
A más de 2.000 metros de altitud y rodeado por las cumbres nevadas del macizo de la Vanoise, en la región francesa de Auvernia-Ródano-Alpes, se ubica uno de los aeropuertos más impresionantes del mundo. Sus condiciones únicas lo convierten en todo un reto para los pilotos, pues se incrusta en plena montaña y da acceso a una de las estaciones de esquí más conocidas de los Alpes franceses.
Se trata del altipuerto de Courchevel, un pequeño aeródromo que con una pista de apenas 537 metros es un desafío hasta para los pilotos más experimentados. De hecho, para aterrizar en él se necesita una autorización previa que valide todas las habilidades necesarias. Así, fue inaugurado en 1961 para facilitar el acceso a la estación de esquí, que entonces comenzaba a consolidarse como un destino de invierno de alta gama. Hoy en día, es el único altipuerto homologado en Francia y uno de los pocos en Europa que operan exclusivamente bajo condiciones visuales. No hay luces de pista, ni ayudas electrónicas de navegación, ni margen de error.
Una pista única, inclinada y corta
El rasgo más distintivo de este altipuerto es la inclinación de su pista, que tiene un 18,5% de pendiente. Esta característica no solo complica el aterrizaje, sino que impide las maniobras de ida y vuelta: una vez que se inicia el descenso, no hay posibilidad de abortar la operación. Del mismo modo, los despegues se realizan cuesta abajo, lo que requiere precisión milimétrica. Las condiciones climáticas de alta montaña, con niebla, nieve o vientos cambiantes, añaden un factor de riesgo constante. A pesar de estos desafíos, Courchevel ha sido durante décadas el punto de entrada preferido para empresarios, políticos, miembros de familias reales y celebridades internacionales.

En temporada alta, sobre todo en Navidad y Año Nuevo, el tráfico aéreo se intensifica con vuelos de avionetas privadas, helicópteros y aeronaves pequeñas que conectan con los aeropuertos internacionales de Ginebra, Lyon o Chambéry. Tanto es así, que se ha convertido en un símbolo de lujo en los Alpes gracias a Courchevel 1850, la zona más exclusiva de la estación. Con hoteles cinco estrellas, boutiques de marcas como Hermès o Louis Vuitton, y restaurantes con estrellas Michelin, la localidad ha desarrollado una imagen de destino elitista. El altipuerto contribuye a reforzar esa narrativa, al facilitar un acceso rápido y directo para quienes prefieren evitar los trayectos por carretera.
A su vez, en los últimos años, el municipio ha invertido en mejorar la infraestructura y reforzar la seguridad operativa del altipuerto. Aunque no opera vuelos comerciales regulares, las autoridades locales mantienen un estricto control sobre las licencias de aterrizaje, que solo se conceden a pilotos con formación específica en aproximación de montaña y experiencia en pistas cortas e inclinadas.
Referencia cinematográfica y reputación internacional
El Altipuerto de Courchevel ha alcanzado cierta fama internacional gracias a su aparición en el cine. En la película El mañana nunca muere (1997), de la saga de James Bond, aparece brevemente en una escena de persecución en la nieve. Desde entonces, ha sido objeto de reportajes y documentales que destacan tanto su peligrosidad como su espectacular ubicación.
Numerosos videos difundidos en plataformas como YouTube muestran maniobras de aterrizaje y despegue en condiciones extremas, reforzando su estatus como uno de los aeródromos más difíciles del mundo. El Aeroclub de Courchevel organiza regularmente jornadas de puertas abiertas y actividades para pilotos aficionados, aunque siempre bajo supervisión profesional.
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