
Existen miles de aeropuertos a lo largo del planeta, pero ninguno como el Tenzing-Hillary. Situado en Nepal, este aeródromo desafía a la naturaleza más extrema, pues se incrusta en la cordillera más famosa e impresionante del mundo: el Himalaya. A casi 3.000 metros de altitud, el Tenzing-Hillary, también conocido como aeropuerto de Lukla, es considerado uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo y no es para menos. Su pista, de apenas 527 metros de largo, 20 de ancho y una pendiente del 12 %, termina abruptamente en un muro de piedra o en un acantilado, dependiendo de la dirección del aterrizaje.
A esto hay que sumar sus condiciones meteorológicas únicas, donde los vientos y el abrupto paisaje dificultan todavía más el aterrizado y el despegue. Además, el aeropuerto, bautizado en honor a Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay —los primeros en coronar el Everest en 1953—, es la principal entrada aérea al Parque Nacional de Sagarmatha, donde se inicia el camino hacia la montaña más alta del planeta: el Everest.
Un enclave remoto y sin margen de error
A diferencia de la mayoría de los aeropuertos comerciales, Lukla no dispone de un sistema de control de tráfico aéreo tradicional. No tiene radar, torre de control ni luces de aproximación. Las operaciones dependen enteramente de la visibilidad y de la pericia de los pilotos. Las condiciones meteorológicas cambian con rapidez en la región y muchas veces los vuelos son cancelados o retrasados durante días. Las aeronaves que operan aquí suelen ser pequeñas, como el Dornier 228 o el Twin Otter, diseñadas para aterrizajes cortos y abruptos.
La pendiente de la pista, de aproximadamente un 12%, facilita el frenado de las aeronaves que aterrizan cuesta arriba, pero también eleva el riesgo. Según datos del Civil Aviation Authority of Nepal, al menos siete accidentes graves se han registrado desde 2004, con un saldo de más de 50 personas fallecidas. En 2019, un avión de la aerolínea Summit Air se salió de la pista y colisionó con dos helicópteros estacionados, dejando tres muertos.
Un paso obligado hacia el Everest

A pesar de su peligrosidad, el aeropuerto de Lukla es un punto de tránsito indispensable para montañistas, excursionistas y turistas que quieren adentrarse en el Himalaya. El viaje aéreo desde Katmandú dura apenas 30 minutos, en comparación con los varios días que tomaría acceder a pie desde el valle. Entre marzo y mayo, y de septiembre a noviembre —las temporadas altas de trekking—, el aeropuerto recibe hasta 20 vuelos diarios. La pista opera únicamente durante las primeras horas del día, cuando las condiciones son más estables.
En 2001, National Geographic catalogó el de Lukla como uno de los “10 aeropuertos más extremos del mundo”, y desde entonces su fama ha crecido como una curiosidad aeronáutica y turística. En las inmediaciones, los viajeros encuentran casas de té, albergues y agencias de guías locales que ofrecen el traslado hacia Namche Bazaar y el campamento base del Everest.
Una infraestructura que busca renovarse
En los últimos años, el gobierno de Nepal ha promovido mejoras en la infraestructura aeroportuaria de la región, aunque los desafíos logísticos y económicos son enormes. Las condiciones topográficas limitan cualquier ampliación de la pista, y los materiales de construcción deben ser transportados por aire o a lomo de yaks y porteadores. En 2023, el Ministerio de Aviación Civil nepalí anunció planes para introducir una tecnología de navegación satelital básica, con el objetivo de reducir la dependencia de la visibilidad.
También se ha debatido la posibilidad de desviar los vuelos a Ramechhap, una pista alternativa situada a cinco horas por carretera desde Katmandú, para reducir la congestión y los riesgos. Durante ciertos periodos del año, este desvío se implementa de forma temporal, aunque muchos turistas y operadores se resisten al cambio por la incomodidad del viaje adicional.
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