
En el valle que forma el río Leza, en mitad de la montaña, un pequeño pueblo emerge como un rincón oculto en el paisaje riojano. Esta localidad es un reducto de lo que fue antaño una economía basada en la ganadería y que a día de hoy es uno de los mayores exponentes del turismo rural en la región. Así, este enclave se alza como un lugar perfecto para los amantes de la naturaleza, donde poder desconectar y disfrutar de todos los encantos que ofrece su entorno.
Es por ello que Trevijano es uno de los secretos mejor guardados de La Rioja. Este diminuto núcleo forma parte del municipio de Soto en Cameros, y estuvo a punto de desaparecer a finales de los años 70, pero gracias a sus vecinos y a un aumento del turismo rural ha logrado sobrevivir. Y en realidad el encanto de esta localidad reside en sus alrededores, donde bellos paisajes se abren y permiten disfrutar de rutas de senderismo y maravillas naturales.
Un pueblo salvado de la despoblación
El viaje hasta Trevijano supone una auténtica inmersión en el paisaje montañoso del valle del Leza. El acceso implica dejar atrás la carretera principal y tomar un desvío que zigzaguea sin descanso por laderas empinadas, mientras el entorno revela poco a poco el carácter indómito de la sierra riojana. A cada curva, la altitud se hace notar y, al llegar, el visitante encuentra un balcón natural situado a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, desde donde se contemplan unas vistas impresionantes de todo el valle.

A pesar de su privilegiada ubicación y de ser históricamente un referente de la tradición ganadera en la comarca, Trevijano no escapó al fenómeno del éxodo rural. Durante los años 70, el pueblo estuvo a punto de desaparecer, víctima de la migración hacia las ciudades y del abandono de la trashumancia, actividad que vertebraba la vida en la alta montaña riojana. Las calles, entonces, fueron quedando desiertas y muchas casas cerraron sus puertas.
Lejos de quedar en el olvido, el pueblo inició a finales del siglo pasado un proceso de recuperación singular y estimulante. Cuando el destino del pueblo parecía sellado, un grupo de jóvenes decidió apostar por él, instalándose en comunidad y devolviéndole la vida a las calles y plazas. Los habitantes originales, sorprendidos por el carácter abierto y espontáneo de estos nuevos vecinos, fomentaron una convivencia pacífica que desembocaría en la creación de la Asociación de Amigos de Trevijano. Este colectivo integró a veraneantes, descendientes de antiguos pobladores y otros nuevos habitantes, convirtiendo a la localidad en un ejemplo de colaboración entre generaciones y estilos de vida.
Una joya rural

La apuesta por el turismo rural resultó clave en el cambio de rumbo de Trevijano. Convertido en destino para quienes buscan tranquilidad, naturaleza y autenticidad, el pueblo ha sabido conservar su atmósfera serena y su patrimonio arquitectónico, todo ello en un entorno donde el sonido de los cencerros y el horizonte de montañas invitan a la contemplación y el reposo. Así, uno de sus mayores atractivos es su mirador, desde el que se puede contemplar el imponente Cañón del Río Leza. Igualmente, la Senda del Cañón del Río Leza constituye uno de los itinerarios más apreciados por los amantes de la naturaleza.
Este sendero, que serpentea junto a los abruptos cortados del cañón, permite adentrarse en un entorno donde el silencio y la presencia de aves rapaces componen un escenario único. Pero esto no se queda aquí, pues la localidad se incluye dentro de la Reserva de la Biosfera de La Rioja, un espacio natural de enorme valor ecológico. Por su parte, dentro del corazón del pueblo se alza la Iglesia de San Esteban, un edificio histórico que refleja la herencia cultural y arquitectónica de la comarca. Y en Soto en Cameros, el visajero puede contemplar la Plaza Juan Esteban Elías. Tampoco hay que olvidarse del castillo de Clavijo, una fortaleza histórica que domina el paisaje desde su posición elevada.
Por último, caminos rurales permiten descubrir enclaves como el Dolmen del Mallo, vestigio prehistórico que añade un toque arqueológico al paseo, o la Nevera de Soto en Cameros, antigua infraestructura de conservación de hielo. Además, existen rutas por la dehesa y otras alternativas que exploran la riqueza paisajística y cultural de la comarca.
Cómo llegar
Desde Logroño, el viaje es de alrededor de 35 minutos por la carretera La Rioja-250. Por su parte, desde Arnedillo el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 15 minutos por la vía La Rioja-259.
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