon Schiele y Oskar Kokoschka, pioneros del expresionismo, y suma destacados ejemplos de Claude Monet, Vincent van Gogh y Auguste Rodin, que realzan el diálogo entre el arte austríaco y las corrientes internacionales.
Pero no solo el arte tiene cabida, pues también destacan la elegante Sala Terrena, la Prunkstiege, la suntuosa Sala de Mármol, así como las diferentes salas ricamente adornadas con estucos y frescos. La remodelación de la colección permanente en 2023 ha permitido expandir el recorrido artístico, incorporando tanto obras inéditas como nuevos préstamos y adquisiciones recientes. En total, unas 400 obras narra la evolución de ocho siglos de arte, abordando la intensa relación entre creatividad y sociedad.
El Belvedere Inferior y los secretos de la corte

El otro gran edificio del cojunto es el Belvedere Inferior, el cual se levantó entre 1714 y 1716 tras la derrota de los turcos como una residencia de verano para el príncipe Eugenio de Saboya. Pero solo sirvió como residencia privada del príncipe, si no que además guarda entre sus muros estancias de gran belleza y riqueza ornamental, fruto del deseo de ostentación del noble. Espacios como la Sala de los Grotescos, la Galería de Mármol y la Habitación Dorada transportan al visitante al esplendor de la corte, mientras las exposiciones temporales que aquí se celebran acercan las tendencias más recientes del arte.
Igualmente, la majestuosa Orangerie y el antiguo establo real, conocido como Prunkstall, complementan el recorrido. El Prunkstall, antaño reservado a los caballos del príncipe, es hoy escenario para la contemplación de colecciones sobre arte medieval, mostrando la versatilidad de los usos palaciegos a lo largo de los siglos. Pero esto no es todo, pues entre los dos palacios se extienden los jardines del Belvedere, un ejemplo paradigmático de la arquitectura paisajística del barroco.
El famoso “estanque espejo” refleja la imponente fachada y, junto a las tres terrazas salpicadas de estanques, crea un efecto visual único. Asimismo, el Jardín Privado, pensado exclusivamente para el disfrute del príncipe y su círculo más próximo, y el Jardín de los Alpes, el más antiguo de Europa en su género, convierten el complejo en un paraíso para paseantes y amantes del arte al aire libre.
Cómo visitarlo: horarios y precios
El Belvedere Superior abre sus puertas todos los días de 09:00 a 19:00 horas, mientras que el Belvedere Inferior lo hace de 10:00 a 18:00 horas. El espacio Belvedere 21, dedicado al arte contemporáneo, puede visitarse de martes a domingo entre las 11:00 y las 18:00 horas, ampliando los jueves hasta las 21:00 horas.
Las tarifas varían en función del edificio y perfil del visitante. La entrada general al Alto Belvedere cuesta 17,50 euros (14,10 para mayores de 65 y estudiantes de hasta 26), mientras que el acceso al Bajo Belvedere supone 14,60 euros para adultos (10,90 euros para los descuentos). Para quienes prefieran disfrutar del Belvedere 21, la entrada general es de 9,30 euros. Existe también un pase para el museo Belvedere por 16,50 euros, ofreciendo diversas modalidades para adaptarse a la visita deseada.
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