
Cada 15 de mayo, las calles de Madrid viven uno de sus días más especiales: el Día de San Isidro Labrador. La celebración en honor a su patrón es uno de los días más esperados por los madrileños, ya que conmemora el Madrid más castizo con bailes tradicionales como el chotis y deliciosas recetas como las rosquillas y los entresijos. Todo ello acompañado de la vestimenta típica, los trajes de chulapa y chulapo, y de los colores blanco y rojo propio de los claveles. Pero más allá de la Feria de San Isidro, la capital cuenta con otros espacios que durante este día cobran más protagonismo.
En la calle de Toledo, en el corazón del barrio de La Latina, la Real Colegiata de San Isidro y Nuestra Señora del Buen Consejo se alza como uno de los monumentos más impresionantes de Madrid y uno de los lugares más significativos durante estas fechas. Esto es gracias a que en su interior descansan los restos de San Isidro Labrador. Pero no solo eso, pues el templo atesora un rico valor patrimonial y es a día de hoy “uno de los grandes templos del siglo XVII en Madrid”, tal y como afirma Isabel Lucas, historiadora y directora de Arte X Madrid. Junto con Infobae España, Lucas ha hecho un repaso por la historia, arquitectura y relación con el Santo de esta impresionante catedral madrileña.
La antigua catedral de Madrid
La Real Colegiata de San Isidro y Nuestra Señora del Buen Consejo se comienza a construir en el año 1622 y se termina en 1644. Sin embargo, su historia se remonta un siglo atrás, pues en esos terrenos se situaba una pequeña iglesia que se remonta al reinado de Felipe II. “Como hacia 1567 hay documentaciones que nos hablan de una pequeña iglesia dedicada a San Pedro y San Pablo. En ese espacio y justo al lado de esa iglesia, se levantará un colegio de la Compañía de Jesús”, explica Isabel de Lucas. Este templo dedicado a ambos santos fue proyectado por un padre jesuita llamado Bartolomé Bustamante y no sería hasta principios del siglo XVII cuando se empezó a pensar en la construcción de la colegiata.

Esta fecha coincide con la muerte de la emperatriz María de Hungría, hermana de Felipe II, quien deja en su testamento una suma importante de dinero para la compañía de Jesús. “La idea es que con ese dinero pudieran construir un nuevo colegio y tener convento e iglesia. Entonces, a partir de ese momento, aunque no se ha construido la Colegiata, el colegio de los jesuitas se empieza a llamar Colegio Imperial y la referencia es la propia Emperatriz”, señala la historiadora. Así, en 1622 se coloca la primera piedra y “la iglesia de San Pedro y San Pablo pasa a llamarse iglesia de San Francisco Javier”, que años más tarde será la Real Colegiata de San Isidro y Nuestra Señora del Buen Consejo.
A su vez, el colegio se convierte en los estudios reales de San Isidro, que hoy en día es el Instituto de San Isidro. El diseño del templo es obra del arquitecto Pedro Sánchez, un hermano jesuita que va a plasmar en su arquitectura todos los conceptos del barroco jesuita. “De hecho, las referencias para construir la iglesia van a ser el Gesú en Roma. Van a crear una tipología de arquitectura prácticamente única, en esos momentos”, expresa. Incluso gracias a la influencia y poder de la orden, la iglesia llegó a albergar obras de Luca Giordano y de Francisco Ricci.
Pero esto no es todo, pues durante más de un siglo la Real Colegiata de San Isidro fue la sede provisional de la Catedral de Madrid. “En 1885 Madrid no tenía una diócesis, por lo que dependía de la de Toledo. Entonces es cuando se crea la diócesis Madrid Alcalá y es cuando tendríamos cátedra para el obispo. Entonces, en ese momento no existía la Catedral de la Almudena. Así que en 1885 y hasta 1993, el templo se convierte en la catedral de Madrid, ya que es allí donde estaba la cátedra del obispo”.
El incendio de la iglesia y la expulsión de los jesuitas

Un hecho trascendente en la historia de la colegiata es la expulsión de los jesuitas en el año 1767 por Carlos III. “A partir de ese momento y con la idea de borrar el recuerdo de los jesuitas y su presencia en la zona, el templo pasa a denominarse San Isidro el Real“, detalla Isabel Lucas. Dos años más tarde, en 1769, el monarca ordenó el traslado de los restos incorruptos de San Isidro desde la iglesia de San Andrés a la colegiata de San Isidro. Cabe destacar que en la iglesia de San Andrés se ubica el retablo mayor dedicado a San Isidro. También fueron trasladadas desde el Oratorio de la Casa de la Villa las reliquias de su esposa, santa María de la Cabeza.
Ambos restos sagrados están custodiados por la Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid. Esta orden cuenta con la llamada capilla de San Isidro de Naturales de Madrid, una capilla muy bonita que “todavía conserva un retablo barroco que alberga una inmaculada que es atribuida a José de Mora. Además, allí se custodian dos tallas, una de San Isidro y otra de Santa María de la Cabeza” explica.
Sin embargo, uno de los episodios más trágicos de la colegiata de San Isidro es el incendio que sufre en durante la Guerra Civil. “Del templo se pierde lo que fue la nave del Evangelio y cayó la cúpula. Además, todas las obras de Luca Giordano y de Ricci desaparecen, por lo que se pierde una parte muy importante del patrimonio artístico. La iglesia no se va a restaurar hasta que Javier Barroso se encarga de ello después de la Guerra Civil. Las obras fueron muy lentas y más o menos se terminan en la década de los 60″, cuenta Isabel Lucas.
Referencias al Vaticano y sus capillas
Uno de los aspectos más llamativos de la Real Colegiata de San Isidro y Nuestra Señora del Buen Consejo es su espectacular arquitectura. Esta presenta un estilo barroco jesuita basado en el modelo de la iglesia de Gesú de Roma. La fachada “está ejecutada con piedra berroqueña y utiliza los órdenes gigantes”, donde se ven “grandes columnas con unos fustes de grueso diámetro. Esto es una referencia a la obra de Carlo Maderno y a la fachada del Vaticano”, detalla Lucas. Asimismo, en la puerta principal se puede contemplar el escudo de María de Hungría.
En lo referente a su interior, la iglesia cuenta con una planta de cruz latina y una única nave amplia que se cubre con una majestuosa bóveda de cañón con lunetos. Además, se caracteriza o por una alternancia de grandes arcos de medio punto y aperturas adinteladas que dan paso a las capillas, creando la ilusión de una iglesia de tres naves. La capilla de la Macarena es una de las más características, pues tiene una “imagen de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena y de hecho es la que sale con Jesús del Gran Poder en la procesión de Jueves Santo. Son imágenes que están inspiradas en la Semana Santa sevillana”, señala la historiadora.
Por otro lado, la capilla dedicada a Jesús del Gran Poder es “la más bonita de la iglesia”. Se caracteriza por conservar la decoración barroca, de hecho todavía se pueden contemplar “restos de obras pintadas por Claudio Coello, donde aparecen los cuatro profetas mayores”. A su vez, la imagen es una copia también actual, basándose en una obra del siglo XVII que realiza Juan de Mesa en Sevilla. Este autor realiza también el Cristo de la Buena Muerte, el cual se encontraba en la misma capilla, aunque se ha trasladado al presbiterio de la catedral de la Almudena.
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