
“Me tiré de cabeza a crear contenido sobre viajes y coches sin saber muy bien lo que iba a pasar”, explica Fabio Belnome. Este catalán, conocido en redes sociales como Volata di Peluca, se ha embarcado en un viaje de más de 25.000 de kilómetros para llegar desde España a Japón conduciendo su Fiat Marea de 1998. Si bien no era la primera ruta que hacía con este coche, nunca había llegado a recorrer tanta distancia: “Pensé en hacer la versión más extrema posible”, cuenta para Infobae España.
El español partió hacia el país asiático el pasado mes de marzo desde Sant Pere de Ribes, en Barcelona. Allí se despidió de su familia, que le ha animado a cumplir su sueño, aunque al principio la idea les impactó: “Me miraban con cara de loco, pero al final saben que lo hago por pasión”, narra Fabio. Actualmente, se encuentra ya en Rusia, donde ha tenido que ser invitado formalmente para poder pisar este país y seguir su trayectoria. Deja atrás Irán, Turkmenistán y Kazajistán, las últimas naciones de las que no sabía mucho, pero que le han sorprendido: “Son países muy acogedores y cálidos. La gente te para en la calle para darte pan, que para ellos es sagrado”, explica impactado.

Más de un mes de camino por delante
La fecha de entrada a Japón está prevista para el 1 de junio. Aún le queda casi la mitad del camino por delante, todo un reto para ‘El Marea’ (así llama Fabio a su casa rodante), que no tiene aire acondicionado para afrontar los climas cálidos: “En Turkmenistán tenía que ir con las ventanillas bajadas y se me llenó todo el coche de arena”, señala el viajero. No obstante, este vehículo ha sido el que le ha acompañado en su travesía anterior hasta Cabo Norte, en Noruega, y que le hizo replantearse su aventura actual: “La idea era llegar y desguazarlo para volver en avión, pero al final le cogí cariño al coche y a dormir en él”. Ahora es su fiel compañero.
El azar hizo que sus caminos se cruzasen hasta compartir esta inolvidable experiencia: “Estaba buscando un vehículo por menos de 1.000 euros, así que con ese presupuesto tú no eliges el coche, es él el que te elige a ti”, destaca Fabio. No obstante, todo apunta a que sus caminos se separarán una vez Fabio llegue al destino final: “Lo que sí te puedo decir es que no volveré en coche a casa, eso seguro, pero también que ‘El Marea’ no morirá en Japón”, adelanta el viajero.
Ahora se dispone a recorrer más de 1.000 kilómetros en Rusia, para luego entrar en Mongolia por el este y salir por el oeste. Una vez terminada la ruta en este país, volverá al Estado ruso para realizar 3.500 kilómetros hasta Vladivostok, “la última ciudad que hay en Rusia en la costa del Pacífico”. Después, el día 14 de mayo, solo le quedará coger un ferry hasta Donghae, en Corea del Sur, y, así, dar el último salto hasta Japón también por mar.

Para llegar hasta allí y seguir avanzando ha tenido que dejar todo el miedo atrás y enfrentarse a la melancolía que a veces le sorprende por el camino: “Quizás lloro cuatro veces por semana cuando suena una canción. Digo: “Ostras, estoy en Irán, conduciendo mi coche, cumpliendo un sueño y haciendo lo que me gusta””, confiesa. En este sentido, añade con humor: “Me tiro cinco minutos llorando y riendo. Luego me siento como nuevo”.
Una exigente preparación previa
Va solo, pero bien equipado para dormir dentro de su casa de cuatro ruedas sin pasar frío. Ha tenido que quitar el asiento del copiloto para poder establecer su cama, compuesta por un pequeño colchón y un saco de dormir que aguanta temperaturas de hasta -23 grados: “Creo que lo más importante es saber que al final del día, pase lo que pase, voy a dormir bien”, desliza el catalán. Así, puede conocer cada día los distintos lugares por los que pasa y descansar con ‘El Marea’.
Sin embargo, para emprender esta travesía ha sido necesario planear y calcular bien todos los trámites legales, como los visados. En algunos países, además de esto, también exigen una invitación formal para entrar, como Rusia. Incluso, en algunos de estos lugares no se puede viajar solo: “En Turkmenistán, por ejemplo, tienes que estar las 24 horas con un guía y no dejan que eches fotos a algunas cosas”. Por otro lado, también es imprescindible tener en cuenta las leyes que rigen ese Estado, así como la cultura, para no encontrar problemas durante el viaje.
Un aprendizaje continuo
Una curiosidad que destaca Fabio es el papel clave que ha jugado el fútbol al cruzar las distintas fronteras, en las que en ocasiones es necesario esperar horas: “El Barça o el Madrid son para ellos lo mejor que hay en el mundo. Cuando ven en mi pasaporte que soy español se les cambia la cara”, manifiesta. Además, señala que “si fuese alemán o francés, este viaje sería muy diferente”.
Por otro lado, apunta que este recorrido le ha permitido aprender mucho con la soledad, ya que al estar sin nadie él toma todas las decisiones: “Es verdad que a veces me gustaría valorar algunas decisiones con alguien, pero esto forma parte del viaje”. En esta misma línea, en sus vídeos ha mostrado a muchas personas que ha ido conociendo por el camino, que le acogen y le animan a seguir la ruta. Estas muestras de afectividad le han permitido ver el mundo con otros ojos: “Me está devolviendo la fe en la humanidad que la gente sea buena sin esperar nada a cambio”.
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