
Navarra conserva un extenso y valioso patrimonio fortificado que permite rastrear los principales episodios de su historia, desde la Edad Media hasta la conquista del territorio por parte de Castilla. La antigua condición fronteriza del Reyno —rodeado por reinos rivales como Castilla, Aragón o Francia— obligó a sus monarcas a levantar numerosas construcciones defensivas a lo largo de los siglos: castillos, torres, palacios fortificados y recintos amurallados que respondían tanto a fines militares como residenciales o simbólicos.
Aunque muchas de estas construcciones desaparecieron con el paso del tiempo, todavía hoy es posible recorrer algunos de los castillos más representativos del viejo Reyno. Desde fortalezas en ruinas que fueron escenarios de resistencia hasta palacios góticos que muestran el esplendor cortesano, estos enclaves permiten comprender la evolución del poder, las estrategias defensivas y la vida cotidiana en distintas épocas del territorio navarro. A través de ellos, Navarra revela su pasado medieval y ofrece una ruta singular por su geografía e identidad histórica.
Palacio real de Olite

En el corazón de la Zona Media navarra se levanta una de las joyas arquitectónicas más admiradas del gótico civil europeo: el Castillo-Palacio Real de Olite. Residencia de los reyes de Navarra durante la Edad Media, su fisonomía actual responde al impulso de Carlos III el Noble, quien, a comienzos del siglo XV, ordenó levantar un palacio a la altura de las más refinadas cortes del continente.
Entre sus muros se encontraban jardines colgantes, salones dorados, torres caprichosas, pajareras, leones y hasta un complejo sistema de riego. La magnificencia del conjunto —repleto de elementos decorativos y funcionales— todavía puede admirarse hoy gracias a las visitas guiadas que permiten recorrer su interior.
Castillo de Javier
Al este, cerca de los valles pirenaicos, se alza el castillo de Javier. Construido sobre roca viva en el siglo X, este enclave defensivo se convirtió también en lugar sagrado al ser el lugar de nacimiento de San Francisco Javier. Pese a que fue parcialmente demolido en 1516 por orden del cardenal Cisneros, ha sido completamente restaurado. El castillo mantiene el trazado de sus elementos medievales: puente levadizo, torres, troneras, matacanes y mazmorras. Cada año, miles de personas acuden en peregrinación en las llamadas Javieradas, consolidando la conexión entre historia, fe y patrimonio.
El fortín de Ujué

Desde la Iglesia-Fortaleza de Santa María de Ujué, se divisa gran parte del territorio navarro, desde el Pirineo hasta las Bardenas Reales. Construida en el siglo X, la edificación es un ejemplo de fortaleza eclesiástica. Su portada gótica del lado sur es una de las más valiosas del patrimonio navarro. Este enclave no solo ofrece patrimonio arquitectónico, sino también una panorámica excepcional del paisaje y la historia defensiva del Reyno.
Castillo de Marcilla
En la Ribera navarra, el castillo de Marcilla destaca por su historia y su estética. Construido en el siglo XV con ladrillo rojo, torres esquineras, foso y matacanes, fue testigo de tensiones bélicas e intrigas palaciegas. La leyenda asegura que allí se custodió la espada Tizona del Cid Campeador. Gracias a la intervención de Ana de Velasco en 1516, quien impidió su demolición, esta fortaleza gótica ha llegado hasta nuestros días. Hoy acoge la sede del ayuntamiento del municipio, tras una restauración reciente.
Castillo de Cortes
Erigido en el siglo XII y situado en un punto estratégico de la frontera con Aragón, el castillo de Cortes fue durante siglos uno de los baluartes defensivos del sur del Reyno. Con el tiempo, pasó de ser una fortaleza a convertirse en residencia noble, transformándose parcialmente en palacio. Aún se conservan su torre del homenaje, el patio de armas y parte de la muralla. Las reformas del siglo XIX introdujeron elementos neogóticos que conviven con los restos medievales, como los ventanales apuntados.
La muralla de Artajona

Pocos conjuntos amurallados en Navarra impresionan tanto como el cerco de Artajona. Esta fortaleza del siglo XI, adaptada perfectamente al cerro donde se emplaza, conserva nueve torres defensivas y dos portales. En su interior se encuentra la iglesia-fortaleza de San Saturnino, desde cuya cubierta puede contemplarse el antiguo sistema de recogida de agua. El paseo por Artajona permite imaginar la vida en el medievo: comerciantes, clérigos y guerreros compartiendo espacio entre murallas que aún narran su pasado.
Castillo de Amaiur
En el norte, en el Valle de Baztan, se encuentran las ruinas del castillo de Amaiur/Maya. Allí, en 1522, 150 navarros resistieron durante diez días el asedio de un ejército de más de 30.000 hombres. Fue el último bastión frente a la conquista de Castilla. Aunque hoy solo quedan restos del castillo, su historia puede conocerse a través de visitas guiadas, un museo local y un recorrido hasta el monolito que homenajea a sus defensores.
Casa Torre Jauregia de Donamaria
La Casa Torre Jauregia de Donamaria, una torre gótica del siglo XV, representa la arquitectura de linaje en la Navarra atlántica. Aunque no se puede visitar por dentro, su exterior y el entorno natural justifican la parada. A escasos kilómetros, otros atractivos completan la experiencia: los embalses de Leurtza, la Vía Verde del Bidasoa, el Parque Natural del Señorío de Bertiz y balnearios como el de Elgorriaga. También en el Baztan se alza el Palacio Jauregia de Irurita, del siglo XIV, abierto al público mediante visitas guiadas o como alojamiento.
Castillo de Monjardín
En Villamayor de Monjardín, sobre una cumbre que domina el paisaje navarro, se conservan los restos del castillo de Monjardín. De origen romano y reformado por moros y cristianos, fue tomado por el rey Sancho Garcés I en el año 908. Ubicado en plena ruta jacobea, para visitarlo hay que ascender desde el pueblo. A cambio, se obtiene una visión panorámica del Reyno y el eco de una historia que se mantiene viva entre piedras milenarias.
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