Las maravillas naturales de España perfectas para una escapada en octubre

Estos enclaves están repletos de rincones mágicos llenos de leyendas ideales para disfrutar durante el otoño

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Tejeda de Tosande, en Palencia
Tejeda de Tosande, en Palencia (Wikimedia).

El mes de octubre marca el inicio de un periodo en el que el paisaje español se transforma de manera espectacular. Los días todavía conservan algo de calidez, pero las lluvias recientes y el descenso de las temperaturas invitan a descubrir entornos naturales que, tras el verano, lucen su mejor estampa.

El otoño en España es sinónimo de hojas doradas, ríos revitalizados, bosques exuberantes y rutas de senderismo que llevan al viajero a espacios llenos de paz, misterio y color. Desde el norte hasta el sur, el país ofrece enclaves singulares en los que vivir la experiencia del cambio estacional y maravillarse con la abundancia de la naturaleza tras los primeros temporales.

Braña de los Tejos, en Cantabria

Braña de los Tejos, en
Braña de los Tejos, en Cantabria (Adobe Stock).

En lo más alto de la comarca de Liébana, a 1.415 metros de altitud, la Braña de los Tejos acoge uno de los rincones más enigmáticos y antiguos de Cantabria. Acceder hasta aquí exige un esfuerzo considerable —hasta cinco horas de sendero—, pero la recompensa es un entorno donde los tejos milenarios conviven con leyendas y panorámicas imponentes.

Los árboles, asociados desde tiempos celtas a ritos de vida y muerte, sobreviven en este enclave único, rodeados de vistas que abarcan desde Comillas y San Vicente de la Barquera hasta los Picos de Europa. La ruta más popular parte de Cicera y suma 16 km de recorrido circular, superando un desnivel acumulado de más de 900 metros.

Bosques de castaños y robles anticipan la llegada a la braña, donde restos de antiguas explotaciones de carbón y minas dan testimonio de la relación histórica entre el ser humano y el entorno. Esta braña es escenario, además, de la tradicional Subida a la Braña de los Tejos en agosto, aunque los senderos pueden disfrutarse en cualquier época del año.

Bosque de Cobre, en Málaga

Bosque de cobre, Málaga. (Adobe
Bosque de cobre, Málaga. (Adobe Stock)

Otoño en el Valle del Genal, en la provincia de Málaga, significa poesía visual en estado puro. Cuando castaños, alcornoques, encinas y quejigos tiñen el entorno de dorados, ocres y rojizos, el Bosque de Cobre se convierte en uno de los escenarios más emblemáticos de la temporada.

Este fenómeno natural transforma el valle en una alfombra multicolor, con caminos y carreteras flanqueadas por árboles de hasta 25 metros cuyas hojas caen lentamente, cubriendo el suelo de un tapiz crujiente y vibrante. El GR-141, a lo largo de sus etapas 4, 5 y 6, acompaña al río Genal y regala algunas de las imágenes más representativas del otoño en Andalucía.

Además, el bosque es famoso por sus castañas, que en noviembre adquieren protagonismo durante fiestas y mercadillos en las aldeas blancas de la zona, como Pujerra, Atajate o Benadalid, donde los miradores invitan a contemplar el paisaje dorado mientras los productores locales ofrecen su mercancía recién cosechada.

Hayedo de Tejera Negra, en Guadalajara

Hayedo de Tejera Negra, en
Hayedo de Tejera Negra, en Guadalajara (Shutterstock).

En plena Sierra Norte de Guadalajara, el Hayedo de Tejera Negra se erige como uno de los bosques de hayas más meridionales de Europa. Su ubicación privilegiada y el microclima que lo envuelve permiten la supervivencia de una masa boscosa espectacular, donde crecen robles, pinos, acebos, tejos y abedules junto a un sotobosque rico en musgos y setas.

Las aguas cristalinas de los ríos Lillas y Zarzas riegan este espacio protegido, donde en otoño los suelos se cubren de Boletus Edulis y en los cielos planea el águila real, mientras entre los árboles se mueven corzos, zorros y jabalíes. Desde 2017, forma parte de los Hayedos primarios de los Cárpatos y otras regiones de Europa distinguidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

El parque ofrece dos rutas circulares para senderistas, la Senda de Carretas —de dificultad media-baja— y la Senda del Robledal —más exigente y larga—, así como una ruta señalizada para bicicletas. El Centro de Interpretación ayuda a desentrañar los secretos de este “bosque de cuento” que enamora a quienes lo visitan.

Sotos de la Albolafia, en Córdoba

Sotos de la Albolafia, en
Sotos de la Albolafia, en Córdoba (Adobe Stock).

En pleno centro de Córdoba y a orillas del Guadalquivir, el Monumento Natural Sotos de la Albolafia supone un oasis de biodiversidad integrado en el entorno urbano. Este singular espacio, que se extiende entre el Puente Romano y el Puente de San Rafael, alberga islas fluviales, barras y arenales formados por la sedimentación, creando un hábitat ideal para la flora y la fauna ribereña.

El otoño llena de color los sauces, álamos, fresnos y eucaliptos que aquí crecen, mientras que el sotobosque de adelfas, zarzas y tarajes sirve de refugio a más de 120 especies de aves. El antiguo molino-noria que da nombre al lugar es un símbolo histórico que recuerda el aprovechamiento milenario del río en la ciudad.

Caminar por este paraje permite desconectar del bullicio sin abandonar la capital andaluza, descubriendo un rincón que combina naturaleza, patrimonio y paisaje en un solo vistazo y convirtiendo el mes de octubre en una invitación a explorar el lado más salvaje y desconocido de Córdoba.

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Tejeda de Tosande, en Palencia

Escondido en uno de los valles más recónditos de la Montaña Palentina, la Tejeda de Tosande destaca como uno de los mayores tesoros botánicos de la península ibérica. Aquí, en pleno Parque Natural Montaña Palentina, cerca de 800 ejemplares de tejo, algunos milenarios, dominan un bosque húmedo y umbrío que parece ajeno al paso del tiempo.

La espectacular concentración de estos árboles, varios de ellos con diámetros superiores a un metro y medio y alturas que rozan los 15 metros, constituye una auténtica reliquia de la Era Terciaria. Este santuario natural se encuentra protegido por un extenso hayedo, en el que también conviven acebos y abedules, lo que contribuye a pintar el paisaje de una gama de colores asombrosa en otoño.

Visitar la tejeda implica recorrer una ruta circular de unos 10 kilómetros que atraviesa una garganta de robles y encinas antes de ascender hasta el hayedo y alcanzar finalmente el paraje de los grandes tejos. El itinerario culmina en un mirador desde el que se pueden admirar las cumbres cercanas y el heterogéneo manto cromático que deja la estación.